¿Qué ha pasado con Jorge Robledo? Ha tenido diferencias con su partido…
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Es un partido en el que se puede disentir, porque está constituido a partir de la fusión entre Dignidad (de Robledo) y Compromiso Ciudadano (de Sergio Fajardo).
¿Pero en qué han consistido esas diferencias?
Tienen mucho que ver los temas de género, de la lucha por los derechos de las mujeres. En política tenemos que ser mucho más contundentes en la condena a los casos de violencias machistas, acoso sexual, no avalar candidaturas que tengan esos precedentes. Y eso ha sido todo un debate en mi partido.
También el hecho de que yo haya decidido votar por Petro y Francia Márquez en la segunda vuelta de las elecciones del 2022 fue una diferencia que tuve con Jorge. Al final, tenemos formas diferentes de ver el mundo y la política y es normal. Pero sí es verdad que hemos tenido una relación muy distante durante estos últimos dos años.
Para 2026, ¿cuál es su proyección? ¿Piensa lanzarse al Senado o seguir en la Cámara?
Aún no tengo claro si vamos a competir al Senado o a la Cámara, pero lo que sí está claro para mí es que vamos a luchar para mantener este espacio que nos ha costado mucho trabajo conseguir. Hemos tenido unos resultados legislativos muy importantes. Y también en esta posición desde la Cámara se ha formado una bancada independiente, que a veces también han tenido disentido con sus propios partidos en algunas posiciones.
¿Cómo está esa posibilidad de que la bancada independiente llegue y forme su propio movimiento político?
A mí realmente me gustaría que pudiéramos conformar un solo partido. Eso está muy difícil porque la escisión del Partido Verde no se ve cercana, pero yo espero que podamos coincidir de cara a las elecciones de 2026 y ojalá tener una candidatura presidencial que nos unifique. Que nos permita ofrecerle al país una alternativa distinta a la que es el Pacto Histórico y también al “vargasllerismo”, al Centro Democrático y a todas esas fuerzas políticas rancias del pasado.
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¿Y cuentan con las bases electorales para lograrlo?
Tenemos un respaldo en la opinión que hoy las encuestas señalan muy claramente, pero tenemos el gran reto de recoger organizativamente ese sentir con unas causas mucho más cercanas a la gente y no tan abstractas.
Yo he tenido una tusa importante estos últimos dos años que tiene que ver con el adormecimiento del movimiento social. Espero que se reactive, que recuerde sus causas, que las retome y que las pueda defender y no entregárselas en bandeja de plata a un gobierno: ni este ni el que sea, ni el mío, ni si yo fuera presidente. El movimiento social debe tener su propia agenda.
¿Ve una incongruencia entre los constantes llamados del presidente Petro “al pueblo” pero que haya movimientos que no los reconozca?
A Petro le sirve el movimiento social solamente cuando le lave la cara. Él se cree el dueño del movimiento social. Y creo que un presidente debería ser mucho más respetuoso del movimiento social. Solamente le sirve un movimiento sindical si le firman un cheque en blanco para promover todo lo que el gobierno dice. Pero si un día el movimiento social sale a las calles a criticar algo del gobierno, de una vez lo va tildando de movimientos de derecha, gomelos, riquillos. Él ve al movimiento social de una manera muy utilitaria.
Usted ha hablado antes sobre cierta desilusión que tiene con el Gobierno Petro después de votar por él, aunque sean de izquierda tanto el presidente como usted…
Una cosa es Petro echando discurso en la plaza de Bolívar, que lo escuchas y dices “¡uy! este señor sí es de izquierda” y otra, lo que su gobierno ha hecho. Es de izquierda discursivamente, pero en la práctica es muy similar a los anteriores. Ahí están Armando Benedetti, Roy Barreras, Mauricio Lizcano. Sus principales congresistas aliados son los que antes ellos mismos tildaban de aliados del paramilitarismo, de financiados por grupos criminales.
Para mí aquí hay una traición de parte del gobierno al mandato social de cambio. Si Petro hubiera dicho: “voten por mí, que yo voy a nombrar a Benedetti de principal asesor, a Roy Barreras de embajador y a todos estos politiqueros tradicionales”, seguramente no gana. Si hubiera dicho yo voy a nombrar a todos los denunciados por acoso sexual, difícilmente el movimiento feminista hubiera votado por él.
