Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Los tercos fusiles agudos no dejan de sonar en Colombia

Después de 30 años de depender de los Galil israelíes, el presidente Gustavo Petro y el ministro de Defensa anunciaron una nueva era en la fabricación de estas armas en el país. Crónica de la historia de Colombia a punta de fusilería.

Nelson Fredy Padilla

28 de septiembre de 2025 - 09:00 a. m.
El fusil calibre 5,56 que el presidente Gustavo Petro presentó esta semana como el reemplazo fabricado por la Industria Militar Colombiana de los Galil israelíes.
Foto: @petrogustavo
PUBLICIDAD

Como si se tratara de un triunfo, el pasado miércoles el presidente Gustavo Petro anunció en su cuenta de la red social X: “Vamos a hacer nuestros propios fusiles. Indumil debe ser plataforma de la industria metalmecánica de Colombia”. Y el ministro de Defensa, general en retiro Pedro Sánchez, presentó con orgullo el más reciente modelo de fusil producido por la Industria Militar Colombiana. Dijo que que nuestro país da un paso definitivo hacia la autosuficiencia en ese tipo de armas de combate y dejará de depender de los Galil de fabricación israelí y de su asistencia técnica, según Petro, como una forma de fortalecimiento de la industria nacional y de protesta por el genocidio de palestinos en la franja de Gaza.

Con autorización del jefe de Estado se avanza en la producción de 400 mil de esas armas calibre 5,56 que reemplazarán a los Galil desde julio de 2026, a un ritmo de 40 mil por año. Cuando el ministro detalló en rueda de prensa que “es un 15% más ligero que el Galil y 25% más económico” me recordó a los comandantes de las Fuerzas Militares de 1994 mientras me explicaban la urgente conveniencia de que los soldados colombianos usaran el fusil israelí Galil a cambio del G-3.

En ese entonces, El Espectador denunció a lo largo un año las irregularidades en la licitación con la que el Ministerio de Defensa le otorgó a la industria de Israel el contrato con el que se empezaron a importar y luego a fabricar aquí los Galil, un escándalo por el que se abrieron investigaciones y hubo largos debates en el Congreso Nacional que terminaron sin ningún sancionado. Por investigar ese recordado caso, este diario recibió el Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)-The Miami Herald al Periodismo en Profundidad en 1995, aunque al tiempo hubo investigaciones de parte del Ejército por haber revelado supuestos secretos de Estado y amenazas anónimas.

El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, presentó en rueda de prensa el nuevo fusil, que aquí luce a su derecha un soldado profesional del Ejército Nacional, y que también será para exportar.
Foto: Cortesía Mindefensa

Yo era corresponsal de guerra de este diario, según se lee en el carnet expedido entonces por el Ministerio de Defensa, luego de cumplir con un curso que incluía aprender desde por qué Colombia estaba en conflicto hasta qué era un fusil y cómo se disparaba en la Brigada 13 del Ejército Nacional. Así me enteré de qué armas usaban militares y policías. Luego vi las de guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes. Fui testigo de combates tan lejanos como en Vichada y tan cercanos como en las afueras del sur de Bogotá, por el lado de Usme. Conocí a los comerciantes de armas, representantes de multinacionales, que frecuentaban el Ministerio de Defensa. Allí, durante un cambio de guardia en el que a un soldado se le trabó el fusil de dotación, me enteré por boca de un oficial que el Ejército Nacional había decidido cambiar los fusiles G-3 por Galil. A pesar de que se abrió una licitación pública, en los pasillos del edificio se hablaba de que el contrato sería adjudicado a los empresarios israelíes, amigos de altos mandos militares que se citaron con nombre propio en su momento.

Read more!

Contra viento y marea, se impusieron los Galil, llegaron los primeros 200 mil fusiles para las Fuerzas Armadas y empezó un proceso de asesoría técnica militar que, según los informes del Ministerio de Defensa al Congreso, llevó a Indumil a producir 30 mil por año, alcanzando un pico de 38.500 en 2004, siendo la única fábrica autorizada a nivel internacional y llegando a ser proveedora de la Fuerza de Defensa Israelí. (Lea aquí una investigación de Nelson Fredy Padilla sobre hasta dónde llegó la influencia militar israelí en Colombia).

Read more!

En tres décadas y con licencia israelí, Colombia aprendió a fabricar sus propios fusiles y la orden ahora es consolidar al país como productor autónomo y exportador de fusiles a gran escala. El gobierno de la paz total explicó esta semana que le pone fin a esa era por motivos de “defensa nacional, soberanía militar y autonomía estratégica”.

