Jhoverman Sánchez fue conocido en la guerra como Rubén Cano o El Manteco. Nació en Urabá y se unió a la antigua guerrilla de las Farc por voluntad propia, en 1985, a los 15 años. Desde ese momento entró en la lógica del combate, en la que vivió hasta 2016, cuando el grupo armado firmó el Acuerdo de Paz con el Estado colombiano. Durante los años de enfrentamientos, batalló en el frente 5, ascendió, fue comandante de compañía, hizo parte de la dirección de ese bloque, y en 1998, a los 28 años, se convirtió en comandante del frente 58, que operó en su región, y en una parte de Córdoba. Tras lo pactado en Cuba, Sánchez ha dedicado su vida como excombatiente a trabajar por la paz y a reafirmar su compromiso con la reconciliación. Como muestra de ello, el pasado 23 de julio asistió a un encuentro virtual de la Comisión de la Verdad. Junto con Pastor Alape y Carlos Antonio Moreno, exintegrante del Epl, ACCU y del Clan del Golfo, contó parte de la verdad del conflicto armado en Urabá, la relación de la otrora guerrilla con el Epl, la mutación de varios miembros de ese grupo al paramilitarismo, y el rol del Ejército, el extinto DAS y los Castaño en la sangre que se derramó en las bananeras.
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En entrevista con El Espectador, Jhoverman Sánchez retomó varios de esos temas, respondió sobre el papel y la responsabilidad de las Farc en las masacres y secuestros, e insistió que el error más grande era no implementar lo pactado. Esta es su visión:
¿Para usted qué significó el encuentro de la Comisión de la Verdad?
Fue muy importante. Y no solo para mí, sino para el país, para el Urabá, para las víctimas. Los que estuvimos involucrados en el conflicto en estas regiones somos los que tenemos que aportar verdad. Un encuentro sincero en el que nos dijimos las verdades es de mucho fruto. El tiempo fue muy corto si se tiene en cuenta que estábamos hablando de hechos que sucedieron treinta años atrás y no es fácil resumirlo en dos horas y media.
¿Qué representó para usted hablar de los detalles de la guerra públicamente?
Hablamos de lo que pasó en Urabá y parte de Córdoba, de los municipios de Tierralta y Valencia, donde inició la era de los Castaño. Recordarlo es regresar a la época triste del desplazamiento, de ver los muertos y las masacres, los combates permanentes, una desolación en las vías terciarias. Le estamos apostando a que eso no se repita.
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Recordemos cómo llegó usted a las Farc en Urabá.
Falta mucho para que podamos entender qué ocurría en Urabá en ese tiempo, qué pasó después y desde cuándo empieza la violencia. Llegué a las Farc en 1985, a los quince años, por voluntad propia. En esa época se gestaron enfrentamientos desde que mi región se proyectó como una zona importantísima para grandes empresarios y terratenientes. Esto por la ubicación en el golfo y la salida a Centroamérica, entre otras cosas. La violencia llegó automáticamente. Había una inseguridad total para los jóvenes. Urabá se ha caracterizado por ser una región rica, pero sin oportunidades para su población.
¿Cuál era su fin en las Farc cuando llegó a esa guerrilla?
Para ser sincero, uno no entendía muy bien las cosas y menos temas de política. Pero sí puedo decir que en Currulao existió, en el año 82, un grupo paramilitar y uno veía que ese grupo mataba gente humilde, trabajadora, campesina. Luego uno vio quién estaba matando a esos sicarios. Mi pensamiento era que la gente buena estaba tomando la justicia por sus manos y había que apoyarlos.
Con ese pensamiento tan reducido y por miedo a ser asesinados por esos paramilitares o por el EPL, tomé la decisión de ser guerrillero. No tuve una visión transformadora y política, ni tenía en cuenta que las Farc era un ejército revolucionario en la ilegalidad. Mi convencimiento era que unidos a la guerrilla podíamos aportar a mantener la calma de los campesinos.
Yo lo mencioné en el encuentro: en esa época había un grupo de defensa civil que se movía entre Carepa hasta el Río Sinú, y un señor conocido como El Tuerto, que mataba mucha gente. Recordemos que en mi niñez me tocó vivir los crímenes de la famosa Mano Negra, que asesinaba a dirigentes sindicales, obreros bananeros. Se conoció quién era la Mano Negra y quien la combatía. En mi caso y el de muchos jóvenes, nos unimos a la fuerza guerrillera que la estaba combatiendo. A los 28 años me hice comandante del frente 58, en 1998. Antes fui mando medio y fui surgiendo por méritos ganados. Yo fui comandante de compañía y miembro de dirección del frente 5.
