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Las propuestas de las víctimas

Que las Farc digan la verdad, que los dejen venir al país a dar la cara y que se juzgue a los empresarios que han contribuido a la guerra.

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Gloria Chaparro / Cali
06 de agosto de 2014 - 04:20 a. m.
Con fotos de sus familiares asesinados o desaparecidos, las víctimas pidieron —en el foro nacional que terminó ayer en Cali— que se haga justicia. / AFP
Con fotos de sus familiares asesinados o desaparecidos, las víctimas pidieron —en el foro nacional que terminó ayer en Cali— que se haga justicia. / AFP
Foto: AFP - LUIS ROBAYO
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Esclarecer la verdad de las muertes y desapariciones de sus familiares cometidas por los grupos armados ilegales —sean guerrilla o paramilitares— fue la propuesta que tuvo más acogida durante el Foro Nacional de Víctimas que terminó ayer en Cali, cuyo objetivo fundamental era recoger las propuestas de quienes han padecido los rigores del conflicto, las cuales serán llevadas a la mesa de negociaciones de La Habana, Cuba, para ser abordadas por el Gobierno y las Farc.

Una guerra que ha dejado dolor y tristeza, algo que se reflejó en los rostros de todos los participantes en el evento —sin importar raza ni condición social o económica—, quienes contaron sus casos de dolor y rabia en las 32 mesas dispuestas para escucharlos. La frase generalizada en contra de las Farc fue: “que nos digan dónde están nuestros familiares y que nos entreguen sus cuerpos”.

Un foro en el que también se escucharon propuestas osadas, como la del exrepresentante a la Cámara y exsecuestrado de las Farc Orlando Beltrán, quien enfatizó que la guerrilla tiene que decirles a sus víctimas toda la verdad y, si es posible, que el Gobierno les dé pasaportes a sus negociadores para que vengan al país y le digan a la gente dónde están los cadáveres de sus familiares, esos que una vez se llevaron y de los que nunca se volvió a saber nada. “Esto es fundamental para la credibilidad del proceso de paz”, afirmó.

No faltó quien pidiera que también se juzgue a los empresarios que contribuyeron con sus dineros a sostener actores armados ilegales. Otros hablaron de la necesidad de un cese bilateral al fuego en las zonas donde hay combates y del desmonte real del paramilitarismo, con garantías de no repetición de sus desmanes y asesinatos. Todas ellas propuestas plasmadas en hojas blancas y pegadas en el suelo de uno de los corredores del Centro de Convenciones del Pacífico, sede del foro.

Algunos llevaban también carteles con peticiones en sus pechos, como una forma de expresar lo que piensan y sienten. “No pararse de la mesa de La Habana hasta que se logre un acuerdo”, “por los derechos a la salud y educación”, “queremos el retorno de los desaparecidos a sus hogares” o que “el 50% de las víctimas de las Farc tengan participación en la mesa de La Habana”, fueron otras de las solicitudes.

Cada quien cargando su propia historia de violencia, sin importar si el victimario fue la guerrilla, los paramilitares o agentes del Estado, pues incluso en muchos casos hay todavía confusión y no se sabe quién fue el responsable. Como le sucede a Porfirio Vallecilla, un afrodescendiente de Zabaletas, zona rural de Buenaventura, quien desconoce si fueron guerrilleros del Eln o los paramilitares los que llevaron la violencia a su pueblo.

“Fui desplazado de mi finca en el año 2000. Eran constantes los ataques y los asesinatos, donde obligaban a la gente a ver cómo mataban a sus hermanos e hijos. Mi hermana no resistió y murió a los 32 años. Ojalá lleguemos al fin del conflicto para estar tranquilos. No importan las riquezas sino la paz y tenemos que aprender a perdonar”, dice Vallecilla con los ojos tristes y llorosos.

¿Perdonar? Myriam Yolanda Gomacoa, de 58 años, afirma — en cambio— que no lo hará. Hace 12 años, integrantes de la columna Daniel Aldana de las Farc se llevaron a su hijo, Richard Paso Gomacoa, transportador, en la zona rural de Pasto: “Ha sido mucho el sufrimiento, perdí mi finca y a pesar de más de una década de la desaparición de mi hijo, me siguen amenazando. Sólo les pido que me entreguen su cuerpo. Lo he buscado por los ríos, que me digan la verdad”, reclama.

Le tocó vender lo poco que tenía y hoy vive en Cali en una pieza, donde trabaja arreglando ropa. “Voy a ir a la Defensoría del Pueblo a ver si me ayudan, pero no perdono”, y la frase la refuerza moviendo la cabeza de un lado para otro. Es el drama y el sentir de cada quien, pero en lo que sí están todos de acuerdos es en que la paz es una necesidad que hoy más que nunca hay que buscar.

 

Por Gloria Chaparro / Cali

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