Nueve años han pasado desde cuando usted firmó, a nombre del Estado colombiano, el Acuerdo de Paz con las FARC, en noviembre de 2016. Si pudiera devolver el tiempo de esa casi década, ¿qué cambiaría en la etapa de negociación y en cuanto a los compromisos que hizo a nombre de la Nación?
Los negociadores estamos muy satisfechos con el resultado obtenido y nos sentimos orgullosos porque la comunidad internacional, en pleno, ha reconocido al acuerdo colombiano como ejemplo y referente en el mundo. Respecto de su primera pregunta sobre si cambiaría algún aspecto en el periodo de negociación, creo que no haber negociado los seis puntos de la agenda, de manera simultánea sino en modo secuencial, fue una equivocación porque la negociación se prolongó mucho y dejó a mi gobierno sin tiempo para implementarlo. Respecto de los compromisos adquiridos, puedo decir que nuestra costumbre santanderista, aplicada a los procedimientos de la JEP, ha complicado y demorado mucho sus resultados.
Es cierto que la estructura interna de la JEP parece haber enredado los procedimientos, pero también hay que reconocer que reconstruir la historia de un periodo del conflicto interno y lograr que los comparecientes comprendieran que, en lugar de ocultar las verdades sobre sus crímenes (como ha sido usual en las estrategias de defensa ante la justicia ordinaria), era mejor revelarlas, no ha sido sencillo ¿Qué opina sobre las primeras sentencias en esa jurisdicción, las cuales sancionan tanto a los jefes de las antiguas FARC como a los exmilitares?
Como se dice, más vale tarde que nunca y hay que resaltar que esto nunca había sucedido en ningún posconflicto. A algunos les parecerán insuficientes las sanciones lo cual es comprensible. Pero es un hecho histórico. Falta ver los detalles sobre cómo se ejecutarán las condiciones de privación de la libertad, y cómo el Gobierno va a apoyar el cumplimiento estricto de las sanciones, ante todo ahora, cuando la Misión de Verificación del Consejo de Seguridad de la ONU no las va a acompañar.
Sin embargo y pese a las críticas internas a la JEP, esta entidad es, probablemente, la creación del acuerdo que ha logrado mayor respaldo internacional. Muchas verdades y crímenes cometidos por los combatientes de un lado y otro, se han conocido gracias a esa jurisdicción. Pero en el plano interno, ha sido odiada y rechazada por un sector opositor. En su opinión, ¿son justas o injustas las críticas que se le hacen a ese tribunal?
El respaldo internacional ha sido para todo el acuerdo. Sabíamos, de antemano, que la justicia transicional iba a levantar ampolla. Para quienes crecimos y hemos estado acostumbrados a una justicia punitiva, esta nueva forma de administrar una justicia restaurativa, para lograr la paz, no ha sido fácil de comprender. Paradójicamente, muchas de las víctimas han sido más receptivas que los críticos, en una demostración de generosidad que, a mí, me ha impresionado. Reconozco que son justas algunas objeciones, por ejemplo, que la jurisdicción especial se ha demorado en producir resultados; o que la JEP ha interpretado mal el acuerdo cuando califica de máximos responsables a mandos medios. Entiendo, también que una madre, a quien le violaron y mataron a su hija, no acepte que al victimario no le den el máximo castigo que contempla la justicia ordinaria.
Entonces, ¿les da la razón a los críticos?
No. Con todo, no hay que olvidar que todo proceso de paz llega adonde se traza la línea entre justicia y paz. ¿Cuánto de justicia está dispuesta una sociedad a sacrificar para conseguir la paz? Siempre habrá quienes exijan más justicia, y otros, que aspiren a tener paz. ¿Se imagina este país, hoy, sin el acuerdo y con las FARC en pleno apogeo?
Según usted ha podido analizar, ¿por qué esa jurisdicción ha despertado tanto temor y desconfianza entre varios sectores, sobre todo en el uribismo amplio, es decir, más allá del Centro Democrático?
