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Las tendencias electorales a mitad de la jornada

Con casi la mitad de los votos contados hacia las siete de la noche, los números y porcentajes de los partidos políticos en contienda (que ya empezaban a perfilar ciertas tendencias) eran muy bajos como para sacar una predicción precisa. Pero otras cosas sí pudieron registrarse desde muy temprano.

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El Espectador
10 de marzo de 2014 - 12:23 a. m.
Las tendencias electorales a mitad de la jornada
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La abstención, por un lado, una tendencia histórica de esta sociedad colombiana que está claramente politizada, pero es poco política en el sentido más puro del término: esa preocupación ciudadana por participar plenamente y de manera razonada en las decisiones que afectan a todos sus miembros fue, en efecto, la gran ausente. Con la opción del voto tirada al garete (más del 50% no salió a votar), lo que deja la abstención a su paso es la oportunidad para que las maquinarias políticas, los viejos caciques de las regiones y los votos comprados y los sacados a la brava y los heredados tengan un puesto fijo dentro de las instituciones del Estado.

Es obvio que el hecho mismo de no votar es una clara muestra de que la sociedad no cree en sus instituciones. O por lo menos no en sus representantes. Pero la forma de cambiar eso, justamente, es saliendo a votar por los que ayer llamábamos desde estas líneas “candidatos decentes”. Que los hubo, sin duda. Pero ahí es donde queda la indignación que también caracteriza a esta sociedad colombiana: en que los votos de las maquinarias entren con peso y por la puerta grande de una institución tan fundamental como lo es el Congreso. Que se repita, de nuevo, el círculo vicioso de que los mismos queden siempre. Se trata de un mal parte, sin duda.

La seguridad, por otro lado. Concluida la jornada de votación, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, dio la noticia de que estas del pasado domingo fueron las elecciones más seguras de los últimos 20 años. Treinta y un personas capturadas por delitos contra el sufragante, seis por corrupción a los votantes, dos por voto fraudulento y una por perturbación del certamen democrático, según la misma declaración del ministro, es, sin duda alguna, una noticia de destacar. Sí se puede que, poco a poco, un acto civilizado como el de votar no esté marcado por la barbarie. Al menos en el acto mismo de votar no hay violencia. Otra cosa es, insistimos, en el acto del proselitismo y de la elección, donde siguen quedando personas con fuertes presunciones de estar emparentadas con la ilegalidad. Pero ese mal parte pertenece a otra categoría. Duele decirlo, pero la relativa paz de la jornada en sí, como forma de la democracia, no deja de ser un buen parte. De un avance indudable.

Finalmente, el Congreso, sin duda el más importante pedestal dentro de esta contienda. Todo parecía indicar que se estaba conformando una derecha fuerte y representativa para el Legislativo. Eso no era tan claro hace unos meses. Y esto es, pese a que muchos de esos representantes sostengan posturas ideológicas opuestas a la de este diario, un parte positivo. Mucho más en el período en el que —esperamos— se definirá el fin de una guerra muy larga. ¿O no es la derecha una fuerza fundamental para llegar a un acuerdo? ¿O alguien puede suponer que un pacto de paz se podría hacer sin la inclusión de esa derecha, del expresidente Álvaro Uribe, masivamente votado ayer? Mucho más constructivo que trinar de la rabia y polarizar el país, unas curules en el Congreso serán la oportunidad de darle altura y legitimidad al debate.

Y la izquierda, a la vez, aparecía duramente golpeada y sería lamentable que por sus errores internos evidentes la izquierda democrática haya perdido el espacio que había conseguido en los últimos años. Todo parece indicar que sí. Y preocupa.
 

Por El Espectador

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