La marca de las mujeres en la Constitución del 91
El trabajo de María Mercedes Carranza, María Teresa Garcés, Aída Avella y Helena Herrán se refleja en la actual Carta Magna en temas como derechos de las mujeres y niños, la Corte Constitucional y ordenamiento territorial.
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El 4 de julio de 1991, los presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente -Horacio Serpa, Antonio Navarro y Álvaro Gómez- proclamaron en coro la nueva Carta Magna de los colombianos. Ese día, oficialmente, solo hubo cinco mujeres en el salón elíptico del Congreso: Ana Milena Muñoz, la primera dama de la nación para ese entonces, y María Mercedes Carranza, María Teresa Garcés, Aída Avella y Helena Herrán, las cuatro constituyentes. Aunque la proporción era de 18,5 hombres por cada mujer, fue histórico, pues nunca habían tenido participación en la elaboración del texto para determinar el ordenamiento colombiano.
Aunque solo fueron el 5,2 % de los constituyentes, como señaló la hoy senadora Aída Avella, la Constitución de 1991 tiene “la marca de las mujeres”. Cada una fue fundamental para la discusión e inclusión, en el texto final, de temas como los derechos de la mujer, los derechos de la niñez, los derechos laborales y sindicales, la igualdad cultural, puntos básicos del ordenamiento territorial y hasta la creación de la Corte Constitucional y la Defensoría del Pueblo. “Nos echamos al hombro todos los artículos de mujer, de familia y de niños. En la práctica esos artículos recayeron sobre nosotras. El derecho de familia en la Constitución quedó maravilloso”, contó a este diario Avella, líder histórica del movimiento sindical y una de las principales cabezas de la Unión Patriótica (UP).
Sin embargo, estos logros no solo fueron de las cuatro constituyentes. Detrás estuvo la acción de organizaciones de mujeres que desde años antes a la Asamblea y durante el proceso hablaron de la necesidad de una reforma a la Carta Magna “para proponer la sociedad, el Estado, el tipo de relaciones entre personas, organizaciones, partidos, movimientos, la naturaleza de la relación entre la sociedad civil y el Estado que necesitamos para fundar en Colombia un régimen político de democracia pluralista”. Esto último fue tomado de un boletín de Mujeres por la Constituyente y sirve de muestra de cómo estas organizaciones llevaron a cabo un trabajo desde años antes de que la Asamblea se reuniera por primera vez, el 5 de febrero de 1991.
Esa labor comenzó cuando se planteó en el Congreso, en 1989, la reforma que modernizó la Constitución de 1886 y en la que se incluyeron puntos acordados en las negociaciones de paz con el M-19. Varias organizaciones de mujeres entregaron para este fin sus propuestas para la renovación del texto constitucional. Las ideas planteadas iban desde un cambio al texto para que su lenguaje fuera inclusivo, hasta varias reformas puntuales, que incluyeron un nuevo preámbulo. La reforma constitucional se hundió debido a los intentos del narcotráfico de insertar un “mico” para prohibir la extradición, pero la idea de un cambio en el ordenamiento siguió en pie.
Para llevar a cabo la reforma fallida, en 1990, varios sectores, entre los que estaban el M-19 en su camino a dejar las armas, los estudiantes y las organizaciones de mujeres, propusieron una constituyente. Por los lados del movimiento estudiantil se presentó una propuesta de que en las urnas se decidiera si se convocaba a este espacio. Ese voto se llegó a conocer como la Séptima Papeleta. Entre los miembros que impulsaron esta iniciativa de los estudiantes se destacaron la hoy alcaldesa de Bogotá, Claudia López, y la exrelatora para la Libertad de Expresión de la CIDH Catalina Botero. Un ejemplo de esta notoriedad se volvió a rescatar hace algunos meses, cuando se hizo viral una transmisión de principios de los 90, en la que la actual mandataria bogotana animaba a los colombianos a salir a votar a favor de la Constituyente.
Cuando se conoció que el país le había dicho Sí a la propuesta, las organizaciones de mujeres se movieron en todo el proceso previo. Aparecieron agrupaciones como Mujeres por la Constituyente y el Comité de Madres Comunitarias. Estas creaban y participaban en mesas de trabajo y espacios de discusión sobre los cambios que se tenían que debatir en la inminente asamblea. Además, enviaron sus ideas a los diferentes congresos sobre el tema y se reunieron con varios de los candidatos y posteriormente constituyentes. También hubo desayunos, recolección de firmas y hasta espacios publicitarios antes y durante la Asamblea en los que difundieron sus propuestas sobre el proceso. En estas publicaciones brillaron máximas como: “Sin los derechos de la mujer, la democracia no va”.
Los planteamientos de estas organizaciones apuntaron a la plena igualdad en derechos políticos, económicos, culturales y sociales de los ciudadanos y ciudadanas; la no discriminación por ningún motivo, haciendo énfasis en el género y la sexualidad; la separación real entre el Estado y la Iglesia; la libre opción de maternidad y la protección a las mujeres en estado gestación; la igualdad dentro del núcleo familiar; la especial protección del trabajo doméstico, entre otros puntos. Para defender esta agenda no solo se difundió por distintas plataformas, sino que se llegó a plantear la posibilidad de sacar una lista de solo mujeres para que aspirara a la Asamblea y abanderara las propuestas que venían desarrollando en las mesas de trabajo.
