La Cancillería que recibió Laura Sarabia de Luis Gilberto Murillo atraviesa por varios caminos tortuosos, que en los cuatro días que oficialmente este sábado completa la funcionaria en el cargo ha tenido que saber sortear para mantener la línea política que le exigió el presidente Gustavo Petro sin que eso implique que se pongan en vilo sociedades claves como la que hay con Estados Unidos o que se terminen validado aún más dictaduras, que es el caso de Venezuela.
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La razón de buscar este equilibrio es que la diplomacia a través de redes que viene en algunos casos impulsando el jefe de Estado, como pasó con el trino de madrugada del domingo pasado que derivó en una crisis que aún no se supera del todo con la Casa Blanca, obliga a que la nueva canciller tenga la misma agilidad que su antecesor para movilizar los canales internacionales con los que cuenta el país para evitar que la escalada de daños se acreciente.
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Eso, de acuerdo con fuentes del mismo Palacio de San Carlos –sede del Ministerio de Relaciones Exteriores–, es lo que tiene a Sarabia analizando de quiénes se va a rodear más allá de las críticas normales que suelen llegar desde el sector más tradicionalista del petrismo.
Sobre esto, incluso, ya se formó una polémica entre una parte de los seguidores del mandatario, pues consideran que Daniel Ávila, quien actualmente trabaja en la Embajada de Colombia en Estados Unidos y es un posible vicecanciller, tiene cercanía con sectores opositores –en especial al expresidente Iván Duque–, pese a ser un funcionario de carrera diplomática que viene ejerciendo funciones en diversas administraciones.
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Pero esa designación puede ser clave para el reto que asumió Sarabia. Es claro que la nueva canciller no cuenta con el mismo nivel de relacionamiento que tenía Murillo en Washington, pues profesionalmente vienen de orillas diferentes, por lo que personas que conozcan el manejo del poder de esa capital –como es el caso de Ávila– son necesarias en un momento en el que la relación binacional está tensionada.
Si se concreta el arribo de este funcionario de carrera al círculo de Sarabia, teniendo en cuenta que en todo caso debería suplir otro viceministerio y que no se descarta que pueda tener un tinte más político, la nueva ministra podría contar con una persona que, además, heredó parte del manejo que tenía Murillo de la capital estadounidense y que conoce muy de cerca el trabajo que realiza en ese país el embajador Daniel García-Peña.
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Todo esto es determinante, pues las andanadas del presidente Donald Trump, ejecutadas por su secretario de Estado, Marco Rubio, hacen que quien maneje estos hilos diplomáticos requiera de contactos a muy alto nivel para interactuar con las fichas clave de la Oficina Oval.
Una muestra de esa necesidad es que después de toda la polémica que se formó desde el domingo pasado por la forma en que se manejó desde ambos países el tema de los colombianos indocumentados deportados, Murillo tuvo que acudir a sus contactos en el alto mando estadounidense para poder entrar a ese país, ya que esta semana seguían vigentes las restricciones para los funcionarios del gobierno colombiano.
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Y Rubio, para no dejar lugar a dudas –algo que reiteró Mauricio Claver-Carone, el delegado de Trump para América Latina–, aseguró que lo sucedido con Colombia demuestra que la administración del magnate republicano acudirá a sanciones y aranceles para que se cumplan sus propósitos, algo que puso en riesgo durante más de 24 horas la economía nacional y le sirvió al Gobierno para dejar de lado por un momento la dura crisis de sangre y violencia que no se ha superado en El Catatumbo.
“Algunos países están cooperando con nosotros con entusiasmo; otros, no tanto. Los primeros serán recompensados. En cuanto a esto último, Trump ya ha demostrado que está más que dispuesto a utilizar la considerable influencia de Estados Unidos para proteger nuestros intereses. Pregúntenle al presidente de Colombia, Gustavo Petro”, escribió Rubio en una columna para The Wall Street Journal, la cual se publicó previo a su viaje por algunos países centroamericanos para evaluar si mantiene o no la suspensión de ayudas, algo que también golpeó con fuerza a Bogotá.
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Y previamente, en una entrevista, el secretario de Estado fue más explícito sobre su visión de Petro y el proyecto progresista que representa y que está intentando reelegir en 2026: “Creo que a la mayoría de la gente en Colombia, un país que conozco muy bien, no le gusta su presidente; quiero decir, este tipo tendría elecciones hoy y perdería, es impopular en Colombia”.
Aunque Petro ahora usa un lenguaje más cauto tras estos impases, e instruyó a Sarabia para buscar acuerdos que permitan la repatriación de indocumentados en aviones y barcos pagados por Colombia –los vuelos de los primeros 306 connacionales que llegaron esta semana costaron $2.200 millones–, los riesgos se mantienen. Incluso, en una entrevista con Univisión, el jefe de Estado dijo que su intención es que el país asuma todos esos regresos.