Es decir, ¿usted diría que este es un gobierno de izquierda o no?
Este es un gobierno que toma las banderas de la izquierda, pero que se las entrega a la derecha más rancia y tradicional.
Con esta desilusión que ha tenido usted, para las elecciones del 2026, ¿cree que la derecha va a ganar? ¿Cree que la izquierda se va a mantener?
Yo creo que este gobierno tenía que hacerlo bien, porque era el primer gobierno alternativo que ganaba en la historia de Colombia y hay cosas tan indignantes como pésimas ejecuciones, ejecuciones menores del 1 %. Todo eso va a pasar factura en las elecciones del 2026.
Nuestro deber es ofrecer una alternativa a Colombia que muestre que el único camino no es volver a las fuerzas políticas tradicionales, que entonces como Petro lo hizo mal, la única alternativa es volver a votar por el Centro Democrático o Cambio Radical que nos tenían en la olla. La gente está cansada de que sea Petro versus Uribe, después van y se toman una foto, se dan un abrazo. Cuando se necesitan el uno al otro para revivir electoralmente, vuelven a pintarse como enemigos y realmente los problemas de la gente no se resuelven.
Tenemos que ser capaces de elegir un proyecto político con candidaturas más humildes, no con campañas financiadas por cientos de miles de millones de pesos, pero que sean mucho más claras en eso que le ofrecen al país y que se aparten de esa corrupción.
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¿Y quién sería ese candidato de centro, por ejemplo, que pudiera ser una “candidatura humilde”, como usted lo dice?
Entre más conozco la política, más orgullosa me siento de haber votado por Fajardo en las elecciones del 2022. Entre más veo cómo funciona el Congreso, más me convenzo de que Colombia merece una candidatura presidencial honesta, que no prometa cosas que no va a cumplir.
Las encuestas hoy muestran que hay una opinión favorable hacia un espectro de centro, centro alternativo, y yo espero que podamos recogerlo y podamos hacer una candidatura presidencial sólida. Hay otros nombres. Lo que nos corresponde es buscar cómo tener una candidatura unificada y también que se acompañe de listas al Congreso.
¿Habría un nuevo liderazgo en el centro o cree que hay que irse por personas, como Fajardo, que figuran desde hace tiempo?
No es tan fácil pensar en nombres nuevos para las presidenciales como que no sean los que hoy ya suenan, sobre todo porque implica también un conocimiento profundo del país. Se requiere de personas que sepan cómo gobernar, cómo ejecutar, y no como ahora que está de moda que se lancen periodistas o personas que se las daban de periodistas.
Aunque se posiciona desde el centro, también se reconoce como de izquierda, ¿no hay ninguna candidatura de ese espectro por la que votaría?
Personalmente, le tengo mucho respeto a María José Pizarro, pero es que su proyecto político no representa lo que yo creo que el país necesita. Va a ser candidata, pero ¿va a competir en la consulta del Pacto contra Daniel Quintero? ¿Contra Roy Barreras? Toda esa gente es politiquería tradicional. Y no hay una garantía de que ella vaya a ser la candidata al Pacto.
Ese proyecto político, además, ha sido cómplice de hombres denunciados por violencias basadas en género. Por ejemplo, Hollman Morris es director de RTVC, son cosas con las que yo no puedo, porque usan esas banderas del movimiento de mujeres y después se olvidan de esas causas. Entonces no es solamente el nombre, sino también el proyecto político que representan.
Pasando al trabajo en la Cámara, ¿cómo ve las reformas del Gobierno? Por ejemplo, la laboral, la política, la de la salud…
Son muchas reformas las que se están tramitando. Yo, si fuera el gobierno, no estaría tramitando casi 10 reformas estructurales al mismo tiempo. Nadie le está pidiendo a Petro que cambie todo en este país. Sencillamente se le estaba pidiendo que dejaran de robarse la plata, que gobernaran bien, que ejecutaran los recursos, y eso es todo lo que no hemos tenido.