No obstante, como lo señala Beatriz Quintero en su texto Las mujeres colombianas y la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, no se alcanzó un acuerdo y solo algunas mujeres se presentaron por una lista femenina (lista 00-95), que se llegó a promocionar en campaña bajo el lema “Mujer vota por ti mujer”, mientras que la mayoría de candidatas aspiraron por listas partidistas. El 9 de diciembre de 1990 los colombianos fueron a las urnas para escoger a quienes los representarían en la Constituyente. De 70 elegidos, cuatro eran mujeres y ninguna de ellas formó parte de las listas únicas de los movimientos femeninos.
Las cuatro constituyentes
La llegada de las cuatro constituyentes a la Asamblea tuvo distintos caminos. María Mercedes Carranza y María Teresa Garcés fueron parte las listas de la Alianza Democrática M-19 por invitación. “Estuvimos en la lista sin haber sido de esa guerrilla. Desde mi labor en el Cinep venía planteando la necesidad de cambios institucionales y coincidió con las propuestas del M-19”, expresó Garcés. Por otro lado, la actual senadora Aída Avella fue la segunda de la lista por la vida, de la Unión Patriótica: “Nosotros dimos ejemplo, porque ninguna otra lista llevó de segundas a una mujer. A mí me pusieron en ese puesto porque era mujer, dirigente sindical y no había estado en el Congreso”. En el caso de Helena Herrán, esta formó parte de la estrategia “avispa” de los liberales.
El papel de estas mujeres se sintió desde el primer día, pues Avella fue la primera presidenta de la Asamblea, antes de que se definiera el triunvirato de Serpa, Navarro y Gómez. Debido a que era la primera en la lista por orden alfabético, la líder sindical comandó, junto con Carlos Daniel Abello, la primera sesión, la que sirvió de instalación y en la que la Asamblea se declaró libre, soberana e independiente. Avella recordó que esa labor también sirvió para poner orden: “Dartagnan me dedicó dos editoriales que decían que si no estaba la señora Avella no hubiera marchado la Asamblea, porque a las 8:00 de la mañana comenzábamos a funcionar y yo estaba en punto. Si no estaban los presidentes, estaba el abecedario y trabajabámos o trabajabámos”.
Además de imprimir orden, Aída Avella, que estaba en la Comisión Primera, dio la pelea con los artículos sobre los derechos de las mujeres, los niños y los trabajadores. También fue crítica frente al papel que tomaba la religión en la Constitución: “Me criticaban porque no queríamos que quedara la religión católica en el preámbulo”. Al cuestionarse a María Teresa Garcés sobre el papel de Aída Avella en la Constituyente, esta destacó que la líder de la UP fue esencial, junto con Alfredo Vásquez Carrizosa, en la defensa de los derechos humanos y varias normas sobre tratados internacionales: “Aída fue importante en la defensa del artículo 93, que reza que los tratados de derechos humanos internacionales regirán en Colombia”. De igual manera, Garcés destacó que Avella, gracias a su acción sindical, “tuvo parte en el capítulo de derechos laborales”.
En el caso de la poetisa y periodista María Mercedes Carranza, su huella en la Constitución, según señalaron Avella y Garcés, estuvo en la línea cultural y los medios. “Tuvo incidencia en las normas de igualdad cultural y de la posibilidad de acceso de todas las personas a la cultura”. Mientras que la senadora, que estuvo en su misma comisión, resaltó la influencia de Carranza en la libertad de expresión y en el derecho a la información. Por otro lado, señaló que la poetisa intentó que se prohibiera que los medios fueran de los conglomerados económicos, pero muchos se bajaron de esa propuesta a último minuto: “Me acuerdo de María Mercedes ese día, ese sentimiento de frustración, de angustia y de todo. Ella pensó incluso irse de la Asamblea y nos tocó con mucha brega para que no lo hiciera”.
Uno de los mayores aportes de la Constituyente del 91 al ordenamiento actual colombiano fue la Corte Constitucional, una propuesta que vino de María Teresa Garcés, que estaba en la comisión de los temas de justicia. Según su testimonio a este diario, su paso como relatora por la Sala Constitucional de la Corte Suprema la convenció de la necesidad de dar un paso más y crear “una defensora de la Constitución”. Sobre esta institución, Garcés también contó que logró que su propuesta fuera acompañada por Álvaro Gómez: “Un día me dijo, ‘Mire, usted me convenció. Tenemos que crear la Corte Constitucional porque no podemos dejar la Constitución sin su guardiana. Hay que dedicarse a convencer a nuestras listas para que todos votemos’”.
La última del listado de mujeres en la Constituyente fue Helena Herrán, que ha sido la única gobernadora de Antioquia hasta hoy. Según Avella y Garcés, dicho pasado como mandataria departamental fue esencial para los debates que esta dio en la comisión económica a la que pertenecía, debido a su conocimiento en “los temas de ordenamiento territorial y el régimen departamental”. A esto, añadió Avella, “la doctora Herrán de Montoya fue una de las defensoras enormes de que no privatizaran las licoreras. Ella había sido gobernadora y sabía que esos recursos eran de los departamentos y eran esenciales para la salud”. También hay que agregar que Herrán fue la cabeza del comité de ética.
De las cuatro constituyentes, en la actualidad solo Avella y Garcés siguen con vida. Aseguran que fue éxito que hubieran llegado a la Asamblea y destacan que, a pesar de que fue poco el trabajo conjunto entre ellas y que ni siquiera hubo una mujer por comisión, “lo que se logró fue importante. Hubo una orden del Estado para acabar con las desigualdades”. Sin embargo, aceptan que hay deudas pendientes, tanto por temas que no se incluyeron en la Constitución como por falta de reglamentación. En este punto, Garcés toma la vocería y señala que, a pesar de que la Carta Magna ordena “la adecuada y efectiva participación de las mujeres en los niveles decisorios de la administración pública”, en Colombia “se han quedado rezagadas en participación política”.