En un mensaje que usted publicó en su cuenta de X –a propósito de los audios grabados a Álvaro Leyva sobre un plan para sacar al presidente Petro del cargo-, afirma que “no es la primera vez que el exministro intenta armar una conspiración contra un gobierno legítimamente elegido”. ¿Leyva organizó un complot contra usted y cuándo?
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Faltando algunos meses para terminar mi gobierno, Álvaro Leyva resolvió armar una conspiración para anticipar mi salida del poder presidencial y asegurar, según decía, el inicio de un nuevo proceso de paz. Convocó a varios grupos armados por fuera de la ley, como las FARC y los paramilitares de Carlos Castaño, para que entraran en el complot. Sumó a los esmeralderos encabezados por Víctor Carranza y, para “decorar” el ponqué envenado, convenció a los expresidentes Juan Manuel Santos y Belisario Betancur, de Colombia, y a Felipe González, de España. Planeaba que “bendijeran” su maquiavélica alianza. Mi gobierno, enterado del propósito subversivo, develó el macabro plan a través del consejero de Paz, José Noé Ríos. Hasta ahí llegó el primer intento golpista de Leyva. Fue, digamos, una “conspiración menor”, sin mayores consecuencias.
¿Por qué se refiere al “primer intento golpista” de Leyva? ¿Hubo otro?
Pues, acabábamos de salir de una “conspiración mayor”, cuyas circunstancias políticas fueron bien distintas: no habíamos logrado hacer avances con las FARC en materia de acuerdos de paz; el ELN se mostraba renuente a cumplir con lo que ya habíamos pactado en España y apenas nos estábamos recuperando de una primera conspiración, también mayor. En ese intento Leyva no tuvo, al menos que yo sepa, una participación muy activa.
Habla de un primer complot de tres que ha mencionado, según sus cuentas. ¿Cuál fue, cuándo y quiénes participaron?
Se presentó a comienzos del gobierno. En este intento participaron militares activos, gremios económicos, el fiscal general de la nación (Alfonso Valdivieso), el embajador de Estados Unidos en Colombia (Myles Frechette) y, por supuesto, influyentes políticos republicanos de Estados Unidos de derecha, algunos de los cuales vuelven a aparecer en esta nueva crisis. Esa conspiración le pudo haber costado la vida al dirigente Álvaro Gómez Hurtado y el intento de secuestro de mi abogado, Antonio José Cancino.
Pero al final de cuentas, ¿Álvaro Leyva fue el eje de un complot contra su gobierno o era solo uno más entre quienes complotaban? Su papel no parece haber sido determinante…
Álvaro Leyva es un conspirador nato y un saboteador de procesos de paz cuando se da cuenta de que no es el actor principal en el escenario. A él también lo impulsa el hecho de que su partido, el Conservador, no sea protagonista y que hoy esté en el extremo de la oposición.
En su criterio, ¿Leyva es un traidor de la patria o un loco resentido?
Leyva pudo ser el mejor canciller internacional de la paz y terminó siendo el golpista de toda la vida.
Las circunstancias políticas en que se presentaron lo que llama “conspiraciones mayores” en contra de su gobierno, eran muy difíciles por las revelaciones del llamado Proceso 8.000, nombre con que se conocieron las investigaciones a su campaña y a las de varios congresistas. En ese clima, nació una oposición muy fuerte en su contra. Por razones diferentes, Petro enfrenta, también, una grave crisis. Las condiciones adversas, tanto en su caso como en el del actual mandatario, ¿justifican los intentos golpistas?
En ningún caso se justifican ni los golpes de Estado ni las escaramuzas golpistas. Ya no existen los golpes militares en América Latina, pero sí pueden presentarse golpes blandos que consisten en dificultar las condiciones de gobernabilidad, producir daños graves a la reputación presidencial y usar el arma del “lawfare”, o guerra jurídica, para alcanzar objetivos políticos. Este tipo de conductas no son propias de una oposición limpia. Traspasan la raya de las reglas democráticas que deben regir entre el gobierno y la oposición, y se acercan mucho al Código Penal.
