La propuesta uribista para la paz

Se trata de un análisis de las negociaciones de La Habana (Cuba), que insiste en críticas a los principios de la mesa de conversaciones; ejerce la defensa de las políticas del expresidente Álvaro Uribe y hace propuestas que, por ahora, parecen incompatibles con las concesiones que podría hacer la guerrilla en la mesa.

 

El documento del uribismo parte de preocupaciones que han repetido sus integrantes en diversos escenarios: plantea que la mesa ha conducido al deterioro en las condiciones de seguridad de la ciudadanía, a la desmoralización de las tropas por “las concesiones a la guerrilla”, al menoscabo de la “confianza inversionista” por “la negociación” del modelo de desarrollo agrario y habla de un incentivo perverso para la guerrilla, pues la “focalización” de las reformas que contemplaría el posconflicto, a su juicio, garantizaría “el control territorial y político de las Farc”.

 

El siguiente acápite del estudio afirma que los acuerdos de desescalamiento, así como los puntos de la agenda acordados hasta ahora, han sido aprovechados por la guerrilla para obtener ventajas en la guerra. En concreto, se dice que la tregua unilateral decretada por las Farc no ha sido cumplida y que, en ese sentido, la suspensión de bombardeos ordenada por el presidente Juan Manuel Santos no se justifica. También sostiene que, actualmente, esa organización se encuentra en un proceso de fortalecimiento militar y de sus actividades relacionadas con el narcotráfico.

 

Más allá de pedir un trato preferencial para los agentes del Estado, que puedan ser señalados como máximos responsables, el Centro Democrático abrió una baraja de propuestas. Acepta mecanismos de justicia transicional limitados, como conceder “la disminución de la duración de la pena (...) a la que podría descontarse el tiempo de concentración durante la celebración de las conversaciones”; pide que los acuerdos se refrenden mediante “la integración de un Órgano Electoral Transitorio para la paz”, e insiste en que las Farc concentren sus tropas para garantizar el cumplimiento de los acuerdos y en que las armas de la guerrilla deben ser entregadas al Estado.

 

Muchas de esas propuestas implicarían devolver el tiempo y refundar la mesa de conversaciones. Ahora, la tarea del uribismo será canalizar esas ideas para que tengan eco en La Habana y en la Casa de Nariño. Será difícil, pues los mecanismos de diálogo que han propuesto el Gobierno y la Procuraduría, como la Comisión Asesora de Paz o el Pacto por la Paz, han sido desconocidos por ese grupo político.

Se trata de un análisis de las negociaciones de La Habana (Cuba), que insiste en críticas a los principios de la mesa de conversaciones; ejerce la defensa de las políticas del expresidente Álvaro Uribe y hace propuestas que, por ahora, parecen incompatibles con las concesiones que podría hacer la guerrilla en la mesa.

 

El documento del uribismo parte de preocupaciones que han repetido sus integrantes en diversos escenarios: plantea que la mesa ha conducido al deterioro en las condiciones de seguridad de la ciudadanía, a la desmoralización de las tropas por “las concesiones a la guerrilla”, al menoscabo de la “confianza inversionista” por “la negociación” del modelo de desarrollo agrario y habla de un incentivo perverso para la guerrilla, pues la “focalización” de las reformas que contemplaría el posconflicto, a su juicio, garantizaría “el control territorial y político de las Farc”.

 

El siguiente acápite del estudio afirma que los acuerdos de desescalamiento, así como los puntos de la agenda acordados hasta ahora, han sido aprovechados por la guerrilla para obtener ventajas en la guerra. En concreto, se dice que la tregua unilateral decretada por las Farc no ha sido cumplida y que, en ese sentido, la suspensión de bombardeos ordenada por el presidente Juan Manuel Santos no se justifica. También sostiene que, actualmente, esa organización se encuentra en un proceso de fortalecimiento militar y de sus actividades relacionadas con el narcotráfico.

 

Más allá de pedir un trato preferencial para los agentes del Estado, que puedan ser señalados como máximos responsables, el Centro Democrático abrió una baraja de propuestas. Acepta mecanismos de justicia transicional limitados, como conceder “la disminución de la duración de la pena (...) a la que podría descontarse el tiempo de concentración durante la celebración de las conversaciones”; pide que los acuerdos se refrenden mediante “la integración de un Órgano Electoral Transitorio para la paz”, e insiste en que las Farc concentren sus tropas para garantizar el cumplimiento de los acuerdos y en que las armas de la guerrilla deben ser entregadas al Estado.

 

Muchas de esas propuestas implicarían devolver el tiempo y refundar la mesa de conversaciones. Ahora, la tarea del uribismo será canalizar esas ideas para que tengan eco en La Habana y en la Casa de Nariño. Será difícil, pues los mecanismos de diálogo que han propuesto el Gobierno y la Procuraduría, como la Comisión Asesora de Paz o el Pacto por la Paz, han sido desconocidos por ese grupo político.