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“Petro parece preferir la vía de la polarización”: Fabio López de la Roche

Conversación con Fabio López de la Roche, profesor asociado del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Nacional (IEPRI), sobre las conflictivas relaciones del presidente de la República con los medios y de estos con el mandatario. Afirma que a Petro le convendría moderarse en sus controversias, pero también critica el desempeño de la prensa, que debe distinguir entre su vigilancia legítima del poder y la “intención ilegítima (de algunos) de inocular odio”.

Cecilia Orozco Tascón
15 de septiembre de 2024 - 01:00 p. m.
El profesor Fabio López de la Roche advierte: “(El presidente) parece que no tiene en cuenta lo que los lingüistas llaman el efecto ‘performativo’ del lenguaje que, en esencia, consiste en que con las palabras (ofensivas) se pueden construir realidades”.
El profesor Fabio López de la Roche advierte: “(El presidente) parece que no tiene en cuenta lo que los lingüistas llaman el efecto ‘performativo’ del lenguaje que, en esencia, consiste en que con las palabras (ofensivas) se pueden construir realidades”.
Foto: Jose Vargas Esguerra
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Fue sorprendente la firma del presidente Petro en un documento sobre respeto a la libertad de expresión elaborado en conjunto con la Comisión Interamericana, porque ocurre en mitad de una alta confrontación con la prensa. ¿Cómo se entiende que el Ejecutivo colombiano sea el primero del continente en adherir a ese compromiso?

A diferencia del planeamiento de la oposición sobre el supuesto “castrochavismo” del presidente, Petro ha demostrado ser respetuoso de las divisiones del poder y de los derechos de la oposición. Este intento de llegar a unos parámetros de acuerdo sobre libertad de prensa y relaciones de respeto con los medios es un gesto importante. No obstante, parece ser que el jefe de Estado se siente compelido a entrar en confrontaciones en cualquier escenario, lo cual no siempre es conveniente como sucedió en el caso que usted menciona. A veces, pareciera que él no tiene en cuenta los contextos en que da sus declaraciones. En un evento en donde se está formalizando una directriz gubernamental para el manejo de las relaciones institucionales del Gobierno con los medios, se esperaría una actitud cordial del jefe de Estado o el inicio de una fase de entendimiento con ellos y de disposición a construir algunos consensos.

¿Esa contradicción revelaría descontrol del presidente sobre sus emociones o, más bien, aprovecha las ocasiones para dejar claro su mensaje de que no se dejará amilanar por la prensa colombiana?

Es posible que haya algo de lo uno y de lo otro. De un lado, se nota un manejo poco cuidadoso e impulsivo de sus emociones y, del otro, existe un deseo legítimo de responder a las críticas de medios y periodistas, muchas de ellas injustas y sin fundamento. El discurso de casi todos los conductores radiales de la mañana es, a menudo, irrespetuoso, ofensivo con la figura presidencial como nunca lo hicieron con mandatarios anteriores. Hay que distinguir entre el ejercicio legítimo de la vigilancia periodística del poder público y la intención ilegítima de inocular odio.

En presencia del relator para la Libertad de Prensa de la CIDH, el presidente sostuvo que, así como debe haber libertad de prensa, también debe existir libertad de criticar a los medios. Y añadió que a él se le quiere impedir ejercer esta última. ¿Qué opina sobre esa disyuntiva que plantea el mandatario? ¿Es real o falsa?

En este caso como en muchos otros, Gustavo Petro parece que no tiene en cuenta lo que los lingüistas llaman el efecto performativo del lenguaje que, en esencia, consiste en que con las palabras se construyen realidades. Por ejemplo, cuando el sacerdote o el notario afirman: “Los declaro marido y mujer”, a partir de esa frase nace un vínculo real; o cuando el magistrado sentencia: “Lo declaro culpable”, da paso a una condena judicial. No es cierto que el viento se lleva las palabras: estas suelen tener consecuencias. Por la jerarquía de quien la emite, la voz presidencial tiene una alta probabilidad de darles forma a unas realidades. Por esa razón, él y todos los mandatarios tienen que ser conscientes de las responsabilidades que entrañan sus discursos. Del otro lado, los periodistas y medios deben ejercer con amplitud la libertad de prensa de que disponen, pero con responsabilidad y ponderación, como lo ordenan las normas nacionales e internacionales en la materia.

Desde luego, el presidente tiene derechos como ciudadano, entre estos, el de defenderse de la calumnia, pero ¿de cuál modo y en qué momento puede ejercer ese derecho para que se ajuste, precisamente, a los estándares internacionales establecidos en democracia?

