Las elecciones y el Mundial de Fútbol

Desde 1930, los mundiales han coincidido con las presidenciales: triunfos y fracasos en el deporte han coincidido o contrastado con los hechos de la política. ¿Qué sucederá este año?

Andrés Dávila*
15 de junio de 2018 - 02:00 a. m.
El presidente Santos levanta el trofeo de la Copa Mundo 2018, a su paso por Colombia en abril pasado.  / EFE
El presidente Santos levanta el trofeo de la Copa Mundo 2018, a su paso por Colombia en abril pasado. / EFE
Foto: EFE - Mauricio DueÒas CastaÒeda

Entre elecciones y mundiales

Por azares del destino, desde su origen en 1930, los mundiales de fútbol han coincidido con los períodos presidenciales y las elecciones en Colombia. La única excepción fue el de Suiza, en 1954, que se llevó a cabo cuando el general Gustavo Rojas Pinilla completaba su primer año como dictador.

Sin transmisión televisiva —y mucho menos en directo— esa coincidencia no tuvo efectos de notar durante muchos años. El panorama cambió cuando en 1970 la televisión nacional transmitió el Mundial en vivo y en directo por primera vez. Mientras Misael Pastrana y Rojas Pinilla terminaban de resolver su enfrentamiento en las urnas, los colombianos nos deleitábamos con los goles del Mundial de México. Sin lugar a dudas, la pasión por el fútbol apaciguó la ansiedad e incertidumbre generada por la tensa situación política.

Desde entonces es tradición que el Mundial funcione como una especie de bálsamo estabilizante después de las elecciones. Es innegable que el fútbol genera una especie de stand by refrigerante, donde hasta las más severas discrepancias pasan a segundo plano. Mientras los políticos digieren los resultados y se preparan para llegar al Congreso y a la misma Presidencia, los colombianos gritamos “gol” al unísono.

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Un recorrido histórico

Recordemos algunas de las ocasiones en las que el fútbol y la política coincidieron. En Chile 1962, con tan solo unos cuantos periodistas radiales transmitiendo la fiesta del fútbol, la participación de la Selección Colombia —dirigida en esa época por el maestro Pedernera— quedó opacada por la fuerza del Frente Nacional. La situación política que vivía el país tuvo más relevancia que el 4-4 obtenido contra la Unión Soviética.

En Italia 1990, la Selección Colombia regresó al Mundial. Ese mismo año, César Gaviria y su lema: “Bienvenidos al futuro” llegaron al poder. El sobresaliente desempeño del combinado nacional sirvió para aclimatar en algo el agitado ambiente político generado por la Asamblea Constituyente y el sometimiento del cartel de Medellín a la justicia. Cabe recordar que, hasta entonces, no temíamos segunda vuelta.

Ese mecanismo se estrenó en 1994, un día después de la derrota contra Rumania. El triunfo de Ernesto Samper sobre Andrés Pastrana hizo sentir que, aunque nos habían derrotado en el Mundial de Estados Unidos, los ciudadanos cumplimos en las urnas y finalmente la democracia triunfaba en nuestro país. No obstante, una semana después se revelarían los vínculos del narcotráfico con la política y el fútbol. La derrota de un equipo amenazado, a lo que se sumaron el fatídico autogol de Andrés Escobar y la denuncia de los ‘narco-casetes’, hicieron que tanto la Selección como la Presidencia fueran asociadas con el tráfico ilegal de drogas.

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En 1998, la segunda vuelta electoral se llevó a cabo un día antes de que la Selección jugara su segundo partido en el Mundial de Francia. El triunfo de Pastrana, quien en aquel entonces se comprometió a negociar con las Farc, estuvo acompañado por la derrota frente a Rumania, el triunfo sobre Túnez y la imposibilidad de clasificar ante la encopetada Inglaterra de David Beckham. Al final, como señaló un programa humorístico de la época: “fracasamos rotundamente”, tanto en el Mundial como en el proceso de paz con el que se comprometió el candidato ganador.

En 2002 y 2006, Colombia no clasificó. El hoy senador Álvaro Uribe ganó en ambas oportunidades en primera vuelta. En esos ocho años, el desinterés por el deporte coincidió con estas dos ocasiones de relativo distanciamiento entre política y fútbol.

En 2010, la segunda vuelta coincidió con el Mundial de Sudáfrica, al que la Tricolor no clasificó. La segunda vuelta, que tuvo lugar mientras jugaban Eslovaquia-Paraguay, Italia-Nueva Zelanda y Brasil-Costa de Marfil, dio como contundente ganador al hoy presidente Juan Manuel Santos, luego de que se apagara, a las buenas, a las malas y por errores propios, la llamada “Ola Verde” mockusiana y su “yo vine porque quise, a mí no me pagaron”.

En 2014, la relación entre fútbol y política se intensificó. A diferencia de lo sucedido en el octenio anterior, el gobierno Santos le dio mucha importancia al ámbito deportivo, y así lo confirman el desempeño de la delegación colombiana en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y la intervención en la escogencia de José Néstor Pékerman como seleccionador nacional. Sin embargo, mientras que los jugadores de la tricolor los quería todo el país, el primer mandatario perdía popularidad entre los ciudadanos.

Tras la derrota en primera vuelta, la “Operación Mandela” desarrollada por un equipo a cargo de comunicadores y asesores de imagen, utilizó el desempeño de la Selección como un presagio del triunfo del entonces presidente-candidato. En esta ocasión, Colombia debutó frente a Grecia un día antes de la segunda vuelta. El triunfo claro y tranquilo fue bien utilizado para apalancar el resultado de la segunda vuelta.

A Pékerman y sus muchachos les correspondió la versión positiva del proceso: con mensajes positivos, cantos, alegría y salsa choke animaron a un país políticamente fragmentado. El retorno de la Selección luego de ser eliminada por Brasil generó sentimientos de unidad y solidaridad, que mitigaron en algo las diferencias ideológicas entre la gente.

¿Qué nos espera este año?

Este junio de 2018 guarda cierta semejanza con lo sucedido en 1998: la segunda vuelta es el 17 y Colombia debuta contra Japón el 19. Hasta ahora ningún candidato se ha apropiado de la Selección y sus figuras, ni los patrocinadores respaldan a ninguna campaña abiertamente. Por su parte, los jugadores, quienes en su mayoría viven fuera del país, tampoco han hecho declaraciones públicas al respecto.

La angustiosa eliminatoria que vivió el equipo coincide con la baja popularidad del presidente Santos. En esta ocasión, el Mundial puede servir para enfriar el acalorado clima político que dejará estas elecciones y sus resultados; servirá también para fijar un clima de opinión sujeto tanto a quien triunfe como al desempeño del combinado patrio. El papel de la tricolor presagiará un buen o mal gobierno al ganador y augurará cuatro años de progreso o retroceso a la sociedad colombiana. Sin lugar a dudas, también habrá lugar para observar cómo se tramitan temores y odios, en esos intersticios entre el mundo político y el mundo del fútbol.

*Politólogo de la Universidad de los Andes, maestro y doctor en Ciencias Sociales de la Flacso, México, profesor asociado y director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana. Lea el artículo original aquí. 

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Por Andrés Dávila*

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