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La memoria pirateada

FRENTE AL EDIFICIO DE AVIANCA, LA oferta de libros pirateados suele ser copiosa. Vendedores ambulantes pregonan manuales de superación cuyos títulos hablan de monjes que venden sus ferraris, quesos hurtados y vacas culposas.

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Tatiana Acevedo*
28 de diciembre de 2008 - 09:30 p. m.
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En los últimos días, sin embargo, un intruso parece disputarles los dominios a Paulo Coehlo, Walter Riso o Jorge Duque Linares. Se trata del libro Trujillo, una tragedia que no cesa, que me ofreció por veinte mil pesos, negociables, un entusiasta vendedor. No es mi interés ocuparme en estos momentos de los matices económicos y éticos de la piratería masiva.  Debo confesar, sin embargo, que sentí una profunda alegría al saber que un libro que no reúne las características de los best sellers, hecho para un público especializado y con cierto nivel educativo, e incluso con cierto compromiso político, mereciera el “privilegio” de ser pirateado. El hecho de que un libro que reúne las conclusiones de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación sobre la masacre de Trujillo, sea pirateado por aquellos que sin tener un MBA en administración conocen al dedillo el funcionamiento del mercado de consumo bibliográfico popular, me puso a pensar en las dinámicas de difusión de la memoria y la importancia que debería tener la escuela en el ejercicio de difusión de nuevas memorias nacionales.

Con estas reflexiones en mente decidí revisar algunos de los textos con los que se enseña historia de Colombia. Me llamó la atención la manera en la que estos manuales tratan el genocidio de la Unión Patriótica, UP. Las alusiones directas son bastante escasas y las pocas menciones que se hacen resaltan la relación de la Unión Patriótica con las Farc. Estas afirmaciones por lo regular van precedidas de comentarios sobre las relaciones del paramilitarismo y el narcotráfico, con los asesinatos de “algunos” miembros del Partido, pero jamás, ni en aquellos textos que se aventuran a mencionar el número aproximado de muertos, se habla de la responsabilidad del Estado colombiano. Incluso, en el libro Poblaciones 9 (de Editorial Norma) se le resta dimensión política a la masacre contra miembros de la UP, cuando se incluyen los asesinatos de Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa como producto del “generalizado fenómeno del sicariato en Colombia”.

La escuela es un espacio para aprender el ejercicio de la memoria, de “la memorización forzada” y conveniente, de la historia “enseñada”, “aprendida” y “celebrada”, pero también es espacio para el ejercicio del olvido. Las nuevas generaciones acostumbradas al ritmo vertiginoso del presente no están visitando el exterminio masivo de los miembros de la Unión Patriótica, a pesar de que todavía madres, padres y hijos reclaman cadáveres que nunca aparecieron. Temo que estas generaciones tampoco están siendo informadas para visitar el reciente y doloroso pasado de masacres y duelos. Para esta situación problemática, sólo el encuentro entre los caminos de la historia y la memoria en la visita del pasado puede contribuir en la construcción de procesos de reconciliación efectivos. Si se trata de poner al servicio de un público amplio la reciente memoria nacional, es necesario buscar alternativas de difusión que vinculen otros espacios de transmisión. Tal vez aquel insistente vendedor que me ofreció una tarde el libro sobre Trujillo, nos esté dando una pista.

* Politóloga.acevedo.tatiana@gmail.com

Por Tatiana Acevedo*

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