Es producto de esta polarización absurda que estamos viviendo, motivo por el cual, en lugar de diálogos constructivos, se descalifica a quien piensa diferente. Si esa polarización continúa o se acentúa, el próximo presidente, no importa quien sea, no tendrá la gobernabilidad necesaria para resolver los inmensos problemas que heredará. Hubo, también, desde el principio, un temor a la verdad - esa verdad que es tan dolorosa pero tan necesaria para la reconciliación -; y una falsa idea de que los magistrados, por ser muchos de ellos expertos en derechos humanos, iban a administrar justicia con sesgo político. No obstante, no debemos olvidar que el Acuerdo de Paz, al final, fue renegociado y se incluyeron el 98% de las propuestas de los voceros del ‘no’. En cierta forma, podría decirse que ellos también ayudaron a escribir el Acuerdo de Paz, lo que debería ser una razón para unir al país, no para dividirlo.
Pero no lo admiten ni lo harán, empezando por el expresidente Uribe. Al respecto, siempre le preguntan a usted si fue un error estratégico haber prometido y realizado el plebiscito para refrendar lo acordado ¿Reconoce que se equivocó o insiste en lo que ha contestado en el sentido de que debía cumplir su palabra y ejecutarla, pese a las circunstancias políticas de ese momento de la historia?
Pues depende de donde se mire: fue un error insistir en el plebiscito porque se perdió y hubiera podido no hacerlo. Lo reconozco y lo asumo. El costo fue grande pero, por fortuna, encontramos una salida que nos permitió renegociar el acuerdo, como dije, y aprobarlo en el Congreso tal y como estaba establecido por la ley y por la Corte Constitucional. Al final, aprobamos un mejor Acuerdo de Paz. No hay tal que desconocimos el resultado del plebiscito: en definitiva, no hay mal que por bien no venga. Por otro lado, haber cumplido la palabra empeñada, me ha permitido dormir tranquilo. Así me educaron.
Con la experiencia y el desarrollo que han tenido los compromisos adquiridos en el pacto de paz, ¿piensa que tanto quienes representaron el Estado empezando por usted, como los negociadores de las antiguas FARC, pecaron por exceso de optimismo sobre lo que podían cumplir en el terreno de los hechos?
No. No creo que hayamos pecado por exceso de optimismo. Fuimos, sí, muy ambiciosos pues, según los expertos, este es, tal vez, el Acuerdo de Paz más innovador, más completo y más integral que se ha negociado bajo el paraguas del Estatuto de Roma. Se trata de un pacto que no solo buscaba el desarme, la desmovilización y la reintegración a la vida civil de la guerrilla sino, también, abordar las causas estructurales del conflicto y trazarle una hoja de ruta al país para las próximas décadas. Con voluntad política y buena gestión, todo lo que se acordó era, es y sigue siendo posible.
Pero, en estos años de postacuerdo, ha habido fracturas graves como los atentados y asesinatos contra quienes se acogieron al acuerdo por parte de las FARC aunque sus miembros se desarmaron y – debe aceptarse - cumplieron sus compromisos, mayoritariamente. Según los cálculos, los asesinatos de exguerrilleros reintegrados a la vida civil, suman alrededor de 500 ¿Colombia nunca terminará la ola de violencia que ha marcado su historia, venganza tras venganza?
Después de firmado el acuerdo, se cumplió con rigor lo que estaba contemplado en materia de garantías de seguridad y por eso tuvimos el periodo más pacífico de los últimos 50 años, en 2017 y 2018. Al mismo tiempo, se realizaron las elecciones más transparentes y tranquilas en la historia reciente del país, según los análisis de la Misión de Observación Electoral (MOE), y de los observadores internacionales. La situación actual de inseguridad no se debe al Acuerdo de Paz como dicen algunos con malevolencia y con claras intenciones políticas. Se debe, precisamente, a su falta de implementación.
La otra falla importante que resaltan los enemigos del acuerdo, es la existencia de varios grupos que se presentan como “disidencias” de unas FARC que nunca se habrían desactivado. Según las informaciones que le reportan a usted, ¿cuántas estructuras ilegales, entre las que se encuentran en algunos territorios del país, pertenecieron o son sucesoras de la extinta guerrilla y cuántos hombres armados tienen?