¿Cómo impactó a las poblaciones del Urabá la relación entre las Farc y el Epl ?
Cuando yo entré a las Farc, ya había un enfrentamiento con el Epl. El Epl tenía una influencia muy fuerte hacia la orilla del mar, en las bananeras y la comunal San Jorge, y en lo que era Necoclí, Arbolete, hacia abajo, y en el Río San Jorge y Sinú de Córdoba. En ese entonces no había problemas con las Farc, sencillamente no se encontraban, hasta que Raúl (Bernardo Gutiérrez), quien fue el segundo al mando del quinto frente, desertó, no cumplió órdenes, aspira a formar una nueva guerrilla llamada Núcleos Consecuentes, pero se conoció como el Dengue. Era ese sector de las Farc que asesinaba campesinos y no obedecía las directrices de la guerrilla.
El frente 5 intentó reducirlo y Raúl huyó. El Epl lo aceptó y lo refugió. Eso fue lo que generó las contradicciones agudas entre las Farc y el Epl. Ideológicamente, las dos guerrillas luchaban por una transformación política, con ideales un poco distintos, pero con un mismo objetivo. Sus prácticas no las compartíamos y el comportamiento con la población. Pero eso no fue tanto problema, sino que fue, más bien, lo que hizo Bernardo Gutiérrez porque adelantó campañas de aniquilamiento contra las Farc. En el 87 se creó lo que se llamó la coordinadora guerrillera porque había la necesidad de acabar con esa confrontación entre revolucionarios, entre guerrilla.
¿Por qué había esa necesidad de acabar la confrontación?
Porque ese no era nuestro objetivo ni nuestro enemigo común. Si las dos guerrillas luchaban por la transformación política y entre revolucionarias nos estábamos matando, pues era un retroceso y era una contrarrevolución. Entonces se llegó al acuerdo de no matarnos entre hermanos. Era preferible y más estratégico la unidad de las guerrillas que la división. Esto con una claridad ante el Epl y era que Bernardo Gutiérrez y Efraín Guzmán, los dos comandantes férreos enemigos, no se encontrarían en ningún momento porque Guzmán, apegado a los estatutos de las Farc, le hizo consejo de guerra a Gutiérrez y salió condenado a muerte y por ello no podía verse la cara con un traidor de las Farc.
Con este acuerdo estuvimos en paz en 1988 y 1989. Llegamos a hacer acciones en conjunto, pero por el manejo de la población civil y la disciplina de movilidad del Epl tuvimos muchos choques. El Epl era una guerrilla muy urbana, se metía mucho en los caseríos, hacia presencia en las carreteras, le gustaba mucho quedarse en las casas, y las Farc fue una guerrilla más del monte. Si no había un acto que requiriera aparecer como guerrilla se hacía vestidos de civil, oculto, para evitar los problemas a la población civil por represalias de las fuerzas militares. Otra contradicción es que las Farc se cuidó de no tener enfrentamientos con el Ejército donde se afectara la población civil, y los compañeros del Epl, en la zonas nuestras pues poco cuidaban de esto.
¿Cuándo se rompieron del todo las relaciones con el Epl?
La coordinadora guerrillera poco duró. Cuando se da el proceso de desmovilización del Epl, en 1991, se acaba. La amistad estaba, pero ya no había confianza, entonces se tomó la decisión de que cada guerrilla respondiera por sus propios hechos y adelantara su proceso de paz de forma independiente. Dejamos de hacer acciones juntos. La más mencionada de ambas guerrillas fue la toma del corregimiento de Saiza (Tierralta), en Córdoba, en 1988. En los primeros años de la década del 90 no hubo enfrentamientos entre las Farc y el Epl, pero no hubo coordinación tampoco. Algunos frentes nuestros, como el 18, mantuvieron una relación de compartir zona (no campamento), y se informaban por dónde iba el Ejército o dónde había operativo. Esto permitió que después de la desmovilizada del 91, los del Epl que quedaron al mando de Gonzalo restablecieran la relación con nosotros.
Vea el testimonio de Jhoverman Sánchez ante la Comisión de la Verdad.
¿Cuál fue el error de las Farc con relación al Epl en esos años?
