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Usted ha insistido en que los congresistas reduzcan sus períodos de vacaciones, salarios y camionetas blindadas. Estas propuestas son populares —o populistas—, pero no resuelven problemas de fondo y se sabe que es casi imposible que las aprueben. ¿Cómo hará para que los parlamentarios voten en contra de sus privilegios?
No podemos hablar de cambio si el Congreso mismo no demuestra que está asumiendo este proceso. Lo que exigen los colombianos hoy no solo es una transformación política o económica, sino ética. Si esas propuestas se aprueban —y yo creo que sí— significaría que la clase política desea enviarle mensajes positivos al país. No es un secreto que el 90 % de los ciudadanos califica a los congresistas de manera negativa. Se necesita un gran acuerdo de los integrantes del parlamento para dar señales claras de que hay disposición de dar pasos en el sentido correcto. De otro lado, la Cámara tiene una bancada de 71 representantes alternativos, si incluimos a los elegidos por las circunscripciones de paz. Para aprobar cualquier proyecto de ley se requieren 95 votos. Estoy seguro de que podemos llegar a ese número si contamos con el apoyo de algunos congresistas de los partidos tradicionales para aprobar la reducción de nuestros salarios y la disminución del período de receso legislativo, entre otros proyectos. En el Senado se presenta una situación similar. Si llegáramos a lograrlo, recuperaríamos parte de la credibilidad perdida y de confianza en la institucionalidad del Congreso que, a su vez, redundaría en que la ciudadanía piense que sí es posible un ejercicio distinto de la política.
Usted ha sostenido que la Cámara tiene “un 70 % de renovación”. ¿A cuáles partidos y representantes incluye en esta categoría?
Incluimos la bancada del Pacto Histórico, compuesta por treinta congresistas; las del Nuevo Liberalismo, el partido Verde y la Coalición de la Esperanza, que suman veinte; las 16 curules de paz y las cinco del partido Comunes.
Los representantes pueden ser novatos pero los partidos a los que pertenecen la mayoría siguen siendo los tradicionales, con toda su carga de clientelismo y corrupción. ¿Cree que esa marca desaparecerá mágicamente o que se está camuflando para beneficiarse del nuevo gobierno, pero que, más pronto que tarde, resurgirá con los mismos pecados?
No somos ingenuos. Sabemos que esas características que usted menciona forman parte de la política tradicional. Sin embargo, en la actualidad, la presión ciudadana es tan fuerte que hasta quienes integran las viejas formas comprenden que si no cambian, los cambian. Parcialmente, este fenómeno produjo los resultados electorales que obtuvimos en las pasadas elecciones, cuando avanzamos, en materia de representación, en más del 100 % con respecto a la legislatura pasada, a pesar de que todavía no constituyamos la mayoría absoluta.
Siente uno que hay, en afecto, una ola de exigencia pública en materia de renovación política, pero esto apenas empieza: muy pronto reaparecerá la que, tristemente, se conoce como “realpolitik”, teoría según la cual siempre prima el pragmatismo sobre las consideraciones éticas. Es decir, que es inevitable que aparezcan las transacciones politiqueras ¿Qué opina al respecto?
Sentarse en la mesa con aquellos con los que antes no hablabas no implica ceder principios éticos. El problema es con cuáles condiciones y objetivos se llega a ciertas concertaciones. Quisiéramos haber tenido una bancada más grande para poder actuar con más autonomía de la que contamos, pero la realidad nos impone la necesidad de construir acuerdos con quienes no están 100 % de acuerdo con nosotros. Si las bancadas tradicionales se comprometen a apoyar y votar unas reformas estructurales como la tributaria, la agraria y la del sistema de salud, entre otras, al final ganaría el país. Y eso es lo que importa.
Usted llegó a la presidencia de la Cámara con 182 votos de 187 posibles. Pero antes de que Petro ganara las elecciones presidenciales usted integraba una minoría absoluta. ¿Cómo hizo y mediante cuáles acuerdos y compromisos logró que el 97 % de los presentes votara por su nombre? El unanimismo suele traer compromisos bajo la mesa...
Hubo un acuerdo político, justamente, en función de las reformas y los cambios que pretendemos ejecutar, sobre la forma y los turnos en que se asumirán las responsabilidades en las comisiones y mesas directivas de la Cámara. Cuando invitamos a otros a dialogar y construir una agenda común de cambio, se hizo bajo el entendido de que también asumirían responsabilidades en esta tarea. Por eso se pactó que tendrían dignidades en las diferentes presidencias de las comisiones. No hay ningún tipo de acuerdo debajo de la mesa, no hipotecamos el Estado ni hicimos ninguna transacción en contra de nuestro ideario ético. Un acuerdo político entre distintas corrientes del Congreso no significa que todos terminemos pensando igual o actuando del mismo modo; por el contrario, llegamos a acuerdos a partir de las diferencias entre unos y otros.
Entre otras cosas, ¿cómo desbancó a la representante Katherine Miranda, de la Alianza Verde, que aspiraba a la presidencia de la Cámara, como usted, y quien contaba, al inicio, con una intención del voto de sus colegas mayor que la suya?