Después de la firma del acuerdo quedaron unos grupúsculos repartidos por el territorio nacional, dedicados, primordialmente, al narcotráfico; también a la minería ilegal, a la trata de personas, a la extorsión y demás delitos típicos de la mafia. Dos elementos: que el Estado no hubiera copado los territorios que dejaron las FARC como quedó establecido en el acuerdo; y que no se hubiera implementado una política efectiva de seguridad, permitieron que estos grupúsculos crecieran y comenzaran a pelear entre ellos por el control del territorio. Esa es la desgracia que estamos viviendo. Se suma el desastre de la política de Paz Total, que les ha dado, a algunas de esas bandas, un estatus político que no merecen. Infortunadamente, estos factores han contribuido al fortalecimiento del crimen organizado y al deterioro de las condiciones de seguridad. Son muchas las organizaciones armadas ilegales y nadie sabe, realmente, cuánta gente han reclutado. Solo en Cali hay más de quince agrupaciones, varias de ellas, vinculadas a las mafias internacionales, como lo ha señalado la defensora del Pueblo. Lo que sí le puedo decir, con certeza, es que el número de firmantes del Acuerdo de Paz que retornaron a la criminalidad es muy reducido, y que la inmensa mayoría ha cumplido sus compromisos. Esto hay que destacarlo y aplaudirlo.
¿Cuáles otros vacíos, en la ejecución de lo acordado, reconoce usted después de estos nueve años de pacto de paz?
Destacaría uno relacionado con la institucionalidad que se creó para la implementación del acuerdo: se desmanteló y nunca se remplazó. De otro lado, ha faltado liderazgo, capacidad de gestión, de organización y de coordinación para crear las condiciones con el fin de que el Estado cumpla lo acordado ¿Cómo será la situación de precaria que la Corte Constitucional ha emitido varias advertencias declarando un “estado de cosas inconstitucional”, una de ellas por no cumplir con las garantías de seguridad? Algo se ha hecho, hay que reconocerlo, pero está muy lejos de ser suficiente.
En cuanto al atraso en la implementación, ¿cuánta responsabilidad les cabe, tanto al gobierno Duque como al gobierno Petro, según su criterio?
La calificaría con un término: bastante. Los dos gobiernos que usted menciona son responsables del atraso en la implementación del Acuerdo de Paz, aunque por razones distintas.
En los aspectos positivos de este proceso, aun cuando el sector político que jamás le ha dado legitimidad al Acuerdo de Paz no lo acepte, el desarme y la reinserción social de alrededor de 13 mil combatientes, de los cuales el 90% se ha mantenido en la vida civil, es un gran triunfo ¿Cuáles otros aciertos, destacaría en la salida pacífica a un conflicto armado de tantos años?
En el evento que tuvimos el miércoles pasado mostramos muchísimos ejemplos concretos de reconciliación que eran impensables hace diez años, como el hecho de que combatientes de ambos lados y víctimas trabajen, al unísono, en proyectos productivos, en la búsqueda de personas desaparecidas, en desminado, y en otros muchos esfuerzos de construcción de paz. El país cambió para bien después de terminar un conflicto armado de más de cincuenta años. Las FARC dejaron de existir como grupo armado, así muchos no quieran o no les interese admitirlo. Resalto, de nuevo, que ahora solo existen bandas criminales y que hay que darles tratamiento como tales.
Altos funcionarios de su gobierno parecen haberle mentido mientras usted era presidente o le dieron la espalda después de concluir su periodo. Dos de ellos, cercanos a la Casa de Nariño en su cuatrienio, hoy son enemigos absolutos del Acuerdo de Paz: Germán Vargas Lleras quien fue su vicepresidente, y Juan Carlos Pinzón, su ministro de Defensa y secretario general de Presidencia. Ambos aspiran a ser el próximo jefe de Estado ¿Qué opina de la actitud de ellos frente a usted y su decisión de paz? Ahora han tomado enorme distancia…
No he querido ni quiero hablar de candidatos. No me quiero meter en la minucia electoral. Más adelante, tal vez lo haga. Pero, aquí, hay una curiosa coincidencia que es bueno recordar: Germán y Pinzón hicieron fórmula como candidatos a la presidencia a la vicepresidencia en las elecciones del 2018 y no les fue nada bien. Una de las razones para haber tenido tan baja votación (muy lejos de Duque, Petro y Fajardo en la primera vuelta) fue, precisamente, su oposición al Acuerdo de Paz. Lo discutimos, en su momento, con Germán. Si él se lanza, espero que no cometa el mismo error. En cuanto a Pinzón, me da tristeza verlo, a estas alturas de la vida, decir toda clase de mentiras y atribuirse logros ajenos para salir de su anonimato, por una pinche candidatura. Ahora bien, sería muy bueno que todos los aspirantes presidenciales se pronunciaran sobre cómo van a implementar el Acuerdo de Paz teniendo en cuenta que es una obligación constitucional. El acuerdo no fue para las FARC; fue para Colombia.