Aceptar acompañarlos, ir con la guerrilla al mando de Gonzalo, atacar a los antiguos compañeros que estaban en el proceso de paz bajo el nombre de Esperanza, Paz y Libertad. Pero tengamos en cuenta que no se atacaron propiamente a los que estaban bajo ese nombre, sino a los que estaban como comando popular. He dicho que este error se representó en la muerte del señor Alirio Guevara, un hombre que, investigando después, estaba comprometido con la paz, que andaba a pie, sin escolta y se metía a las fincas. Considero que no era un enemigo de la revolución. Nosotros confiamos ciegamente en el Epl y empezamos a combatir a sus excompañeros. Fue un error porque hicimos acciones en las bananeras por esto. Era una riña entre antiguos compañeros.
¿Existió el factor de estigmatización en los asesinatos contra Esperanza, Paz y Libertad?
No lo veo así porque nunca hubo una política de exterminio contra ellos. Hubo una acción contra los que estuvieron en las bananeras, no habían entregado todo el armamento y unas milicias urbanas de ellos quedaron con ese armamento, obedecían órdenes de la brigada. El error fue involucrarnos en ese problema que era del Epl.
¿Cuál fue el detonante para volver a las confrontaciones entre lo que quedó del Epl y las Farc?
En ese tiempo yo no era comandante, pero hacía parte de la dirección: tercero al mando. Me informaron que por los lados de Tascón hicieron unas acciones en contra de la población afín a las Farc. Les hicimos el reclamo y empezó la discordia. Luego, los que quedaron del Epl se vuelven paramilitares, esa es la realidad que estaba contando Carlos Antonio Moreno en la Comisión de la Verdad. La confrontación dura viene después de 1996, pero ya no eran Epl, sino antiguos mandos de esa guerrilla que pertenecían al paramilitarismo.
¿Cómo mutó la relación de las Farc con los sindicatos del Urabá?
Yo no puedo decir que fue una relación perfecta, permanente, porque además no manejé esa relación. Pero sé que nuestra guerrilla partía de la base de organizar la población para reclamar sus derechos. Si los sindicatos reclamaban sus derechos pues se identificaban con las Farc, pero los sindicatos hacían su trabajo por aparte, no eran los encargados de finanzas ni de reclutar ni nada.
Si el principio revolucionario era reclamar los derechos de la población, ¿por qué quedó en la mitad en los enfrentamientos de los grupos armados?
Los paramilitares y el Ejército tenían una política de desplazamiento y terror, como lo dijo Carlos Antonio Moreno en la Comisión de la Verdad, para acabar con toda la información que tuviera la insurgencia. Lo que llamaron “quitarle el agua al pez”. En el caso de las Farc, no teníamos esa política de desplazar a todo el mundo, de sembrar terror. Teníamos la información de que obreros bananeros en el día eran trabajadores normales y en la noche sicarios de los comandos populares, a pesar de pertenecer a un sindicato. Fuimos a las fincas donde ya los teníamos ubicados y con lista en mano los seleccionamos, los detuvimos y los ajusticiamos, pero no llegábamos a desplazar.
¿Ese ajusticiamiento fue lo que los alejó de la ciudadanía del Urabá?
Para deslegitimar la insurgencia, el Estado usó todas sus herramientas para atacarnos y los medios jugaron un papel muy importante en la guerra desinformativa. Entonces difundían que las Farc masacraron en el Alto de Mulatos (Turbo) y me llaman que tengo que responder por las 17 personas asesinadas. Pero allí lo que se produjo fue un ataque contra militares. La noticia decía que eran civiles, pero eran comandos populares. Dimos de baja a paramilitares uniformados y los pasaron por civiles. Y eso ocupó espacio en los medios.
Pero la población civil quedó en la mitad de muchos enfrentamientos…
Sí, pero ¿qué pasó con la población civil que era Convivir, red de cooperantes, comando popular? ¿Dónde estaban si ellos no tenían uniforme? Toda esta mezcla de políticas que comprometían a la población civil en el conflicto armado resultaron en masacres. Sin esas políticas seguramente no se hubiera generado tanta violencia.
Más: “Hemos hecho más que lo que hizo el anterior gobierno para implementar la paz”.
¿Cuál fue la responsabilidad de las Farc en esas masacres?
No todas las masacres en Urabá fueron hechas por las Farc. Se degradó el conflicto, se involucró a mucha parte de la población civil como cooperantes y Convivir, comando popular, informantes, y esto llevó a la guerrilla a combatir a esos civiles. Esto no quiere decir que a todos los que ajusticiamos sí tenían que ver con la situación. Por eso he dicho: en medio de este desorden se asesinó a gente que no tenía nada que ver con el conflicto. A ellos les pido perdón y reconozco que nos dejamos llevar al extremo. Les pido perdón a las víctimas por dejarnos llevar a una confrontación totalmente desbordada.