Ejemplo de las investigaciones de El Espectador en los años 90 por la cuestionada llegada de los fusiles Galil a Colombia.
Foto: Archivo de El Espectador

De la Independencia al siglo XIX

Es pertinente recordar por qué la historia de la violencia de nuestro país ha transcurrido y seguirá sucediendo al ritmo de tiros de fusil. Los “tercos fusiles agudos”, como los llamó el poeta Federico García Lorca en la Guerra Civil española, nos acompañan desde que éramos un proyecto de nación independiente. Lo recuerda el escritor William Ospina en su libro En busca de Bolívar: el Libertador tenía 30 años de edad cuando llegó a Cartagena con un manifiesto para convencer de su sueño revolucionario al presidente Manuel Rodríguez Torices. Estuvo a punto de ser pasado por las armas, pero terminó al mando de 200 hombres en la aldea de Barrancas y levantó un ejército a partir de 16 fusiles, que describió como “buenos fierros” para enfrentar a los españoles así escasearan las piedras de chispa o “las agujetas para destapar los oídos de los fusiles”. El verbo fusilar empezó a hacer carrera.

Al dar cuenta de la guerra de 1876, El diario de Cundinamarca critica a la dirigencia política y, en especial, a “curas i obispos” por “andar en los campamentos fusil al hombro y escitando a la matanza”, en cambio de dar ejemplo “a sus ovejas i aliviando las desgracias privadas”.

En El país que se hizo a tiros. Guerras civiles colombianas 1810-1903 (Debate 2013), Gonzalo España recuerda la llamada Guerra del 60 cuando frente a la revolución liberal “los conservadores antioqueños, dueños de un amplio y rico territorio, procedieron sin pérdida de tiempo a sembrarlo de fusiles y fortalecer sus defensas”.

No ad for you

Desde las páginas de El Índice, el 31 de julio de 1865, Camilo Antonio Echeverri dio noticia del armamentismo de ese estado que entonces se había declarado independiente: “Antioquia tiene obra de 17.500 fusiles de la mejor calidad, pues, según carta de Nare, deben haber llegado el 24 del corriente 2.500 en el vapor Antioquia y, como dijimos en el número anterior de El Índice, ya había 15.000 en el Estado. Se habla de otro cargamento que está en vía; pero nosotros no hacemos caso de eso: 10.000 fusiles más serían tan innecesarios como un fusil más. Y decimos innecesarios, porque a Antioquia le bastan, con exceso, las armas que a la fecha tiene”.

El periódico La Opinión del 8 de septiembre de 1863 advierte de “nuevos delirios de ametralladoras y rifles, que sacrificarán a otros patriotas y le darán tema a la Regeneración para más salvaciones del país”. El 23 de octubre de 1863, Santiago Pérez respondió desde Elberfeld, Alemania, la ciudad donde se había radicado en su destierro, una carta de Modesto Garcés, quien le informaba que había entrado en contacto con un fabricante de armas dispuesto a suministrarles, con dos años de plazo, 15 mil fusiles con sus dotaciones.

No ad for you

Reinaba “el sagrado derecho a la insurrección”, había libre tránsito de armas y pólvora y la guerra se promovía desde el púlpito y el confesionario. En la guerra de 1876-77 o guerra de las escuelas, “cuando las cosas se pusieron al rojo vivo y entraron por el camino del no retorno, muchos curas se remangaron las sotanas y empuñaron los fusiles”.

Portada de El Espectador de 1964 sobre la Operación Marquetalia del gobierno contra insurgentes, donde se informaba de la dimensión de las nuevas guerrillas colombianas, ya armadas con fusiles.
Foto: Archivo de El Espectador

El cruento siglo XX

El sociólogo Alfredo Molano Bravo, en libros como Siguiendo el corte, cuenta cómo a punta de fusil se sembró La Violencia del siglo XX mientras quedaban en el olvido las pistolas que disparaban una mezcla de pepas de higuerilla y pólvora, las macocas y las escopetas de fisto. Había tal ansia de matar y tan poca munición que “mandaban fusilar en fila para no gastar más de uno o dos tiros”. Una bala de un pesado Máuser “atravesaba, como si fuera greda, un palo de tres abarcaduras”.

Los ejércitos civiles que lideraban la violencia política entre liberales y conservadores celebraban la obtención de fusiles M-1 “nuevecitos, empavonados, todos querían conocerlos y probarlos”. En los años 50 el Ejército Nacional ya ostentaba con esos con y Famages, luego reemplazados por M-2 en los años 60. En las zonas rurales, los gamonales campesinos mantenían la costumbre de tener algún lote de fusiles escondido, previendo una nueva guerra.

