La cruzada cristiana por el poder en Colombia
El ascenso de estas fuerzas en la arena electoral tiene una curiosa paradoja: fue el Estado laico el que lo permitió. En tiempos democráticos, la llamada “agenda moral” se impone, asegura una investigación.
Juan David Laverde Palma / @jdlaverde9
La gran paradoja de la Constitución de 1991, que abolió el Estado confesional de la carta política de 1886 y declaró la libertad de cultos, es que permitió que minorías evangélicas pasaran de las prédicas de fe al proselitismo político con rotundo éxito. Esa es una de las tesis que, en el capítulo colombiano, esboza el libro Evangélicos y poder en América Latina, una extensa investigación comparada sobre el auge religioso y electoral del protestantismo en países tan diversos como Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Panamá y Perú. La detallada radiografía de este texto pretende explicar cómo los católicos han venido perdiendo adeptos paulatinamente mientras que las megaiglesias cristianas se multiplicaron y, con ellas, una “agenda moral” en la escena pública.
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La gran paradoja de la Constitución de 1991, que abolió el Estado confesional de la carta política de 1886 y declaró la libertad de cultos, es que permitió que minorías evangélicas pasaran de las prédicas de fe al proselitismo político con rotundo éxito. Esa es una de las tesis que, en el capítulo colombiano, esboza el libro Evangélicos y poder en América Latina, una extensa investigación comparada sobre el auge religioso y electoral del protestantismo en países tan diversos como Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Panamá y Perú. La detallada radiografía de este texto pretende explicar cómo los católicos han venido perdiendo adeptos paulatinamente mientras que las megaiglesias cristianas se multiplicaron y, con ellas, una “agenda moral” en la escena pública.
Siendo Colombia el séptimo país con más católicos bautizados en el mundo, según la Oficina Central de Estadísticas de la Iglesia, resulta ilustrativo que, en las últimas tres décadas, los movimientos evangélicos obtuvieran 36 escaños en el Congreso de la República, entre quienes se destacan políticos cuyo aval fue otorgado por partidos tan disímiles como el Liberal, Conservador, Centro Democrático, Cambio Radical, la U, Convergencia Ciudadana y hasta el Polo Democrático. En total, los candidatos cristianos que han obtenido una curul en el Legislativo fueron auspiciados por 15 agrupaciones partidistas y movimientos políticos, con ideologías de izquierda y derecha y, en varios casos, engrosando listas con dirigentes procesados por parapolítica. La conclusión es de Perogrullo: en Colombia los votos son amores, sean cristianos o no.
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Según la investigación, el crecimiento del cristianismo evangélico en Colombia es un fenómeno que comenzó en los años 90 y tuvo como antecedentes, entre otras, a organizaciones como la Unión Misionera Evangélica (1908), la Sociedad Bíblica Americana (1912), la Misión Evangélica Escandinava (1918), la Alianza Cristiana y Misionera, en Ipiales (1923), la Iglesia Presbiteriana Cumberland, en Cali (1927), la Alianza Mundial de Evangelización (1930), la Misión Adventista (1930), la Confederación Evangélica (1939) y la Sociedad Misionera Oriental (1940). No obstante, en casi todo el siglo XX, ninguno de esos grupos logró amenazar la hegemonía católica y muchos menos lograr espacios de participación política. Este país ha sido una colonia conservadora desde los primeros años de la República.
El punto de inflexión se produjo en los años 90 con la introducción de elementos carismáticos en los movimientos evangélicos. “La defensa de la teología de la prosperidad, la reafirmación del disfrute, el cuestionamiento a la doctrina clásica del pecado y la culpa, la concepción de un ‘yo cristiano’ como administrador de Dios en la tierra y la exaltación de los dones individuales concedidos por el Espíritu Santo, hicieron que miles de personas de clase media-baja urbana y campesinos en regiones de colonización reciente —afectados por el conflicto armado— se adhirieran a megaiglesias de corte neopentecostal”, advierte la investigación. En 1989, liderado por Claudia Rodríguez de Castellanos, hoy senadora de Cambio Radical, fue fundado el Partido Nacional Cristiano y luego el Movimiento Unión Cristiana, que obtuvo dos escaños en la Constituyente.