Hay canales más formales e institucionales, y menos pasionales para ejercer su derecho a defender la honra; por ejemplo, las peticiones de rectificación, la acción de tutela y, en caso extremo, las denuncias penales o las demandas civiles. Pero Petro parece preferir la vía de sus discursos, aparentemente improvisados, con los que juega a la polarización. De esa manera, escala la confrontación a niveles muy altos en donde se le echa más candela al ambiente. Con sus alocuciones polémicas y de controversia permanente, el presidente puede consolidar a la parte más radical del 30 % de la opinión que lo apoya, pero pierde amplios sectores de las clases medias, a una parte del pueblo y también a las clases altas que votaron por él para buscar un cambio positivo para el país.

¿Cree que el error del mandatario es la generalización de sus críticas y el tono de sus reclamos o el problema es mayor?

La molestia del presidente es comprensible en la medida en que la inmensa mayoría de los medios corporativos de prensa han asumido una línea editorial que no le reconoce ningún mérito a él ni a su gobierno, además de que silencia sus realizaciones. Los espacios radiales de la mañana, reitero, son absolutamente parcializados y son conducidos por periodistas casados con los intereses y la ideología de sus propietarios. Es muy notoria su poca voluntad de transmitir una visión ponderada de la administración pública y sus funcionarios. Algunas publicaciones perdieron el norte por completo y, en lugar de ejercer un periodismo ético, ejecutan un periodismo militante que sirve a causas políticas determinadas. Es posible clasificar a algunos periódicos como antipetristas hasta en la titulación de sus noticias. De este modo, se alejan del verdadero periodismo. Pero también hay que reconocer que medios como El Espectador, Cambio y Noticias Uno, así como CM&, por donde han pasado, en la entrevista con Yamid Amat, muchos altos funcionarios, hacen su tarea sin tendencias. Atendiendo a estas diferencias, el discurso presidencial debería cuidarse de las generalizaciones.

La improvisación parece ser otro factor que eleva la disputa presidente–prensa, que se nota, por ejemplo, en sus mensajes en la plataforma X. Él contesta o controvierte a cualquier persona que trabaje en los medios. ¿Esa estrategia ¿buscará afianzar la fidelidad de sus seguidores?

Es posible que esa estrategia sea útil para fortalecer las posiciones del denominado “petrismo purasangre”, así como las de un porcentaje importante dentro de ese 30 % o 35 % de la opinión que lo acompaña. Sin embargo, no puede obviarse el hecho de que el presidente escribe y responde “en caliente” a voces menores del periodismo o de la política nacional con trinos emocionales que, muchas veces, tienen deficiencias de sintaxis y ortografía en un país de gramáticos. Tal vez, él debería considerar la restauración de la figura del vocero presidencial que hable en su nombre sobre las críticas a los medios u otros temas de interés nacional, pero sin la carga que le imprime la voz del presidente. Su excesivo e incontrolado uso de X también lo pone, innecesariamente, en el centro del debate político, con lo cual opaca otras voces gubernamentales que enriquecen las discusiones, y crea sentimientos antipetristas viscerales en las redes sociales. Además, algunas de sus declaraciones terminan siendo irrespetuosas con las jerarquías de las otras ramas del poder.

Recientemente, en otro evento organizado por el Gobierno con 1.500 de los llamados medios comunitarios y alternativos, el presidente aprovechó para volver a señalar a la prensa “sesgada”. En ese contexto dijo que “no matan al periodista arrodillado (…) que repite como loro la ideología (…) de sus patrones. Matan al que devela la desnudez del poder” ¿Qué piensa de esa mención a la muerte en un país como este?

Es desafortunada porque pareciera sugerir que el asesinato de algunos periodistas podría importar menos que el de otros, lo cual contradice su propio discurso a favor de la vida y la erradicación de la violencia. Insisto en que se necesita un vocero de Gobierno que diga lo que desee el presidente sin que él se desgaste. Los analistas de medios nos preguntamos por qué el mandatario no tiene un equipo asesor de comunicaciones que ordene su puesta en escena. Y también nos preguntamos si no será que, simplemente y en virtud de su personalidad, él no permite que lo asesoren en esas áreas.

Aunque ya bajó la espuma del debate, en otro momento reciente, Petro llamó a “las periodistas del poder” con el delicado apelativo de “muñecas de la mafia”. Aunque le confieso que, en mi condición de mujer periodista, no me sentí aludida en lo absoluto con ese término, la crítica fue general. ¿Habrá alguna estrategia tras esa conducta presidencial que no hemos comprendido?

