Su trino de hace unos días: “¿Por qué habrá en Twitter tantas fanáticas petristas con pinta de putas?”, escandalizó por provenir de usted, que era, en ese momento, el director de televisión del despacho presidencial. Para entender mejor lo que hizo: ¿qué lo indujo a escribirlo?
Permítame comenzar diciendo que no acepté su entrevista para defenderme ni para justificarme. El trino que publiqué y que provocó esa enorme reacción fue el resultado de una serie lamentable de errores que reconozco y asumo con entereza. Pido, nuevamente, perdón a las personas afectadas. En cuanto a su pregunta, le resumo la situación: en horas de la noche, el viernes anterior a la publicación del trino, estaba navegando en Twitter cuando me encontré con tres personajes que agredían a alguien que había escrito a favor de Sergio Fajardo. Utilizaban términos como “paraco camuflado”, “caballo de Troya”, “uribestia vergonzante”, entre otras expresiones, generalmente empleadas por los tuiteros del petrismo.
Pero ¿cómo dedujo que se trataba de mujeres seguidoras de Petro?
Miré sus perfiles: los atacantes tenían nombre de mujer, sin apellido, y sus sitios estaban ilustrados con imágenes de un aguacate y abejas que se convirtieron en un distintivo del petrismo desde la pasada campaña. Sus fotografías eran similares a las que se ven en los portales porno. Las tres cuentas tenían muy pocos seguidores, entre 5 y 17. Todo indicaba que eran robots y que actuaban de manera coordinada en contra del partidario fajardista. De todos modos, la información del perfil de estas tres personas las identificaba como mujeres y como petristas. Podían tener identidades ficticias, y así lo pensé. Por eso escribí mi trino en forma de pregunta, nunca hice una afirmación.
Como periodista profesional que es, sabe que una pregunta formulada de cierta manera puede interpretarse como una afirmación...
De todas formas, quedó planteado como duda. No podía hacer afirmaciones porque no tengo pruebas. Pero, ya que lo menciona, ese caso daría para una buena investigación periodística.
Precisamente, usted ha dicho que con su trino pretendió “fustigar la bodega petrista y su organización de matones digitales”. Exactamente, ¿a qué se refiere?
De la bodega petrista se habla desde la pasada campaña presidencial. Se infería que era una bodega llena de computadores y community managers trabajando para la candidatura de Petro. No creo que ese espacio físico exista, pero todo indica que sí hay una organización de personas que desarrollan una estrategia: apoyan los mensajes de su jefe y atacan a sus contradictores, emplean los mismos términos y reaccionan simultáneamente, repitiendo sus trinos entre unos y otros. Manejan cuentas falsas, las llamadas bots, sin foto o con fotos de otras personas, y por lo general tienen muy pocos seguidores.
Aun si fuera cierto que las personas que insultaban a Fajardo resultaran ser fanáticas petristas y sus fotos se parecieran “a las de los portales porno”, ¿por qué usar el calificativo “putas”, con que se busca discriminar, humillar y minar a las mujeres?
Ese fue mi primer error: usar el calificativo “putas”. Es una palabra tremendamente ofensiva. Fue un acto de ligereza, irreflexivo. En ningún momento mi idea fue atacar, discriminar ni humillar. No pensé en la manera como el trino podía ser interpretado. Nuevamente, pido perdón por haber empleado esa expresión.
Le sucedió lo que a muchos otros arrepentidos: ¿escribió, envió el trino a la red en medio de una emoción momentánea y, luego, estalló el lío?
No. Ni siquiera hubo emoción. Cuando escribí ese trino no estaba enojado. Reitero: fue un acto de ligereza. No reflexioné.
A pesar de que asumió el error y se disculpó, me extrañó que usted hubiera incurrido en discriminación por cuanto su comunidad también ha sido históricamente discriminada. ¿Cómo puede suceder que una víctima de señalamientos por su condición sexual segregue a otras?
Reitero que nunca tuve la intención de discriminar a las trabajadoras sexuales. Algunas mujeres y hombres que se dedican a la prostitución lo hacen porque quieren, porque deciden que esa es su manera de ganar el sustento. Están en todo su derecho y tienen mi respeto —deben tenerlo de todo el mundo— por esa elección. Muchísimas otras personas lo hacen porque les toca, cuando la pobreza no les deja nada más que su cuerpo y tienen que explotarlo para subsistir con sus familias. Son llevadas a ese extremo, enormemente humillante, por la inequidad y la falta de oportunidades. Por esas mujeres, además de respeto, siento una gran solidaridad. A ellas les pido perdón por haberlas maltratado.
Otros de sus trinos salieron a relucir en los medios, en el momento más duro de las críticas. Su contenido indicaría, contrario a lo que usted afirma respecto a que no es misógino, que sí discrimina a las personas por su género. En mensajes de 2017 y 2018 califica a las mujeres como “perras” y “zorras”...
Misógino es alguien que ve a la mujer como un ser inferior, la considera un objeto, menosprecia sus capacidades, la relega, desconoce sus derechos. Ninguna de estas características se refleja en los trinos que usted cita. La misoginia es continua y reiterativa, es decir, se manifiesta de manera permanente, no esporádica. Si usted quiere saber si soy misógino, bastaría con preguntárselo a las mujeres que han trabajado a mi lado. Podría sacar una conclusión más sólida.