¿Con cuáles estrategias pudo su gobierno llegar a término y resistir a los poderosos opositores que debió enfrentar?
Desde el principio de la crisis tomé la decisión de tramitarla institucionalmente. Me sometí al Congreso, que era mi juez natural; transmití el proceso por la televisión pública; reconstruimos las finanzas de la campaña para demostrar que quienes la habían administrado, eran los culpables de los hechos investigados, como se probó en una sentencia de la Corte Suprema, varios años después. Ese fallo, por supuesto, no tuvo la divulgación de los escándalos iniciales.
Pero también usted construyó una red de aliados o de acciones de defensa-ataque en reuniones periódicas que organizaba cada semana. Solían hacerlas en el llamado “salón de crisis”, si no estoy equivocada. ¿Fue así o no?
Sí. Hacíamos dos tipos de reuniones: unas, en el “salón de crisis”, en donde analizábamos, con un grupo de funcionarios del gobierno la evolución de los hechos desde ángulos políticos, jurídicos y mediáticos. Además, hacía unas consultas de alto nivel con los denominados “cacaos”, que eran los dueños de los grupos económicos más importantes. Decidí citarlos, a ellos, periódicamente, cuando me di cuenta de que los gremios estaban cumpliendo un papel más político que institucional, tal como ocurre hoy.
No lo sé con precisión, pero se cree que el presidente Petro tiende más al aislamiento y a cerrar sus círculos que a consultar oráculos de crisis. ¿Cuáles similitudes y diferencias encuentra entre la situación que usted vivió en la Casa de Nariño y la que enfrenta el actual mandatario?
Desde el principio de la administración Petro me di cuenta de que el “tratamiento” que le daban a su gobierno era más tranquilo y complaciente que el que recibí yo. Ahora noto que las cosas han cambiado, tanto en el campo interno como en el externo. En el campo interno, creo que yo tenía una relación mucho más fluida con el Congreso que la que han llevado todas las bancadas con el mandatario actual. Es parecido, en los dos gobiernos, el papel político que han desarrollado algunos medios de comunicación, lejos de su rol de información neutral. Y a mí me toco sufrir lo que sería el anticipo del “lawfare” (judicialización de la política) en Colombia, de parte de la fiscalía de Alfonso Valdivieso.
Y, ¿en el campo externo?
Hoy las relaciones internacionales se están llevando a un peligroso campo ideológico que divide los países entre amigos o enemigos del gobierno de Trump y de su equipo. Me sorprende que, en momentos en que nosotros deberíamos pedirles explicaciones a ellos, estemos presentándoles disculpas como las que contiene la carta que circuló por ahí y que después resultó que no habían firmado varios de los que figuraban en ella. Tendríamos que estarles reclamando la elevación unilateral de aranceles a pesar de tener un balance comercial deficitario, el tratamiento criminal a nuestros migrantes, la suspensión abrupta de la ayuda de Usaid, que este año nos quitará más de US$170 millones en apoyos para cumplir los acuerdos de paz, programas de educación y planes de desarrollo para pueblos campesinos e indígenas. Estos temas deberían preocupar más a los nacionales que se acercan a Washington para pedirle a Trump que nos perdone la vida.
A propósito de sus respuestas, me parece que usted, como jefe de Estado, tuvo una ventaja sobre la Presidencia de Gustavo Petro: si bien sus opositores detentaban inmenso poder económico y mediático, al mismo tiempo usted contó con el apoyo de una parte del empresariado. En cambio ese mismo sector está, hoy, en una posición totalmente contraria al mandatario.
Es verdad que yo conté con el respaldo del sector empresarial, como acabo de referir, pero en cabeza de sus dueños, no de los gremios que los representan. En los últimos años, con honrosas excepciones, esos gremios se han convertido en una especie de partidos políticos corporativos que opinan sobre lo divino y humano; que son consultados en cuestiones que no tienen relación directa con sus actividades, y que hasta se abstienen de ir a países como China para no molestar a las autoridades de Estados Unidos a quienes, en cambio, visitan con mayor frecuencia de la que indicarían la prudencia institucional y la dignidad nacional.