No ad for you

A mediados de los años 60 el fusil ya era el arma más buscada de las nacientes guerrillas de las Farc y el Eln. En sus investigaciones sobre las Farc el escritor Arturo Alape hablaba de los tiempos de la “muerte afusilada”. Enseguida, la guerrilla M-19, de la que hizo parte el hoy presidente Petro, sabía que los fusiles representaban el máximo poder de los grupos ilegales y por eso en 1978 planearon el robo de 5.000 en el Cantón Norte del Ejército en Bogotá y en 1981 se les hundió el barco El Karina, que traía 400 toneladas de armas de origen alemán.

En el año 2000 y una guerra creciente, las Farc habían superado los 20 mil hombres en filas y para dotarlos compraban lotes como el de diez mil fusiles jordanos AKM que llegaron a la selva en una operación que involucró, entre muchos, al asesor presidencial peruano Vladimiro Montesinos, y que se sumaron a los arsenales de AK-47 rusos, AKM húngaros, MpiKM de Alemania Oriental, y FAL M63 y M61T1 belgas.

En el libro Ahí les dejo esos fierros, los alzados en armas le contaron a Molano Bravo como era su vida de “combatientes de fusil y canana” y por qué el fusil ruso AK-47 era el preferido. Una exguerrillera le dijo lo que sintió después de haber dejado las armas: “No me acostumbraba a moverme sin el peso del fusil. Me despertaba y buscaba el frío del cañón, el gatillo, la culata. Había entregado mi poder. Sin el fierro era casi otra persona, nadie”.

No ad for you

Mientras tanto las Fuerzas Militares de Colombia habían multiplicado los batallones de fusilería camino a las brigadas móviles, las fuerzas especiales, las fuerzas de despliegue rápido, “Las guerras recicladas”, de las que escribió la periodista María Teresa Ronderos (Aguilar, 2014).

Este es el nuevo fusil de las Fuerzas Militares que reemplazará al Galil israelí.
Foto: Mindefensa

El fin de la era de los Galil cierra otro ciclo, como cuando terminó el del G-3. Según el informe “Rastreo de armas”, publicado por la Fundación Ideas para la Paz en 2009, durante los años 60 y comienzos de los 70 la firma alemana Heckler & Koch le vendió a Colombia 55.000 fusiles, incluida una licencia para ensamblar y reparar. Lo mismo que pasó con el Galil. Eso sin que la fuerza pública colombiana se privara de usar otros fusiles como los M-4 y M-16 estadounidenses, que llegaron comenzando el siglo XXI en el marco del Plan Colombia y como parte de la guerra contra el narcotráfico.

Los narcotraficantes, a través de los carteles de Medellín y de Cali, y del patrocinio de grupos paramilitares, llevaron a otro nivel el mercado de fusiles como el R-15. Solo a la organización criminal de Pablo Escobar, el Bloque de Búsqueda de la Policía le decomisó más de mil fusiles. Según el registro de la Presidencia de la República titulado “Relación del armamento entregado por las autodefensas durante el proceso de paz” (2008), esos alzados en armas entregaron 13.038 fusiles, la mayoría AK-47 provenientes de Bulgaria. Eran parte del contrabando realizado desde la fábrica Arsenal Kazanlak, usando certificados de importación falsos y con la ayuda de miembros del Ejército colombiano. Los propios paramilitares narraron a fiscales de la Unidad de Justicia y Paz en 2001 cómo trajeron a Colombia 3.400 fusiles en el barco Otterloo desde Panamá hasta el golfo de Urabá, con ayuda de empresarios bananeros.

No ad for you

A Colombia también llegaban fusiles provenientes de saldos de guerras de África. Son los mismos mercados legales e ilegales que hoy se mantienen y se han diversificado por la atomización de exguerrillas, exparamilitares y exnarcos, mafias de todo tipo que se apropiaron de las regiones donde imperaba la ley de las Farc o donde subsiste el Eln y el Estado no ha impuesto el poder de sus armas que, según los planes de desarrollo de la fuerza pública, debe tener en inventarios medio millón de fusiles de aquí a 2030.

Podría seguir citando casos y cifras que muestran la dimensión y consecuencias de que Colombia sea epicentro de la industria armamentista, uno de los países del mundo por el que más fusiles han pasado y, en el futuro cercano, en el que más se hayan fabricado. Es un círculo vicioso que entendí no solo hablando con los generales de la República y los comandantes de batallones, sino con los alzados en armas.

