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La paz luego del episodio Alzate

Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo viajarán a La Habana para acordar con la delegación de las Farc las nuevas condiciones para la reanudación de los diálogos.

Hugo García Segura

30 de noviembre de 2014 - 09:00 p. m.
El presidente Juan Manuel Santos se reunirá con los miembros del equipo negociador antes de tomar la decisión de reiniciar los diálogos. /Presidencia.
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Libres el general Rubén Darío Alzate, el cabo José Rodríguez y la abogada Gloria Urrego, el país espera la pronta reanudación de los diálogos de paz, suspendidos desde el domingo 16 de noviembre por orden del presidente Juan Manuel Santos a raíz del plagio o retención, como algunos prefieren llamarlo. La idea es que inicialmente viajen hoy a La Habana el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle  y  el comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, para analizar en qué condiciones está la mesa y acordar con los delegados de las Farc la manera de retomar el proceso.

Si bien se puede decir que la crisis está superada y el primer mandatario asegura que estas liberaciones contribuyen a recuperar el clima propicio para continuar las conversaciones y demuestran su madurez, es claro que las cosas ya no serán iguales. Sobre todo después del duro pronunciamiento que hiciera hace algunos días el máximo comandante de las Farc, Timochenko, en el sentido de que la decisión de suspender el proceso “destruyó la confianza” y que “las cosas no podrán reanudarse así no más”, pues “habrá que hacer diversas consideraciones”.

Ya uno de los negociadores de la guerrilla en Cuba, Pablo Catatumbo, dio señales de lo que quiso decir con eso de las “consideraciones”. Todo indica que el grupo subversivo buscará replantear y protocolizar algunas de las reglas de juego establecidas en un comienzo. Entre ellas, el papel de los garantes internacionales (Cuba y Noruega) y que ninguna de las partes pueda tomar la decisión unilateral de levantarse de la mesa. Igualmente, que persistirá en su pedido de un cese del fuego bilateral.

“Tendremos que sentarnos a conversar con el Gobierno, que fue el que tomó la decisión de suspender los diálogos, en una actitud impulsiva y poco reflexiva, en un mal momento pues estábamos avanzando en asuntos nodales para la paz de Colombia, (…) hay que recomponer las reglas y evitar que a futuro se vuelvan a presentar situaciones como estas, cuando se ha convenido que nada de lo que ocurre en Colombia debe afectar el curso de las negociaciones”, enfatizó por su parte Iván Márquez, jefe de la delegación guerrillera en La Habana, quien insistió en la necesidad de pactar una tregua bilateral con el fin de rodear el proceso de confianza.

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Para el presidente Santos, sin embargo, la agenda del proceso de negociación con las Farc tiene que seguir siendo sobre los cinco puntos acordados, sin cambios ni en la agenda ni en la metodología. “La negociación en medio del conflicto tiene costos que son difíciles de entender y aceptar. Me duelen profundamente los hechos de la guerra y soy el primer colombiano que lamenta y condena la muerte de soldados, policías, niños, hombres y mujeres. Sin embargo, tengo la convicción de que negociar en medio del conflicto ha sido la mejor manera de preservar los elementos esenciales del Estado y evitar que las conversaciones se conviertan en un ejercicio interminable”, expresó ayer en un comunicado.

En otras palabras, no acepta nuevas consideraciones, como sugirió Timochenko’ aunque, según conoció El Espectador, la idea sí es comenzar a hablar de frente del desescalonamiento del conflicto, sin que ello implique llegar al armisticio, como quiere la guerrilla. La senadora liberal Viviane Morales sugiere, por ejemplo, avanzar hacia una tregua en zonas de ubicación de guerrilleros que acepten el cese unilateral, mientras que otros proponen arrancar ya con el desminado de las zonas rurales, con la intervención de miembros de la misma subversión.

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Ahora, para el Gobierno, el hecho de que las Farc hayan cumplido su palabra liberando sin condiciones al que en algún momento fue calificado como su “más grande botín de guerra” —un general de la República—, es una señal de su voluntad de paz. Por eso, el objetivo es canalizar esta crisis, que se considera ya superada, para rodear las conversaciones, fortalecerlas y generar un ambiente favorable, sobre todo de cara a la opinión pública.

Según el expresidente Ernesto Samper, es evidente que las partes tendrán que pactar ahora la manera como se deben enfrentar este tipo de hechos, que se pueden repetir, teniendo en cuenta que se está negociando en medio del conflicto. “Hay que partir de unos mínimos humanitarios. La aplicación del Derecho Internacional Humanitario tiene por objetivo que, mientras termina el conflicto, se baje la intensidad de la guerra para que la población civil no se vea afectada”, indicó.

Pero hay quienes consideran que son las Farc las que minan la confianza al seguir cometiendo actos terroristas. “Los verdaderos actos de compromiso con la paz serían no seguir secuestrando colombianos, ni militares, ni población civil (…) no es suficiente con que devuelvan al general Alzate y a los dos soldados de Arauca, es indispensable exigir condiciones humanitarias, que no sigan reclutando niños, ni poniendo minas, ni haciendo terrorismo”, señala la excandidata presidencial conservadora, Marta Lucía Ramírez.

En un análisis hecho por Fabián Alejandro Acuña y Juan David Velasco, docentes de la facultad de Ciencia Política de la Universidad Javeriana, es claro que el único recurso de negociación que les queda a las Farc es ejercer la fuerza. “Por eso intentan rodearse de ‘argumentos’ para fortalecer su posición e incurren de manera reiterada en prácticas como el ataque a la población civil o el secuestro de miembros de la Fuerza Pública y de políticos, buscando el ‘intercambio humanitario’ como preámbulo o estímulo a la negociación”.

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Y más que ‘intercambio humanitario’, un reciente comunicado dado a conocer por la delegación negociadora de la guerrilla en Cuba se refiere a la situación que viven sus militantes presos en las cárceles colombianas y plantea que se diligencie la liberación de algunos de ellos “que se encuentran en situación más delicada, junto a los de tercera edad y madres de familia, que en su mayoría no tienen condiciones para seguir combatiendo”. Para las Farc, las liberaciones de los secuestrados es una muestra de humanismo que debería ser correspondida por el Gobierno. Falta ver si el presidente Santos está dispuesto a considerar este asunto.

* hgarcia@elespectador.com / @hgarciasegura

Por Hugo García Segura

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