Entonces, ¿cree que los voceros de los gremios, no “los dueños del sector empresarial” como bien anota usted, han desviado sus funciones?
Puntualmente, veo que existen muchas más relaciones y concentración entre los grupos económicos y los medios de comunicación que las que había durante mi gobierno. Y no creo que esa situación sea sana para la democracia, como repetía, permanentemente, el expresidente Eduardo Santos.
Volviendo al tema de Estados Unidos, la distancia de los gobiernos norteamericanos con los de Colombia es similar en su administración y en la de hoy. En la suya, el Departamento de Estado de Clinton y sus diplomáticos en Bogotá fueron hostiles. Y ahora sucede algo parecido en el gobierno de Trump contra Petro. ¿Qué opina al respecto?
Petro tuvo, al comienzo de su mandato, un mayor margen de maniobra que yo, como dije antes. Después han ido endureciendo su posición contra el Gobierno colombiano, lo que se ha acentuado, en extremo, con la llegada de Trump al poder. Cuando asumí el gobierno, yo cargaba el pecado original de haber propuesto la legalización de la marihuana, de haber dicho NO a la invasión de Haití, de oponerme a que trasladaran la base Howard de Panamá al Pacífico colombiano y de ser el próximo presidente del Grupo de Países No Alineados, lo que les producía urticaria a los republicanos que manejaban en Washington el “tema Colombia”.
Pero con el llamamiento del embajador interino de Estados Unidos por parte del secretario de Estado, Marco Rubio, y con el consecuente regreso del embajador Daniel García-Peña a Bogotá, ¿la situación es más grave hoy o no?
Es temprano para saberlo. Esas consultas deben estar vinculadas con los audios de Leyva y con las primeras declaraciones del presidente Petro. Si eso es así, esta situación será fácil de resolver, aunque la conducta conspirativa de Leyva habría logrado hacer cierto tipo de daño. Pero si el llamamiento a consultas del embajador interino de Estados Unidos por parte de Washington tiene que ver con otro tipo de diferencias que desconocemos, podríamos enfrentar mayores dificultades para rehacer las relaciones entre los dos gobiernos.
Como en su época, hoy Estados Unidos amenaza con el retiro de visas a algunos funcionarios. En su momento, en su contra y contra otros colombianos. Ahora, contra personas cercanas a Petro. Esas medidas restrictivas de migración que no tienen conexión directa con las eventuales crisis, ¿son aceptables?
Más que preguntarse si son aceptables o no, hay que resaltar que son innecesarias e irrelevantes. Estados Unidos parece creer que impedir que la gente vaya a ver al Pato Donald constituye un castigo insoportable. Lo cierto es que se puede pasar muy bien viajando por el mundo sin incluir a ese país. En cambio, la imagen negativa que nace de ese tipo de decisiones autocráticas afecta a los norteamericanos que también viajan por el resto del planeta.
Expresidente, ¿usted ya tiene, de regreso, su visa?
Le reitero lo que ya he dicho antes: no necesité esa visa para gobernar mi país. Tampoco la he requerido para ir a otros lugares que me encantan por su cultura milenaria. No sé de dónde sacan la idea de que sin visa a Estados Unidos no hay salvación.
Sus contradictores acudían con frecuencia a Washington para buscar apoyo en el rechazo a su gobierno. Lo mismo parece estar ocurriendo ahora, 30 años después. En esta circunstancia también hay similitudes…
Es cierto. La diferencia es que quienes más me perseguían gobiernan hoy en Estados Unidos: se trata de los sectores de la derecha republicana que se sintonizan, ideológicamente, con los colombianos que los visitan. Me llama la atención que Álvaro Leyva mencione a unos personajes a los que habría acudido para hacerlos parte de sus teorías conspirativas. Ellos tienen nexos políticos con los que participaron en mi época para tumbarme. Todos deberían recordar que desde cuando ocurrió el derrocamiento de Salvador Allende, en Chile, Estados Unidos tomó la decisión de no involucrase en procesos golpistas, mucho menos si son violentos.