Para mí la mejor reforma del gobierno fue la laboral. Pero es claro que el momento en el que se está discutiendo es difícil porque la economía no va bien, porque el Gobierno no ha implementado su política de reindustrialización, porque por el contrario parece que tuviera una guerra contra la empresa colombiana y eso genera un ambiente muy hostil.
Sin embargo, la reforma a la salud yo no puedo acompañarla porque es una reforma súper chambona. Es una reforma que ha terminado siendo un Frankenstein en donde a cada sector le aprueban un pedacito y lo pegan a punta de remiendos y realmente no resuelve los problemas del sistema de salud, y es un asunto grave.
La reforma política toca directamente a los partidos y a ustedes los congresistas, ¿cómo ve esa discusión?
Yo haría tres alertas con la reforma política, aunque el Gobierno no nos escucha. El Consejo Nacional Electoral es el máximo tribunal electoral que tiene Colombia e increíblemente lo elige el Congreso. No tiene nada de sentido. La reforma al principio recogía nuestra propuesta de despolitizar el CNE y que se eligiera de manera independiente. Esa es la primera alerta.
La segunda es que hace obligatorias las listas cerradas. Yo no soy amiga de esa propuesta así de tajante. Los proyectos más caudillistas son los que más han acudido a una lista cerrada, como los de Rodolfo Hernández, Álvaro Uribe y Petro.
Y la tercera alerta que yo haría es con los partidos pequeños. Cuando Petro era senador y cuando el Pacto era minoría y no gobierno, ellos luchaban por los derechos de las minorías. Ahora que son gobierno quieren eliminar las coaliciones como un beneficio exclusivo de los partidos con menos del 15 % de la votación, quizás la única protección que tiene el sistema electoral para las minorías. ¿Quién le compite a una “tractolista” hecha por liberales, conservadores y La U? Nadie.
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La reforma al Sistema General de Participaciones pasa a la plenaria. Ha habido roces dentro del Gobierno, pero en el Senado el proyecto pasó intacto, ¿cómo llega esa discusión a la Cámara?
Es una reforma que se ha aprobado de manera exprés a pesar de ser tan importante para el país. Yo estoy de acuerdo con un objetivo de descentralización, pero lo que están haciendo en este proyecto requiere mayor debate.
¿Qué problemas tiene?
Que no reconoce la brecha que existe ya al día de hoy porque a los entes territoriales se les han venido endilgando responsabilidades sin los recursos suficientes. Por eso es que la plata es insuficiente hoy. El proyecto no reconoce esa deuda. Si el Gobierno se quiere zafar de nuevas responsabilidades y dárselas a los municipios, debe destinar recursos suficientes para lograrlo.
El problema de la reforma del SGP es la pobreza de este país. Tenemos una riqueza insuficiente que es como una cobija en la que si tú te tapas la cabeza te destapas los pies y si te tapas los pies te destapas la cabeza. ¿Cuál sería de verdad una apuesta de centralización? Que esto no fuera toda la plata que llega a Bogotá o al nivel central y después se reparte entre las regiones, sino que las regiones tuvieran la posibilidad de producir su propia riqueza.
Tanto desde la oposición como desde la bancada independiente, han señalado que el ministro Cristo responde a esas apuestas regionales y, de paso, pavimenta una candidatura.
Digamos que yo no, a diferencia de Velasco, no me he sentido maltratada en particular por Cristo, pero obviamente somos una minoría los partidos independientes y en ese sentido pues el gobierno tiene la misma táctica. Primero cuadra a liberales, a conservadores, a La U, antes que, incluso, tener una conversación con los sectores con los que, ideológicamente, tendría mayor afinidad.
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¿Cómo está la relación con el presidente de la Cámara, Jaime Raúl Salamanca? Han denunciado que no les dan garantías e, incluso, que ha habido violencia política…
A mí me parece que el representante Jaime Raúl Salamanca no tiene la experiencia necesaria para poder dirigir un debate de la plenaria de la Cámara con las garantías democráticas que se requieren. Son innumerables las veces en las que se descompone en la Presidencia de la Cámara. Para mí, fue mentira todo lo que él dijo en campaña de que iba a ser un presidente que garantizara la independencia frente al Gobierno. Es una presidencia arrodillada de espaldas al país.
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