Si usted pudiera volver a esa época, ¿qué hubiera hecho distinto para que esa violencia no se desbordara de la forma en que sucedió?
Uno ya tiene una experiencia y sabe que existe la desinformación, que el enemigo pedaleó en nombre de otra organización, que lanzó rumores de personas supuestamente comprometidas con la guerra sin haberlo estado. Les interesaba que hubiera violencia. Ahora evaluaría mejor las cosas y tomaría otras decisiones.
¿En qué momento se acabó la cercanía con los Castaño, cuando estos aún no eran la casa paramilitar consolidada?
Conté el inicio de la época de los Castaño ante la Comisión. Los Castaño no nacen como paramilitares. Eran ganaderos. La relación entre Naím Castaño y las Farc era buena, pasábamos por la finca Las Tangas, de Fidel Castaño, sin ningún problema. Cuando el Estado necesitó generar la violencia, porque requería construir la represa Urrá y desplazar a los campesinos, los Castaño asesinaron a cuatro guerrilleros y empezaron a matar a la gente alrededor de Las Tangas. Mi análisis es que se crean los paramilitares con ese fin. Como hubo buenos resultados en Córdoba, trasladaron esta iniciativa a la región de Urabá, aprovechando la desmovilización del Epl.
¿Cómo se desarrolló la estrategia de secuestros cuando usted fue comandante del Frente 58 de las Farc?
Nosotros ahora tenemos que responder por el secuestro de policías y militares. Eso realmente no es secuestro. Ante la justicia nos toca aceptar ese delito, pero en una guerra lo que existe son prisioneros de guerra. Uno queda muy triste de que en un proceso de paz tengamos que responder por algo así, cuando había un enemigo, que uno no se lo inventó. Nos enfrentamos al enemigo, lo capturamos y ahora tenemos que responder por secuestro. En el DIH se prefiere a un soldado capturado que uno muerto. Se llama secuestro cuando cogimos a ganaderos y empresarios, con fines económicos y políticos.
Nosotros secuestramos a ganaderos de Córdoba porque tenían recursos. Los tuvimos para pedirles contribución para la guerrilla, porque nosotros no tuvimos financiación internacional. La guerra en el país la terminan financiando todos los colombianos, por eso hay que apostarle a la paz.
Nosotros no fuimos a la guerra porque nos gustara, porque nos quisiéramos alejar de nuestras familias, porque quisiéramos vivir una aventura con la probabilidad de morir en el monte y de tener que andar con la casa en la espalda, mojados, expuestos a culebras. Nadie va a la guerra porque le gusta, nos obligaron a ir a la guerra.
En su opinión, ¿esos secuestros cometidos por las Farc intensificaron el conflicto?
Los secuestros fueron un error, pero el error más grande es que entre los colombianos no encontremos el camino a la paz. Desde que sigan las confrontaciones, llámese guerrilla, banda delincuencial organizada o desorganizada, y el conflicto interno, se va a seguir alimentando el odio y la violencia. El error más grande es no dar el paso hacia la paz.
¿Usted se arrepiente de haber secuestrado a esas personas?
A algunos ganaderos. Otros de ellos financiaron el conflicto, y eso los hace parte de la guerra. A veces se sindica más al que coge el fusil que al que promueve el conflicto con dinero o al que obstruye políticamente para que vayamos a la guerra o al que saca los frutos del combate.
¿Qué le duele de todo lo que pasó?
Lo que me duele es que como colombianos no podamos vivir en paz y no podamos disfrutar toda la riqueza de este país. Que volvamos a la guerra, porque los muertos los ponemos todos, especialmente los que menos tienen que ver. El soldado no tiene la culpa de esta violencia, el paramilitar raso tampoco. Muchos jóvenes sin oportunidades y afectados por los paramilitares terminaron en el paramilitarismo.
¿Con qué sueña?
Le estoy aportando a la paz. Aunque más de uno durante los diálogos dijo que yo no entraba a un proceso, pero yo estaba convencido de que esta era la única alternativa para el país. Sueño con ayudar con el esclarecimiento, la verdad, con los proyectos productivos, para no pensar que por falta de oportunidades el país volverá a la guerra. La guerra no soluciona nada, sino que ahonda las heridas, nos divide más. Respondiendo al conflicto, causé dolor. Uno quisiera que esto no hubiera sucedido. Lo que importa es el ahora y por eso hay que apostarle a la paz, así nosotros no la logremos. Conozco la historia de otros procesos de paz y lo que ha pasado con sus líderes. No sé cuándo me van a matar, pero eso no significa que no vaya a trabajar por la paz, para que el cambio les toque a los colombianos.