Nelson Fredy Padilla entrevistando al cabecilla de las Farc, alias Mono Jojoy, en el año 2000, fusil de por medio.
Foto: Foto de Claudia Rubio

Hace 25 años entrevisté a alias Jorge Briceño o Mono Jojoy, el entonces jefe militar de las Farc. Mientras esa guerrilla negociaba la paz con el gobierno de Andrés Pastrana en el Caguán, me dijo en las selvas del Yarí que él jamás entregaría su fusil. Como respuesta a una pregunta sobre su real voluntad de dejar las armas, mirándome envalentonado, puso de por medio sobre la mesa en la que hablábamos el M-16 que le robó a un capitán antinarcóticos de la Policía Nacional durante el sangriento asalto a la base de Miraflores en 1998. Era su trofeo de guerra y dicen que murió aferrado a él cuando su campamento fue bombardeado por la Fuerza Aérea en 2010. Luego fue alias Iván Márquez quien aseguró: “La paz no significa el silencio de los fusiles”. Lo cual sigue demostrando al frente de los delitos de las disidencias de las Farc que llama Segunda Marquetalia.

No ad for you

El ahora analista e investigador social León Valencia escribió en su libro Mis años de guerra (Norma, 2008), sobre su militancia en el Eln en la que el último fusil que usó fue un M-16: “Cuando me desmovilicé y volví a la vida civil un día iba sólo por una calle y de repente apareció un policía, instintivamente mi mente se activó y moví mi brazo como buscando el fusil que ya no estaba a la mano… Ahora sé que los fusiles son la mayor desgracia de la humanidad”.

Con razón con los casi diez mil fusiles que entregaron las Farc tras la firma del acuerdo de paz de 2016, durante el gobierno de Juan Manuel Santos, la artista colombiana Doris Salcedo se negó a hacer un monumento y construyó a cambio el contramonumento Fragmentos, un piso helado de acero fundido, marcado a golpes por mujeres víctimas de la violencia, que cualquier colombiano puede visitar en el centro de Bogotá para recordar que la paz total de Colombia no se logrará fabricando más armas.

Con razón Federico García Lorca dejó constancia poética antes de ser fusilado, al comienzo de la Guerra Civil Española, el 18 de agosto de 1936, en la comunidad de Andalucía: Tercos fusiles agudos por toda la noche suenan...

No ad for you
La artista colombiana Doris Salcedo revisa el contramonumento Fragmentos, el piso que hizo con el metal fundido de los fusiles entregados por las Farc en 2016. / Christian Garavito
Foto: Cristian Garavito

El fusil en la literatura colombiana

Gabriel García Márquez escribió en “Vivir para contarla”, su autobiografía, que el sonido de los fusiles marcó su percepción de la violencia en Colombia durante El Bogotazo del 9 de abril de 1948. Estando en medio de la revuelta, en el centro de la capital colombiana, las tropas “hicieron una descarga de fusil tan cerca de nosotros que me retumbó dentro del pecho. Desde entonces tengo la convicción de que un fusil puede matar con el solo estampido”. En “Cien años de soledad”, uno de los protagonistas de la matanza de las bananeras es “un escuadrón del ejército regular que debajo de sus ricas chilabas escondían fusiles de reglamento”.

Los poetas también se ocuparon del tema. José Asunción Silva describió “el cadáver del pobre recluta muerto, destrozada la cabeza por una bala de Rémington”, que en el “combate siniestro, cayó gritando: ¡Adiós Mamá!”; Ismael Enrique Arciniegas recreó la vida del Cacique Guanentá, a punto de lanzarse al río Chicamocha con tal de no sucumbir ante los arcabuces españoles allá por 1540. Clímaco Soto Borda investigó la Guerra de los Mil Días, dibujando “al gran general Pulido, en la batalla de El Cocuy”, donde fusiló “dos mil liberales y se quedó fresco muy”. Jorge Artel reconstruyó el 9 de abril de 1948, cuando “¡Mataron a Jorge Eliécer Gaitán!” y “los fusiles caían en nuestras manos”.

No ad for you

Por Nelson Fredy Padilla

Periodista desde 1989, magíster en escrituras creativas, autor de cinco libros, catedrático de periodismo y literatura desde 1995, y profesor de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, del Instituto de Prensa de la SIP y de la Escuela Global de Dejusticia.@NelsonFredyPadinpadilla@elespectador.com
Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.