Otro de sus altos funcionarios enemigo de llegar a entendimientos de paz con la antigua guerrilla y quien fue, sin duda, impulsado por usted como “superministro” y, después, como fiscal general, ha sido Néstor Humberto Martínez ¿El exfiscal fue un palo en la rueda de las conversaciones con las FARC? ¿Admite que Martínez Neira entrampó el proceso de paz cuando hizo un escándalo, sin pruebas contundentes, sobre el supuesto involucramiento de Jesús Santrich en narcotráfico?
No me quiero referir a Néstor Humberto Martínez. Eso sí, y para responder su pregunta, le recomiendo que lea el informe de la magistrada de la JEP Ana Caterina Heyck Puyana, producto de una gran investigación que ella hizo sobre este tema. El exfiscal no sale muy bien librado.
Entiendo, o más bien interpreto su distancia con el tema y el personaje. Gracias, señor expresidente.
“Desarrollo del Acuerdo, un gran plan para el próximo gobierno”
Si el próximo gobierno termina en poder de uno de los candidatos de los partidos que se han opuesto al acuerdo y a la JEP, ¿él tendría la capacidad de cerrar esa jurisdicción, o de “marchitarla” creando otro tribunal alterno solo para militares como han sugerido algunos aspirantes presidenciales?
A quien lo intente,le quedaría muy difícil porque habría que renegociar el Acuerdo de Paz y, por ende, cambiar la Constitución. Mi consejo para el próximo presidente de la República es que se comprometa, de veras, con su implementación, pues sería un gran plan de gobierno que no necesita cambios en la Carta Política, ni constituyentes; y resolvería buena parte de los problemas que estamos sufriendo los colombianos. Reitero, cualquiera que pretenda algo en esa dirección, no la tendría fácil. De pronto, hasta le tocaría responder por el delito de perfidia ante la comunidad internacional y, en el plano interno, enfrentarse a millones de víctimas que se sentirían traicionadas. Le cuento que me sentí muy tranquilo y satisfecho en el evento del miércoles pasado (de conmemoración de 9 años de la firma) porque todos los participantes nacionales e internacionales, coincidieron en que el acuerdo está más vigente y es más relevante que nunca.
Duque y Petro frente al pacto de paz: “A regañadientes y con freno de mano”
De acuerdo con su opinión, ¿cuáles son las responsabilidades que tienen, tanto el gobierno Duque como el gobierno Petro, en las fallas en la ejecución de los compromisos pactados en el Acuerdo?
Todos sabemos que Duque hizo campaña en contra del acuerdo y que pretendía “hacerlo trizas”; que quiso descarrilarlo, y que, cuando no pudo destruirlo, se subió al tren de su ejecución, pero a regañadientes y con freno de mano. Petro, en cambio, prometió, en su campaña, apoyarlo. Sin embargo, no ha cumplido: acabó de desmantelar la poca estructura de implementación que había dejado Duque; nunca la remplazó, nunca nombró al gran gerente que prometió; y su falta de liderazgo, gestión y coordinación, ha sido nefasta. Para colmo de males, su fallida política de Paz Total se chupó los recursos y la atención, a expensas del acuerdo con Las FARC. Los propios exguerrilleros, a quienes el presidente ni siquiera ha recibido en estos tres años, han dicho que les fue mejor con Duque que con Petro. Dicho lo anterior, itero que ambos avanzaron, pero muy poco frente a lo que han debido hacer.