¿Como quiénes?
Comienzo por usted, que fue mi jefa. Y puedo darle otros nombres: Adriana Larrota, Gloria Cecilia Gómez, Diana Montoya, Inés María Zabaraín, Patricia Janiot. Y muchas jóvenes talentosas que han sido mis subalternas.
Contrario a la mayoría de los insultadores de las redes que no tienen ninguna credibilidad o se ocultan bajo falsas identidades, usted escribió su trino con nombre y desde su cuenta, pese a que es conocido en los medios. Por si fuera poco, trabajaba para la Presidencia. ¿Tal vez no meditó sobre la trascendencia de su mensaje?
Ese fue el segundo error: no darme cuenta de que la gente me consideraba imagen del Gobierno, a pesar de que no era un empleado de planta, no era un funcionario de primera línea ni tenía vocería oficial. Indudablemente, trabajar en la Casa de Nariño era un agravante.
Comentando el caso, escribí sobre usted que el contenido de su trino era totalmente inesperado porque lo conocí como periodista ponderado y serio. ¿El clima polarizado del presente tiene que ver con su irritación?
En cierta medida sí. Me exaspera que personas que no dan la cara o que crean identidades falsas puedan insultar, señalar a otros gratuitamente, y que no les pase nada. Sí, me exaspera.
¿A qué se debe su aversión al petrismo?
Aversión es un término exagerado. Simplemente no me gusta. Yo trabajé en Canal Capital nueve meses, al comienzo de la alcaldía de Petro. Me decepcionaron su estilo y su manejo de la ciudad. Durante cuatro años tuve la impresión de que, desde el Palacio Liévano, hacía campaña para ser presidente: no veía un alcalde sino un candidato. Me parece populista y oportunista y pienso que no es del todo transparente en su pensamiento político, porque tiene posiciones ocultas y es políticamente impredecible, pudiendo llegar a ser incoherente.
Se queja de la agresividad de los seguidores del petrismo en las redes, pero ¿cuál es la diferencia con la bodega uribista, en donde también se concentran, en forma anónima, los patanes de esa agrupación para calumniar e injuriar a los que ven como sus enemigos? ¿No es lo mismo?
Sí, es lo mismo. Todas las guerrillas digitales de cualquier partido o grupo que recurran al insulto, la calumnia, la descalificación y la provocación son igualmente despreciables y reprobables. Reconozco que los fanáticos de ultraderecha son tenebrosos. Hace un año y medio caí en manos de uno de ellos que, en una de sus feroces respuestas, hizo apología de la violencia física contra el “mamertismo”. Lo reporté a Twitter y lo sancionaron. Nadie debe esconderse tras un seudónimo para atacar. Las redes sociales son un fenómeno nuevo que no ha terminado de inventarse, especialmente en cuanto a su uso. De todas maneras, tenemos que hacer algo para desarmarlas. Términos como mamerto, uribestia, petroñero o paraco deben desaparecer de esos sitios. Hay que erradicar la provocación de las redes. Los jefes políticos deberían cancelar las estrategias comunicativas basadas en el odio y la agresión con que pretenden defenderlos.
¿Opina así ahora, pero no antes de esta experiencia?
Lo pienso ahora y lo pensaba antes. Desafortunadamente incurrí en ese error. Ahora lo creo, con mayor razón, porque viví los ataques digitales en carne propia.
Usted no es el primer funcionario de la administración Duque que cae en actos de agresión. Recuerde el intento de “matar” un programa, por parte del exdirector del Sistema de Medios Públicos; los insultos a dos conocidos periodistas, provenientes del asesor de prensa del superintendente de Notariado; las acusaciones calumniosas del manejador de redes del uribismo contra la conductora de un programa radial; el despido de otra comunicadora de la UTL de un congresista del Centro Democrático, por hacer uso del derecho a la libertad de opinión. Este rosario de actos de censura, ¿constituye el modus operandi oficial de la represión?
No creo. Son casos que se presentaron en ámbitos diferentes. Además, no puedo imaginarme a quién podría ocurrírsele esa estrategia ni quién —en el Gobierno— podría dar órdenes en ese sentido. Sería un enorme despropósito pues, al final, la administración Duque es la que ha quedado desacreditada. Supongo que nadie en la Casa de Nariño se pone en la tarea de organizar actos que resulten negativos para el Ejecutivo.
Si nadie es autor de esa estrategia en el Gobierno, ¿sí puede serlo en el partido de gobierno? Recuerde que varios de los halcones negros del uribismo mandan en diferentes ámbitos, desde el Congreso, y tienen clara incidencia en Palacio...
Tampoco imagino que alguien en el Centro Democrático trace ese tipo de estrategias que no ayudan al Gobierno... A no ser que haya algunos a quienes no termina de gustarles la administración Duque...
Veo con asombro que no sea el demócrata que imaginé, crítico, por supuesto, pero abierto a los cambios. ¿Se ha vuelto rígido e intolerante con sus experiencias profesionales?