Es extraño porque es un comportamiento absolutamente indebido y, además, contradictorio con otras actuaciones del presidente a favor del posicionamiento de las mujeres en el poder público, por ejemplo, con su terna de mujeres altamente competentes e independientes para la postulación a la Fiscalía General de la Nación y con su otra terna de mujeres para la Defensoría del Pueblo.

Justamente en la posesión de la primera defensora del Pueblo que tiene Colombia, lanzó el insulto de “muñecas…”, con lo que puso en aprietos a la nueva funcionaria.

Es cierto. Si con sus ternas, el presidente se anotó un gol ante la opinión pública, con esa declaración estigmatizante perdió puntos por goleada. En un país en donde muy reconocidas periodistas como Jineth Bedoya, María Jimena Duzán, Yolanda Ruiz, Gloria Castrillón, María Elvira Samper, usted misma y otras, han mostrado valor civil, ponderación en la evaluación de los hechos, honradez intelectual y ejercicio de periodismo independiente, y en donde reporteras menos conocidas de las regiones como Flor Alba Núñez, de Pitalito, que han dado la vida por la verdad, las declaraciones del presidente son improcedentes por decir lo menos.

En el discurso de confrontación pública, ¿usted cree que hay similitudes en los estilos de debate de Uribe y Petro, como se ha dicho?

Tanto Uribe como Petro han apelado al Estado de opinión. La gran diferencia está en que cuando el expresidente estigmatizaba unos periodistas, entre ellos, a Hollman Morris, León Valencia, Jorge Enrique Botero u Olga Behar acusándolos de “guerrilleros vestidos de civil” contaba con el apoyo del establecimiento y de los propios medios. En el caso del presidente Petro ocurre todo lo contrario: su Estado de opinión, en particular cuando ataca a los periodistas de hoy, encuentra una férrea oposición del establecimiento y de los medios.

Del otro lado y también con deficiencias, se encuentran los deberes y el correcto desempeño que se exige a los medios. ¿Cuál es su calificación para el periodismo en esta etapa política del país?

No solo hay deficiencias en cuanto al cubrimiento profesional de las actividades del presidente y del Gobierno. En el asunto trascendental de la paz, el periodismo dominante tampoco ha estado a la altura que se espera de una prensa responsable. Tal vez con excepción de El Espectador con su proyecto Colombia + 20 haciendo país, los demás medios han estado muy por debajo de las expectativas en materia de comprensión comunicativa de lo que significa y cuánto inciden la justicia transicional y la transición política hacia una sociedad menos excluyente y violenta. No han promovido la discusión ciudadana sobre los contenidos de la Comisión de la Verdad ni han analizado las responsabilidades que los hechos de violencia implican en nuestras instituciones. Figuras dominantes del periodismo colombiano ejercieron meras lógicas de registro diario de las masacres paramilitares de los años 90 o de comienzos del siglo, sin investigar ni revelar lo que pasaba en las poblaciones campesinas que tuvieron que vivir brutales dictaduras locales. Más recientemente, los medios de emisión abierta de radio y televisión se plegaron sin ningún esfuerzo a la información oficial sesgada sobre el paro nacional de 2021.

Algunos funcionarios y analistas han sostenido, respecto al gobierno Petro, que la prensa lo ha sometido a estigmatizaciones sociales, clasismo, racismo y otros pecados de desigualdad y matoneo. ¿Está de acuerdo con ellos?

Hay dificultades serias del periodismo para entender fenómenos de cambio, por ejemplo, el ascenso al Gobierno de personas procedentes de los movimientos sociales, del sindicalismo, del activismo feminista o de las comunidades étnicas. Indudablemente, hay racismo y clasismo frente a figuras como la vicepresidenta Francia Márquez y el ministro de Educación, Daniel Rojas, quien se queja de que le cobran su origen plebeyo. En otro ejemplo, el actual ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho, se refirió, en una entrevista, a su procedencia popular y su condición académica de egresado de la Universidad Distrital. En democracia es necesario reconocer que hay relevos de clase y de capital social. Por supuesto, el origen de los funcionarios no exime al periodismo de fiscalizar sus gestiones. Pero lo más grave es que ciertos sectores de la prensa, enfrascados en sus polémicas con el presidente, no logran reconocer que este Gobierno, no obstante sus escándalos y deficiencias comunicativas, ha sido la respuesta a un amplio y poderoso conjunto de demandas históricas de sectores sociales. Sin la inclusión y el reconocimiento simbólico, social, económico y político de esos sectores, va a ser muy difícil que la sociedad colombiana avance.