Una cosa es el debate que se refleja en las noticias de los medios de comunicación y en los mensajes de las redes sociales, y otra lo que sucede en la mesa de compromisarios de los diferentes partidos. Llegamos a acuerdos entre todos, y también con Katherine Miranda y con Andrés Calle, del Partido Liberal. Y me alegra que hubiéramos podido hacerlo, porque eso nos permitió salir fortalecidos.
¿Cómo lograron, en la misma sesión en que lo eligieron a usted, la enredada y cuestionada elección, con una mayoría abrumadora de 137 votos, para el cargo de secretario general de la Cámara de Jaime Luis Lacouture, del Partido Conservador, a quien le tachaban impedimentos legales o éticos por haber sido, hasta unos minutos antes, magistrado del Consejo Electoral y partícipe de la revisión de los escrutinios de varios de los representantes que votaron por él? Parece una pirueta truculenta...
Los compromisos no se hacen persona a persona ni con nombres o apellidos. Se asumen entre partidos y, después, hay respeto por las decisiones que toma cada uno en el momento de postular candidatos. En el análisis jurídico que se hizo en la Cámara sobre presuntos impedimentos del aspirante del Partido Conservador, no había ninguna irregularidad o ilegalidad que impidiera su elección. Reitero que el elegido fue postulado por los conservadores.
Me extraña su tono tan conciliador. Hasta hace muy poco usted era beligerante en sus posiciones. ¿Qué cambió?
Dirigir es el arte de construir en escenarios imperfectos. Con tal de que no haya ninguna ilegalidad o irregularidad, como lo certificó la Comisión de Acreditación de la Cámara, es necesario aprender a construir con quienes son diferentes a nosotros. Esa fue la invitación que nos hizo el presidente Gustavo Petro como una de las formas de reconciliar el país.
Volviendo al unanimismo, este suele ser pernicioso porque los partidos tradicionales, que ahora se abrazan con el Pacto Histórico, han condicionado sus votos a contratos y puestos. El gobierno Petro cuenta, para iniciar su cuatrienio, con una gran parte del Senado y la Cámara debido a “acuerdos” con esas colectividades. ¿Cómo puede transformarse el Congreso con quienes han demostrado desidia, ambición y corrupción de los recursos públicos?
Petro no intervino en el proceso interno de elección de las mesas directivas ni de las otras dignidades del Congreso. Reitero que este primer año será clave porque, en este tiempo, podremos darnos cuenta de la actitud real de los partidos y de su compromiso con la agenda de cambio. En las votaciones de las reformas estructurales veremos si, realmente, ellos acompañan el proyecto político del Pacto Histórico o no. Entre tanto, no debemos presumir cuál será su conducta.
Haga, por favor, un breve análisis del discurso del presidente saliente el 20 de julio en la instalación del nuevo Congreso...
Quienes escuchamos al presidente Duque no supimos a cuál país se refería. Los indicadores de seguridad, pobreza y corrupción, que todo el mundo conoce, muestran una realidad completamente diferente a la que el jefe de Estado mostró en su rendición de cuentas. Es un hecho que se puede demostrar con estadísticas, cifras y cuentas que Colombia está, hoy, en muchos aspectos, peor de como la encontró quien hasta el final de su mandato vivió desconectado de la cotidianidad nacional. También hay que decir que es muy lamentable que Iván Duque hubiera utilizado la dignidad presidencial para golpear, una vez más, a la oposición.
Los gestos y la forma como se expresaba el presidente daban la impresión, al menos, en pantalla, de una persona arrogante y retadora. ¿Cómo vio al jefe de Estado saliente la bancada de oposición, que dentro de pocos días pasará a ser la del nuevo gobierno?
Duque ratificó, en ese último discurso ante el Congreso, que fue un presidente que se negó, hasta el final, a ser el mandatario de todos los colombianos y a escuchar a un sector muy importante de la vida política. Nadie puede negar que durante su gobierno hubo ausencia total de diálogo con los sectores sociales que expresaban posiciones diferentes a su ideología y la de su sector político. En resumen, lo que vimos ese día fue la imagen que él logró construir sobre sí mismo: la de un presidente que creyó que había sido elegido para administrar los intereses de un solo grupo político y económico: el más cercano y coincidente con él.
¿La bancada del próximo gobierno, hoy todavía de oposición a la administración Duque, iba preparada para atacarlo y gritarle? Se lo pregunto porque se vio una enorme cantidad de carteles que llevaban ustedes y levantaban a la vista de Duque, antes de que supieran qué iba a decir...