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Todo esto fue lo que la excanciller María Ángela Holguín resumió de la siguiente manera en su más reciente columna para este diario: “Tristemente, nos quedamos con el título de la primera nación humillada por Trump. ¿Qué será lo que no entendió Petro de los múltiples mensajes de Trump sobre cómo serán las relaciones de Estados Unidos con el mundo? El que todavía crea que es retórica que vaya entendiendo que a esta administración nada la frena y no hará concesiones de ninguna clase con ningún país. Con este episodio, Trump mostró que está dispuesto a cumplir sus amenazas y Colombia quedó como el ejemplo”.
Pero los movimientos que se han hecho ahora encajan con la que fue la primera salida internacional de Sarabia como canciller oficialmente posesionada. Este jueves estuvo en Panamá y, más allá de los asuntos comerciales y de relacionamiento con la región que se trataron en las diversas citas, tuvo un encuentro con su par panameño, Javier Martínez-Acha, con quien abordó como eje clave del diálogo binacional el tema migratorio.
“Con el canciller de Panamá, Javier Martínez, se acordó que un grupo de 48 ciudadanos regresan a Colombia el próximo 3 de febrero en condiciones dignas. Por diferentes infracciones en el vecino país, siete de ellos serán trasladados en condiciones especiales”, dijo la Cancillería colombiana en un pronunciamiento oficial. A esto se suma que formalmente pidió que se aplazaran otros vuelos con indocumentados previstos para ese mismo día desde Estados Unidos, mientras se terminan de consolidar los protocolos de asistencia en territorio nacional y así evitar que se dé un eventual desbordamiento de capacidades.
Pero ahí no para todo. Justo este viernes también se anunció otro frente que debe ser en parte atentado por la canciller Sarabia. En efecto, el presidente Petro confirmó que junto con el líder del régimen venezolano, Nicolás Maduro, se comenzó una operación binacional para evitar que el ELN y otras bandas criminales que operan en la frontera mantengan su influencia ilegal.
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Aquí el reto es mayúsculo, porque Colombia no reconoce las elecciones con las que Maduro se aferró al poder aunque estuvo presente en su acto de posesión, el pasado 10 de enero, con el embajador en Caracas, Milton Rengifo. Además, más allá de la afinidad ideológica entre los inquilinos actuales de la Casa de Nariño y del Palacio de Miraflores, está documentada la anuencia del gobierno venezolano con reductos elenos y de las disidencias de las FARC, sin contar que Washington ofrece recompensas de hasta 15 millones de dólares por la captura de varios de la cúpula gubernamental del país vecino.
Justo este mismo viernes llegó a Caracas Richard Grenell, enviado de Trump para temas relacionados con el régimen venezolano, quien se reunió con Maduro. De hecho, este funcionario estadounidense fue uno de los interlocutores de Murillo en medio de la crisis del pasado domingo, por lo que los canales de diálogo con él y en sí con toda la Casa Blanca, e incluso con el bipartidismo del Capitolio de Washington, debe ser mantenerse con Sarabia.
Fuentes del despacho principal del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia confirmaron que todos estos lazos se están intentando potenciar con la nueva administración de esta cartera, y que incluso aún se mantiene una posibilidad abierta de ver una reunión directa entre Trump y Petro. Si bien esto aún parece muy lejano, tradicionalmente todos los presidentes de turno en la Oficina Oval han recibido a su par colombiano.
“Se llama diplomacia”, dijo Petro al hacer eco de las imágenes de Grenell y Maduro juntos en Caracas. Un indicador de que Bogotá sigue de cerca esos diálogos.
Ahora, en un campo más interno y que no es menor, la Cancillería de Sarabia recibió también 183 indagaciones que la Oficina de Control Interno del Ministerio de Exteriores abrió en tiempos recientes por diversas posibles irregularidades de su cuerpo diplomático y de otros funcionarios.
Y ahí entra en juego un expediente administrativo en particular que está por resolverse. Se trata del que cursa contra Armando Benedetti por posible violencia de género mientras era embajador y por presuntas faltas cuando ejerció funciones en la sede diplomática de Colombia en Caracas.
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Como este caso está a punto de tener decisión, y si sale en contra de los intereses de Benedetti, la segunda instancia recae sobre Sarabia, con quien tiene duras diferencias desde tiempo atrás y que llevó a una dura guerra interna que, incluso, dejó coletazos en despachos judiciales que para ambos están pendientes por resolverse.
Ese tema, del de Benedetti, es parte de las 91 indagaciones previas y 92 investigaciones disciplinarias que se adelantan a funcionarios de la Cancillería, las cuales, tal cual lo reveló en su momento El Espectador, incluyen a quienes hacían parte de la red ilegal de expedición de pasaportes colombianos falsos, cuyo funcionamiento fue revelado por este diario, así como la entrega de libretas diplomáticas a Juan Fernando Petro, hermano del mandatario, y a su pareja.
Mientras todo esto se resuelve, y la agenda internacional le está dando relato a la Casa de Nariño para hablarles a sus adeptos a nivel interno, lo cierto es que la Cancillería enfrenta retos mayúsculos que ya tienen a prueba las capacidades de Sarabia, reconocidas –eso sí– tanto por oficialismo como por la oposición.
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