“La izquierda tiene que aprender que también debe ser fiscalizada”

Si bien el presidente puede tener razón en los excesos de algunos de sus contradictores, también es cierto que la izquierda, por no tener experiencia en el manejo del poder, no acepta que la crítica que ella ejerció, es válida en su contra…

. La izquierda tiene que aprender que, en democracia, se requiere la fiscalización del poder cualquiera que sea el sector o grupo político que esté en el Gobierno. La corrupción está enquistada en las instituciones y en la cultura de amplios grupos de la sociedad. Los medios no pueden silenciarse frente a los escándalos de Benedetti, Nicolás Petro o a la investigación por las supuestas violaciones de los topes en la financiación de la campaña. Sin embargo, al presidente le asiste buena parte de razón en su oposición a las decisiones, en otro caso diferente al de la prensa, del Consejo Nacional Electoral con la presencia, por ejemplo, de un magistrado que lo investiga al tiempo que es un imputado penal por el delito de compra de testigos. Creo que ese genuino defensor de los pobres que ha sido Gustavo Petro, tiene que concientizarse más sobre el hecho de que él es el gobernante de todos, incluyendo a las clases medias y altas, a los empresarios y a todos sus contradictores.

Un experto en el impacto de los discursos políticos de los presidentes

El profesor López de la Roche es un historiador social de amplia experiencia en investigación y obtuvo un PHD el Lenguas y Literatura en la universidad de Pittsburg, Pennsylvania, con una tesis doctoral sobre los discursos de dura confrontación, del entonces presidente Uribe Vélez, y su impacto en la cultura política de los ciudadanos de entonces, entre 2002 y 2010. A la par, ha escrito sobre las organizaciones y culturas políticas de las izquierdas en Colombia y el subcontinente suramericano. Y ha dedicado buena parte de su academia, a la historia de los medios, la lingüística, la comunicación social y el periodismo del país. En otra área de sus intereses profesionales, estuvo dedicado al análisis de la comunicación del proceso de paz entre el gobierno Santos y las FARC. Su último libro publicado refleja un trabajo colectivo sobre el papel de la comunicación en la reconciliación de los colombianos. Precisamente por su perfil, López de la Roche es un buen analista de las formas comunicativas que privilegia el presidente Petro y de los choques que esas formas producen con la prensa y con otros sectores del poder nacional.

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Chirri(rv2v4)16 de septiembre de 2024 - 08:09 a. m.
Yo, humilde mamador de ron, los invito a escuchar a la Radio Nacional de Colombia, y mas na.
CARLOS(84821)16 de septiembre de 2024 - 08:09 a. m.
La prensa en ciertos medios bajo control del poder económico ha abusado de la libertad de expresión, pero la Corte ha dicho que los límites de ese derecho están en la verdad y la imparcialidad. Los periodistas colombianos que reciben salarios o canonjias de las élites hablan y escriben como enemigos del gobierno, sin reconocer que se trabaja día y noche por los más pobres. Eso obliga al mandatario a responder con energía y con símbolos que ofenden a la derecha extrema y a las élites.
CARLOS(84821)16 de septiembre de 2024 - 07:58 a. m.
La derecha no quiso acuerdos. Quería humillar y controlar al presidente como en tiempos de Pastrana, Uribe, Santos y Duque. Con este líder se equivocaron y esa mayoría de 93% de pobres y clases medias de Colombia pondrán los votos en el 2026 para rescatar al país de un Congreso permeado por la corrupción y unas cortes arrodilladas al poder economico y sometidas a la impunidad que la misma justicia ha propiciado por su lentitud. El pueblo marcha porque quiere el poder y la libertad.
OS(42236)16 de septiembre de 2024 - 03:33 a. m.
Tremenda entrevista y excelente entrevistado. El balance sobre los "errores" de Petro y la malquerencia de la prensa al servicio del establecimiento contra él muestra un análisis objetivo y desapasionado para comprender el conflicto mediático. Muy bien también la aclaración de Cecilia de no haberse sentido aludida por la expresión "muñecas de la mafia".
Héctor(23099)15 de septiembre de 2024 - 07:41 p. m.
Lo que yo no he entendido es porqué una periodista como yineth Bedoya se sintió tocada con la expresión “muñecas de la mafia”. En qué sentido asumió el término si justamente ella es todo lo contrario por lo que la mafia hizo con ella. Por lo demás, es preciso entender que los golpes causan reacción en quien los recibe, y e ese sentido los medios de la derecha logran sus propósitos. El aguante tiene límites.
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