Por un lado, las partes llegan a la mesa con la esperanza de concretar una serie de acuerdos, entre ellos el cese bilateral y definitivo del fuego y de hostilidades, y por el otro, los hechos de los últimos días en Colombia son vistos como una alerta para las negociaciones.
En concreto, las preocupaciones son de dos tipos. El supuesto rompimiento del cese unilateral por parte de la guerrilla ha provocado la denuncia del máximo jefe de las Farc, Timochenko, de que unidades del Ejército han hostigado a frentes insurgentes y que con esto se pone en peligro le medida decretada desde diciembre de 2015. Tanto así que el bloque Jorge Briceño, o bloque Oriental, anunció la suspensión de las labores de pedagogía de paz “hasta que cambie la situación”.
Por otra parte, según conoció El Espectador, ronda la preocupación en la mesa por el llamado del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe a una “resistencia civil” contra los acuerdos de La Habana, que, en pocas palabras, significa cerrar filas alrededor del no ante el mecanismo que se defina para la refrendación.
La respuesta por parte del Gobierno la dio el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, en su encuentro con los gobernadores elegidos por el Partido Liberal. “Quisiera pedirles a todos ustedes que nos juguemos a fondo para consolidar el fin del conflicto, que hagamos una resistencia civil organizada a la guerra y no la resistencia que algunos pretenden hacerle a la paz”, expresó.
Así las cosas, los delegados del Gobierno y las Farc reiniciaron su trabajo con la difícil labor de normalizar los ánimos y redoblar esfuerzos para que el 25 de mayo, cuando termine este ciclo de conversaciones, puedan darle la buena noticia a Colombia de que los fusiles callarán por siempre.