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Mark Twain dijo alguna vez que predecir era una actividad dificilísima, sobre todo cuando se trataba del futuro. Cuánta razón tenía. Por eso, es una agradable novedad saber que alguna actividad humana relevante lo trata a uno bien en este terreno. Con las elecciones colombianas ya me encuentro en la misma liga que el pulpo Paul, uno de mis ídolos, quien acertó ocho veces seguidas los resultados de la selección alemana de fútbol, antes de morir invicto. Estoy seguro de no poder reproducir siquiera a mediano plazo el estándar de cero errores de Paul, aunque en compensación seré algo más longevo.
Particularmente placentero para mí fue haber sido, creo, el único analista que desde muy temprano estuvo advirtiendo públicamente sobre los problemas serios en los que se hallaba Germán Vargas Lleras, quien, como el lector recordará, arrancó la carrera como gran favorito. Por expresar aquellas advertencias, muchas personas me pusieron en mi sitio. Sesudos analistas de izquierda me explicaron que el “sistema” estaba apoyando a Vargas, lo que garantizaba su paso a segunda vuelta. Y profundos centristas me advirtieron que las campañas de hoy en día se jugaban en las últimas semanas: era en este período cuando se notaría —a través de alianzas, financiación, medios y “maquinaria”— toda la fuerza de Vargas.
(Lea: ¿Qué pasó con las maquinarias de la costa caribe?)
¿Cuántos votos pondría la maquinaria?, se preguntó alguno en televisión. ¿Dos, tres millones? Claro, mínimo eso. Otros tantos —incluidos los partidarios de Vargas— confiaban en que las encuestas no estaban registrando las pulsiones de la Colombia profunda. Después vino el sofisticado modelo de César Caballero, que anticipaba también que Vargas acompañaría a Duque en segunda. El propio candidato (o quien administraba su cuenta) tuvo a bien debatir conmigo (vía Twitter), y me explicó con piadoso aplomo cómo sus grandes avances no eran registrados por los sondeos.
Creo que el contraste entre lo que en realidad pasó y lo que estaban afirmando toda una cantidad de analistas y de iniciados deja importantes lecciones, para ciudadanos, periodistas, académicos y políticos prácticos. Basándome en la literatura relevante (desde Tetlock hasta Kanneman), y en mi propia experiencia con nuestras votaciones, sintetizo aquí las cinco que me parecen más relevantes.
1. Preste atención a sus conceptos básicos. Ninguno de los que auguraban el éxito de Vargas se preguntó qué quería decir “maquinaria”, “voto de opinión” o “sistema”. De hecho, si hay algo que está claro sobre los partidos políticos colombianos es su terrible falta de “maquinaria”, de burocracia, de aparato. Si por maquinaria los analistas entendían redes clientelistas, entonces tendrían que haberse preguntado cómo funcionan. Desde hace mucho tiempo es claro que no operan con base en el endoso automático. Más aún, en las presidenciales tienden a irse con quien tiene más probabilidad de éxito. La dinámica aquí no es de delegación sino de bola de nieve. Algo análogo sucede con “sistema”: si por ello se entiende “élites”, entonces sus enormes problemas de acción colectiva son uno de los primeros datos a considerar (créanme, esa es una de las razones subyacentes a su proclividad a la violencia).
2. Cuide la calidad de su evidencia. Los optimistas con respecto de los resultados de Vargas se apoyaron en evidencia endeble y después la magnificaron con entusiasmo. Esta es una de las recetas infalibles para el error. Por ejemplo, si cinco o diez periodistas o medios influyentes le daban una mano (varios lo hicieron más bien abiertamente), eso significaba que el “sistema” lo estaba apoyando. Si parlamentarios influyentes decían que lo respaldarían, entonces era que todos sus votos irían a él. Si a una congresista le encontraban unos cientos de cédulas que correspondían a votos comprados, estos se transformaban automáticamente en millones.
3. Tenga en cuenta las tendencias largas. Desde el domingo se ha repetido que el país cambió, pues derrotó a las “maquinarias”. El año 2018 trajo cosas nuevas e importantes, claro. Pero la derrota de las “maquinarias” viene de bien atrás. Eso fue exactamente lo que encabezó Uribe en 2002. ¿Se acuerdan? Si fuera por las “maquinarias”, Serpa hubiera ganado lejos. Pero apenas Uribe empezó a tener visos de ganador, hubo una estampida (un efecto de bola de nieve) a su favor. Algo análogo se puede decir de las elecciones parlamentarias y las presidenciales. Las lógicas de unas y otras son bien diferentes, desde hace mucho.
4. Tenga en cuenta las tendencias cortas. Después de arrancar de puntero, Vargas no hizo sino caer. Las encuestas colombianas han errado de lejos algunas veces, pero no siempre. Y algo que noté hace rato, y a lo que hasta ahora no le he encontrado excepción: incluso cuando se equivocan marcan bien las dinámicas. Si alguien cae sistemáticamente en los sondeos, la probabilidad de que le vaya bien en las elecciones es muy bajita. Además, Vargas hizo todo lo posible por generar antipatías en todas las familias de votantes: los centristas lo veían como un político tradicional y clientelista, los izquierdistas como un tipo de derecha, y los derechistas como un traidor.
5. Tenga en cuenta la evidencia que va contra sus convicciones. Hay un sesgo implícito en los debates de los medios y de las redes sociales (también en la academia): hablar con seguridad y tener opiniones muy firmes es lo que llama la atención y lo que se impone. Pero para generar pronósticos decentes es necesario dudar. Y mucho. Preferiblemente, dele un poco más de peso a la evidencia que va contra sus propias convicciones. Y cuando se equivoque, dígalo duro y públicamente. Esto es difícil en general, y en nuestra cultura en particular, pero es la única manera de aumentar la tasa de aciertos.
Los modelos matemáticos tienen la ventaja de tener que hacer explícitos los supuestos bajo los que se opera (una pequeña confesión: también llevo tiempo trabajando con un modelo que uso para mis cosas, y de cuando en cuando para las columnas en este diario). El de Caballero no fue una excepción. Contenía varios de los problemas que he expuesto aquí y otros (más técnicos) adicionales. Suponía que las tendencias de las elecciones parlamentarias podían usarse para predecir las presidenciales. Atribuía de una manera más bien ad hoc una cantidad de votos a entelequias: la “maquinaria” y la “opinión”. Y como introducía esos supuestos en un modelo (del tipo llamado bayesiano), que les da importancia a las creencias previas, no se necesita saber mucho de los detalles técnicos para entender que el resultado del ejercicio expresaba básicamente los supuestos erróneos que lo alimentaban.
Caballero denunció, con toda la razón, las agresiones de las que fue víctima por publicar su trabajo. Hay que conservar un nicho de tranquila reflexividad en donde estas cosas se puedan evaluar con cuidado.
@fgutierrezsanin
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