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Las otras guerras de Colombia

El posible envío de tropas a Afganistán y Haití. Hay quienes dicen que se trata de una ‘movida’ clave del Gobierno, pensando en la aprobación del TLC.

Redacción Política
09 de agosto de 2008 - 03:05 a. m.

Cuando el 27 de junio de 1950 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución presentada por Estados Unidos que imponía sanciones militares a Corea del Norte por invadir a Corea del Sur, y el entonces presidente Laureano Gómez puso a disposición del ejército norteamericano un contingente de soldados colombianos, llovieron rayos y centellas. Ahora, el Gobierno anuncia el envío de un grupo de militares a Afganistán y posiblemente a Haití, según dijo, para ayudar en la desactivación de minas antipersona, en la erradicación de cultivos ilícitos y a la paz. Y tal y como sucedió hace 58 años, la opinión pública vuelve a dividirse en torno a lo que para unos significa “cooperación” y para otros “injerencia en un conflicto ajeno”.

Antes se trataba de la lucha contra el comunismo. Hoy es la cruzada contra el terrorismo, que lidera también Estados Unidos, aunque en el escenario nacional ya se escuchan voces que hablan de una estrategia con claros tintes políticos y hasta corren rumores, no confirmados, de que algunos de los participantes en la ‘Operación Jaque’ podrían formar parte de este nuevo ‘Batallón Colombia’ en Afganistán, como una manera de alejarlos del hervidero en que se ha convertido el exitoso operativo después de salir a la luz pública imágenes con detalles desconocidos del mismo.

Colombia entraría en Afganistán a formar parte de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), una misión militar llevada a cabo por la OTAN que ayuda al gobierno afgano a ejercer su autoridad y a tratar de crear las condiciones necesarias para su reconstrucción y estabilización después del tormentoso gobierno de los talibanes. En Haití lo que hay es una misión de paz creada por las Naciones Unidas, que en la actualidad está al mando de Brasil, con el objetivo de desarticular las bandas delincuenciales que tienen azotado el país, apoyar al ejército haitiano y fortalecer el trabajo del presidente René Préval.

Para el ex canciller Augusto Ramírez Ocampo, la colaboración de Colombia en misiones internacionales de paz no es algo extraño y la invitación que ahora se le ha hecho debe ser tomada como una exaltación al Ejército Nacional. “El conflicto de Afganistán tiene un aspecto en común con Colombia y es que en los dos la violencia se financia con recursos del narcotráfico: allá con la heroína y acá con la cocaína”, indicó.

Pero lo que más destaca Ramírez Ocampo es la importancia estratégica de participar en una coalición internacional liderada por la OTAN. En este sentido, el politólogo e internacionalista de la Universidad del Rosario, Enrique Serrano, cree que es una forma de declararse enemigo internacional del terrorismo.


Los ‘peros’ vienen por otro lado. Más allá del discurso antiimperialista que puedan tener algunos militantes de la izquierda democrática en el país, argumentando que este gesto de solidaridad no es más que una muestra de “lambonería” con el gobierno de George Bush; a otros les preocupa el mayor distanciamiento que se pueda producir con esta actitud frente a otros países de la región, como Venezuela, Ecuador y el mismo Brasil. “Nos seguimos equivocando en el manejo de las relaciones internacionales. Hoy somos el patito feo de Latinoamérica”, expresó el senador liberal Héctor Helí Rojas.

Los riesgos de la guerra

Aunque el Presidente y el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, insisten en que las tropas colombianas no entrarían en combate, es innegable aceptar que Afganistán y Haití son países en conflicto y las condiciones pueden variar de un momento a otro. Cabe recordar, por ejemplo, que en junio de 2007 un ataque de milicianos en Líbano a una patrulla del ejército español mató a seis militares, entre ellos tres colombianos.