Para nada. La lamentable polarización a la cual nos condujeron nos hace perder la perspectiva, con frecuencia. El pasaje evangélico de “quien no está conmigo está contra mí” ha sido nefasto en el caso colombiano. Han tratado de pintarnos el mundo en blanco y negro y nos han hecho ignorar los grises. Siempre he luchado contra esa radicalización. Las redes sociales han modificado nuestra manera de debatir temas álgidos que no pueden discutirse en 280 caracteres. Esto nos ha ocurrido a todos, incluido yo, por supuesto. Pero no me he vuelto intolerante ni cerrado a los cambios. De verdad, me considero un tipo liberal, abierto, progresista y optimista. Tan optimista que, a pesar de todo, confío en que un error que cometí en 30 segundos no vaya a acabar con 40 años de trayectoria.
Sus respuestas indican que no es activista uribista, pero ¿comparte la ideología del partido de gobierno? ¿En cuál segmento del espectro político se ubica?
Políticamente hablando, me sitúo en el centro. No me gustan los extremos, pero no soy tibio. Desde el centro, uno puede mirar a derecha e izquierda. De hecho, he votado por ambas tendencias. Estar en el centro me ha permitido, entre otras cosas, votar por Mockus y contra Santos, el candidato de Uribe. También me permitió votar por el Sí en el plebiscito, aunque no estaba de acuerdo con algunos aspectos de la negociación. Voté por Iván Duque porque creo en él.
Y, en cuanto al líder del presidente, Álvaro Uribe, ¿es tan entusiasta con él como con Duque?
Soy más entusiasta con el Gobierno que con su partido.
Cuando renunció, ¿lo hizo también por impulso propio o alguien le pidió que se retirara?
Renuncié por decencia frente a las personas que afecté y por decencia con el Gobierno. Siempre he creído que las instituciones están por encima de las personas. La decisión la tomé el lunes del incendio, hacia las 4 o 5 de la tarde, cuando vi que la furia mediática no se dirigía solo contra mí, sino también contra el presidente Duque. Me daba vergüenza haber sido el origen de ese escándalo y me parecía injusto que el presidente y su gobierno se estuvieran sometiendo a semejante desgaste. Por lo demás, siempre he pensado que funcionario que la embarre debe irse. Atornillarse en el puesto no es decente.
Una reflexión final, ya no sobre el pasado sino sobre el futuro: ¿qué proyecta para su carrera de ahora en adelante?
En estos días he estado pensando en que de este incidente tiene que salir algo bueno. Y algo bueno saldrá.
“Los medios se dejan imponer la agenda de las redes”
¿Por qué ha sido tan ácido con el periodismo de los medios tradicionales, en cuanto tiene que ver con su caso por el famoso trino contra las mujeres petristas? ¿No le parece que había razones suficientes para criticarlo?
A los medios no les reprocho lo que hayan dicho de mí. Me refiero a que los periodistas nos estamos dejando imponer la agenda de las redes sociales. Cuando éstas irrumpieron – principalmente, Twitter -, los medios se vieron ante la amenaza de ser desplazados y resolvieron asumir las fuentes digitales como motor de sus contenidos. Las redes son un fenómeno social y, por lo tanto, hay que poner a las audiencias al tanto de lo que sucede en ellas. Lo que no me parece acertado ni sano para el oficio, es que la prensa tradicional se lance a ese mismo torbellino abandonando su esencia y otras fuentes de información.
Después del ‘torbellino’ o del pequeño terremoto que su trino armó, ¿lo han llamado los periodistas para conocer sus explicaciones?
Muy pocos: algunos no me llamaron directamente sino a través de la oficina de prensa de la Presidencia; una emisora me contactó pero pude enterarme que me tenían preparada una encerrona y no caí. Y hubo otra invitación que no acepté porque no me interesaba participar en su show.
Una carrera profesional y un trino insultante
Ignacio Greiffenstein no es un insultador más de los que abundan en las redes sociales, y quienes se presentan con nombre propio pero carecen de credibilidad o prestigio; ni de otros que crean identidades falsas para no tener que asumir la responsabilidad de las calumnias que difunden. Greiffeinstein es uno de los periodistas colombianos de más larga trayectoria profesional. Especialmente, ha hecho carrera en televisión, medio en que ha sido desde reportero hasta editor, productor y director de diversos programas noticiosos y de opinión. Su más reciente trabajo fue en la Casa de Nariño y según su contrato, su tarea consistía en dirigir las transmisiones oficiales y manejar los contenidos televisivos del palacio presidencial. En su hoja de vida también está la dirección de varios noticieros privados y del canal del Congreso. Así mismo, fue productor ejecutivo de la cadena norteamericana en español, CNN, y asesor de contenidos del canal oficial de Bogotá. Manejó las comunicaciones de la Vicepresidencia con Francisco Santos, en el segundo gobierno Uribe. De todos modos, no se reconoce como uribista sino como duquista. Hoy, desde su casa, enfrenta la avalancha de críticas que generó un trino en que descalificaba a las mujeres de la oposición política a la actual administración.