No fue un ataque. Teníamos la obligación moral de decirle al presidente lo que no quiso escuchar durante cuatro años. Las fotos y los carteles que llevamos eran un homenaje a la memoria de los líderes sociales y defensores de derechos humanos asesinados que su gobierno ha revictimizado constantemente; también, de los jóvenes que se manifestaron en la gran movilización social del 2021, algunos de los cuales perdieron un ojo o tienen otros padecimientos físicos por los ataques del Esmad, el escuadrón que, en contraste, ha recibido homenajes y respaldo del mandatario. Teníamos, de otro lado, carteles con fotografías que reflejan la pobreza de muchas zonas del país y las denuncias de la corrupción oficial, cuyos exponentes más visibles fueron el descalabro de los $70.000 millones en el Ministerio de las TIC y el de los $500.000 millones que, según se ha publicado, se perdieron en los OCAD Paz. Al fin y al cabo, somos la voz de esos “nadies” que él no tuvo en cuenta y ganaron las elecciones del 2022.
Muchas personas criticaron los gritos de ustedes y la medio zambra que se estaba armando mientras Duque hablaba. ¿Cuál fue su actitud en esos momentos y qué piensa de las críticas?
Pienso que las críticas deberían centrarse, más bien, en el discurso presidencial por estar completamente desconectado de la realidad nacional. No podíamos quedarnos callados. Yo fui solidario con la protesta, en coherencia con nuestra posición de cuatro años de oposición. ¿Cómo no expresarle al presidente la indignación de la mayoría de los colombianos cuando lo teníamos al frente e indiferente a los padecimientos de sus gobernados? Las llamadas “buenas formas” en política se las dejamos a quienes las ejercen solo con sus propios copartidarios, no con los demás. Nosotros nos debemos a la gente, al pueblo del común.
¿Con usted en la Presidencia de la Cámara, los opositores del Centro Democrático tendrán garantías o terminará cobrando lo que les hicieron ellos a usted y sus compañeros de oposición en el pasado, cuando no pocas veces —en concreto, su antecesora, Jennifer Arias— los callaban, les cerraban el micrófono y les levantaban las sesiones cuando era tiempo de que ejercieran su derecho de réplica?
Cuando nos calificamos como alternativos, lo hacemos porque tenemos y ejercitamos prácticas políticas diferentes. No actuamos como lo hicieron los grupos que estuvieron representados en el gobierno Duque. Ellos solo recibirán, de nuestra parte, respeto y garantías. No le tengo miedo al debate ni a la controversia: constituyen el eje de la labor del Congreso. Los derechos de la oposición se garantizarán plenamente en mi presidencia. Le hago una confidencia: no uno sino varios miembros del Centro Democrático, cuando supieron que yo sería el próximo presidente de la Cámara, me dijeron que estaban seguros de que, conmigo, contarían con las garantías democráticas que exigen los debates parlamentarios.
¿Cuáles son los proyectos y reformas grandes que, si se aprueban este año de su presidencia, lo harían sentirse exitoso?
Me sentiría feliz y respondiéndole al pueblo colombiano si aprobamos la gran reforma política o, por lo menos, si conseguimos sacar adelante una reforma al Congreso que dignifique la labor parlamentaria y que la legitime ante la ciudadanía. Insisto: es urgente que surja un Congreso que represente, verdaderamente, al pueblo.
“Hay que ser más humilde para poder concertar con los otros”
Lo noto mucho menos radical que antes ¿Es más cómodo estar en la oposición que la responsabilidad del poder estatal?
Son dos escenarios diferentes. El papel de la oposición es la de regulador o veedor de las acciones del Gobierno y sus acciones buscan frenar los excesos del poder. Como parte de un gobierno, en cambio, el objetivo es tratar de adelantar las reformas que produzcan transformaciones en la vida cotidiana de la gente. Esta tarea significa ser más humilde con las posiciones personales para poder concertar con los otros. Pero, por ningún motivo, implica ceder los principios éticos que han guiado nuestra carrera política. No todo vale en el ejercicio de la vida pública.
Usted estaba cursando un doctorado en estudios políticos e internacionales ¿Tendrá que abandonarlo?
Debo confesarle que lo he abandonado desde hace más de 3 años aunque que solo me resta escribir la mitad de mi tesis doctoral. Espero poder retomar mis estudios en cuanto sea posible. Me hacen falta la academia y la investigación.
Instalación del periodo legislativo el 20 de Julio, ¿fue ilegal?
Según algunos juristas, la instalación del Congreso, el 20 de julio, fue ilegal porque estuvo presidida por dos particulares que, en ese momento, no tenían la condición de parlamentarios: Juan Diego Gómez, expresidente del Senado y Jennifer Arias, expresidenta de la Cámara, quienes no fueron reelectos. Según esa tesis, han debido presidir las sesión de apertura de la legislatura, dos congresistas encargados ¿Le preocupa que surja, después, un lío judicial por estos hechos?
No, no me preocupa: revisamos el artículo 138 de la Ley Quinta. Y en concordancia con este, los abogados que consultamos, conceptuaron que no hubo fallas jurídicas y que, en derecho, la apertura del periodo legislativo debe ser presidida por los más recientes directivos de las dos cámaras. Si alguien quiere demandar esta situación, como se ha anunciado, es respetable que lo haga pero esperamos que eso no produzca incertidumbre institucional.