Con algo mas de 115.000 votos, esta organización evangélica terminó siendo protagonista a la hora de abolir la norma constitucional que consagraba el carácter confesional por el Estado colombiano. En criterio de los investigadores, dicha jugada facilitó la inserción de los grupos evangélicos a un sistema político dominado por el bipartidismo que, sumado a la reducción del umbral electoral para el Senado, flexibilizó las barreras de entrada para que las iglesias cristianas pudieran obtener un asiento en el Congreso con un número bajo de votos. En ese contexto de apertura democrática y profundas discusiones sobre la diversidad y la pluralidad fueron ganando terreno los evangélicos y sus agendas. Sobre esta idea vuelven una y otra vez los autores: la ironía de las cruzadas morales en sociedades laicas.
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De acuerdo con la base de datos realizada por los autores, entre los 36 congresistas cristianos elegidos en los últimos 27 años se destacan Alexandra Moreno Piraquive, Claudia Rodríguez de Castellanos, Edgar Espíndola, Efraín Torrado, Charles Schultz, Jimmy Chamorro, Jesús Bernal Amorocho, John Milton Rodríguez y Vivian Morales, hoy embajadora de Colombia en París. “Una de las características que ha definido la participación política de los cristianos no católicos es su pragmatismo y su acomodación a la hora de decidir en qué agrupación partidista van a trabajar”, advierte la investigación. Y añade que, con excepción del MIRA, “los demás partidos y frentes evangélicos no han tenido una estabilidad en el sistema político”, lo que explicaría que los líderes de estas iglesias hayan optado por adherirse a candidatos con vocación de poder presidencial.
Muchos movimientos cristianos nacidos con la Constitución de 1991 fueron quedándose en el camino, como el Partido Unión Cristiano, el Partido Nacional Cristiano, el Movimiento Unidad Cristiana, el Movimiento Compromiso Cívico Cristiano por la Comunidad o el Frente Esperanza. Pero aún sobreviven varios y con mucho poder, como el MIRA o Colombia Justa Libres. Llama la atención el tránsito político de algunos parlamentarios con representatividad cristiana. La pastora Claudia Rodríguez, por ejemplo, ha militado en el Partido Nacional Cristiano, en Cambio Radical y en el Centro Democrático, mientras que Vivian Morales lo ha hecho en el Frente de Esperanza, el Movimiento Unidad Cristiana, el Partido Somos y, por supuesto, en el Liberal, del cual intentó ser candidata presidencial en 2018.
El libro asegura que el 73 % de los congresistas cristianos elegidos entre 1991 y 2017 pertenecen a congregaciones que incorporaron elementos carismáticos en su doctrina. Entre tanto, el 27 % son de inspiración protestante neopentecostal, donde figuran la mayor cantidad de líderes cristianos con proyección nacional, cuyas iglesias son más fuertes y cohesionadas, como la Iglesia Cristiana Peniel, la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, el Centro de Alabanza Oasis, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la Iglesia Cristiana Ríos de Vida, Casa sobre la Roca, Iglesia Dios Ministerial Jesucristo Internacional, Centro Mundial de Avivamiento, Misión Carismática Internacional y el Lugar de su Presencia, entre otras. La llamada “agenda moral” ha sido la base de su comportamiento político por encima de políticas públicas relacionadas con la seguridad o la generación de empleo.
Los autores analizaron 1.916 trinos de siete congresistas cristianos publicados entre el 1° de enero y el 15 de marzo de 2018, en plena campaña electoral, para indagar cuáles eran los temas de conversación que les interesaba difundir entre sus seguidores. Así descubrieron que las categorías sobre los cambios al modelo educativo, la defensa de la familia como eje central de la sociedad y el rechazo a la llamada ideología de género concentraron el 62 % de los tuits. Con otra particularidad: el 13 % de sus trinos contenían comentarios explícitos de oposición al Acuerdo de Paz firmado por el gobierno Santos con las Farc, “especialmente porque manifestaban su preocupación por una eventual implantación del comunismo en Colombia”. La mayoría de los senadores cristianos monitoreados trinó sobre el peligro de la “venezolanización” del país.
Para 2018, los partidos cristianos postularon a 265 candidatos al Congreso, la cifra más alta de toda la historia de Colombia. Y aun cuando solo 11 obtuvieron una curul, hoy ya alcanzan una fuerza electoral del 4 % y, según la Confederación Evangélica de Colombia, se estima que hay por lo menos diez millones de evangélicos en el país. El libro, editado por el exministro peruano José Luis Pérez Guadalupe y Sebastian Grundberger, representante de la Konrad Adenauer en el país inca, constituye un valioso aporte a la discusión sobre la influencia y el impacto político de los evangélicos en Latinoamérica. Una trascendencia que ha llegado a ser de tal calado que en Guatemala, tres presidentes han sido de origen protestante y Jair Bolsonaro, en Brasil, encarna el mítico ascenso al poder de estas fuerzas religiosas.