Con los movimientos que ha hecho el secretario de Estado, Marco Rubio, frente a Colombia, ¿cree que Estados Unidos está tratando de meter en su redil al presidente Petro?
Si esa fuera la intención, les va a costar mucho trabajo lograrlo: meter a Petro en su redil, como dice usted, puede darles el resultado contrario. Recuerde que cuando trataron de hacer algo parecido hace poco el presidente viajó a China y firmo la iniciativa llamada la Ruta de la Seda, la propuesta internacional del país asiático.
Si usted fuera el presidente de Colombia, ¿cómo manejaría este momento crítico?
Con serenidad diplomática, pero mostrando los dientes. No haría cartas indignas pidiendo perdón por el presidente de la República que fue elegido democráticamente. En cambio, exigiría explicaciones claras sobre temas como los que ya he mencionado: los aranceles de castigo, el tratamiento criminal a nuestros migrantes, la cancelación de los programas humanitarios de Usaid y las razones de la ausencia de un embajador de Estados Unidos en Colombia desde hace más de tres años.
Se dice que Estados Unidos también castigará a Colombia con la descertificación en la lucha contra las drogas. Si llega a ser cierto, como parece, habría un daño todavía mayor…
El mundo ya no les tiene miedo a las múltiples descertificaciones de buena conducta que expide Estados Unidos, porque sabe que esas descalificaciones unilaterales son ilegales (puesto que solo las puede expedir la ONU), inmorales (porque golpean más a los pueblos que a sus gobiernos) y, sobre todo, poco efectivas. Además, la mayoría de ellas versan sobre obligaciones éticas o normativas como lucha contra las drogas, medio ambiente, protección de derechos humanos respecto de las cuales los primeros en incumplirlas son, precisamente, los Estados Unidos.
“Colombia está vacunada contra golpes de Estado y contra revoluciones hechizas”
En medio de semejante confusión de noticias y del caos político que parece dominar al país por estos días, surgen informes sobre amenazas de muerte en contra del presidente ¿Es parte de las conspiraciones reales o de las versiones insanas?
Podría asegurar que todos los presidentes de Colombia hemos sido amenazados, unos más que otros. En todo caso, no estoy de acuerdo con que se revelen esas informaciones porque crean preocupación colectiva y pueden aumentar las expectativas terroristas.
¿Es o no probable que se presente una interrupción violenta del periodo presidencial en Colombia?
Por su fuerte institucionalidad que incluye la civilidad de sus Fuerzas Armadas; la existencia de las cortes, de los organismos de control, de un poder Legislativo independiente y de un Ejecutivo que gobierna, me atrevo a asegurar que Colombia está vacunada contra golpes de Estado y contra revoluciones hechizas. También sostengo que lo mejor que nos puede suceder es que el presidente Petro termine su mandato. Y, por supuesto, que lo termine vivo y sano.
“(Hay) una peligrosa ola de derechización que se ha lanzado desde Florida (E.U.)”
Existen evidencias fotográficas de los encuentros de opositores colombianos con los congresistas Diaz-Balart y Carlos Antonio Giménez; entre otros, el expresidente Uribe, algunos precandidatos presidenciales y varios congresistas; incluso, se dice que Pastrana y Duque le hablan al oído a Marco Rubio. De acuerdo con su experiencia, los nacionales que hacen esas gestiones, ¿influyen en las decisiones de ese país o no?
Está claro que los colombianos que usted me menciona, tuvieron una indebida injerencia, que nos hizo daño, en los asuntos electorales de los Estados Unidos. El Centro Democrático y el gobierno Duque, mediante su embajador Francisco Santos entre otros funcionarios, intervinieron en las elecciones de ese país cuando tomaron partido por los candidatos republicanos. Rompieron, así, una sabia tradición de no inmiscuirnos en procesos de otros países. Espero que esas actitudes y las temerarias gestiones de Leyva con voceros de Trump, no terminen montando a Colombia y a América Latina en la peligrosa ola de derechización que se ha lanzado desde Florida, con el apoyo de partidos europeos como VOX de España, y otros, y cuyo objetivo es implantar el neofascismo en América Latina.