Por eso, al hablarse del envío de tropas al exterior muchos se remiten a la experiencia de la guerra en Corea. Allí, el gobierno de Laureano Gómez mandó un total de 3.089 militares, de los cuales murieron en acción 131 oficiales, suboficiales y soldados; 69 fueron considerados como desaparecidos y 448 resultaron heridos.

Sobre las acciones del Batallón Colombia se han escrito varios libros, particularmente de quienes fueron sus protagonistas. Pero fue la batalla de Old Baldy, el 10 de marzo de 1953, la que más titulares generó en los periódicos nacionales. Un ataque masivo de tropas norcoreanas, con el apoyo chino, a las posiciones que controlaba el Batallón Colombia, en un momento en que se hablaba de una escasez de municiones, dejaron 18 bajas en las filas colombianas. Cuatro meses después se firmó el acuerdo de tregua, finalizando así más de tres años de conflicto, con aproximadamente cuatro millones de bajas.

Lo que se plantea ahora en Afganistán no es lo mismo. Se trata de un conflicto interno que tuvo su origen en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, que decidió invadir ese país para acabar con el régimen talibán y perseguir a Al Qaeda, la organización de Osama Bin Laden, responsable de los atentados contra las Torres Gemelas en Nueva York. Pero esta circunstancia es la que precisamente hace que los riesgos que puedan correr las tropas colombianas sean mayores, ya que los subversivos afganos utilizan métodos de guerra no convencionales, como ataques suicidas, asesinatos y secuestros.


Según un reciente informe del diario El País de España, el número de soldados estadounidenses fallecidos en ese país ha superado el umbral de 500, y, desde mayo, las tropas de la coalición internacional han sufrido cada mes más bajas que las de estancia en Irak. “El progresivo deterioro de la situación en Afganistán se está acentuando de manera marcada este verano, según reflejan las estadísticas. El pasado fue el peor julio desde que la coalición internacional invadiera el país para acabar con el régimen talibán”, señaló El País, revelando que más de 600 soldados afganos perecieron entre marzo de 2005 y marzo de 2008 y más de 1.000 policías lo hicieron en el último año.

Según el ministro Santos, la cooperación colombiana no pasaría de 100 efectivos y la premisa fundamental es que no se afecte el esfuerzo para mantener la seguridad democrática del país. Las tropas irían a reforzar el destacamento español de Qal-i-Naw, en la provincia afgana de Badghis, un batallón de reacción rápida que controla la seguridad de una región con cerca de 400.000 habitantes. Estrategia o no, el Gobierno del presidente Uribe está a punto de internacionalizarse en su lucha contra el terrorismo, lo que sin duda serviría para recibir un mayor respaldo en la lucha interna contra las Farc. También hay quienes dicen que se trata de una ‘movida’ clave pensando en la aprobación del TLC.

No es la primera vez en Afganistán

Desde que en 2005 Habibullah Qaderi, ministro antinarcóticos de Afganistán, visitara Colombia, se empezaron a tender los puentes de colaboración entre ambas naciones. Algunos meses después de esta visita, un grupo de efectivos de la Policía Antinarcóticos de Colombia viajó a Kabul para compartir con las autoridades antidrogas afganas su experiencia en la lucha contra la heroína.

La presencia de los policías colombianos no tenía otro motivo que empezar a aplicar el ‘Modelo del Plan Colombia en Afganistán’. La situación era urgente. Tras el férreo mandato talibán, que no permitía el cultivo de amapola, el país se convirtió vertiginosamente en el principal exportador de heroína del mundo, alcanzando a cooptar más del 90% del mercado.

El principal interesado en aplicar este modelo era Estados Unidos. Y uno de los movimientos fundamentales de los norteamericanos consistió en transferir a su embajador en Bogotá, William Woods, a la capital afgana. El embajador llegó a Kabul en abril de 2007. Poco tiempo después, un grupo de policías afganos viajó a Colombia para recibir entrenamiento por parte de la Policía.

 

Por Redacción Política

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