Mientras el canciller Luis Gilberto Murillo y el embajador en los Estados Unidos, Daniel García-Peña, sostienen reuniones bilaterales con Washington en un intento de dejar atrás “el impase” de 24 horas de este domingo, el presidente Gustavo Petro se prepara para asistir presencialmente a la reunión de urgencia que citó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un escenario en el que espera hacer un llamado a la unidad del bloque sur y en el que, no se descarta, podría hacer una nueva mención de la administración de Donald Trump.
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Lea: Petro y Trump agitaron la relación binacional en solo 24 horas.
El día de tensión que protagonizaron ambos países le permitió al presidente Petro desviar la atención de un asunto que le han reclamado desde hace un buen rato, marcar la postura frente al régimen venezolano, así como poner en la agenda un asunto diferente a la crisis en Catatumbo. Y Trump mostró con ejemplo lo que puede aplicarles a las demás naciones si no se “acomodan” a sus intereses.
El tenso capítulo diplomático entre Colombia y los Estados Unidos no se ha superado en su totalidad, y ejemplo de ello es que la administración Trump tenga “en reserva” y no descartado el paquete de sanciones anunciadas (aranceles entre el 25 % y el 50 %, retiro de visado a funcionarios, endurecimiento de inspecciones).
Estas sanciones, como lo dijo el Departamento de Estado, están a plena disposición de aplicarse si el gobierno Petro incumple con lo que se acordó en la noche de este domingo: recibir a los connacionales deportados “sin limitaciones ni demoras”, incluso si vienen en aviones militares. A propósito, Colombia envió dos aviones para retornar a la población deportada.
Llegar a este acuerdo no fue tarea fácil para Colombia, pues no solo implicó convencer al gobierno Trump de retirar sus amenazas, sino también al mismo presidente Petro, quien no estuvo presencialmente en ninguna de las dos reuniones que hicieron Murillo, el embajador, la designada canciller Laura Sarabia, el director del Dapre, Jorge Rojas, y el ministro de Comercio, Luis Carlos Reyes, en la Casa de Nariño y en el Palacio de San Carlos (sede de la Cancillería).
Fuentes del alto Gobierno mencionan que hubo acaloradas discusiones entre el presidente y algunos de sus funcionarios, especialmente con el canciller, que terminó por anticipar su salida luego de 2 años y medio haciendo parte del Ejecutivo.
Los choques no solo se dieron por el trino en el que Petro anunció que no recibiría a los colombianos deportados debido a los malos tratos que les estaría dando Estados Unidos, pese a haberlos aceptado en un principio, sino también porque casi que terminó desafiando las suspensiones de visas y sanciones económicas de Trump, sobre las cuales dijo no tener miedo.
Además, hubo molestia por las amenazas que le lanzó a Washington con la misma imposición de aranceles del 25 % y la tarea que le dio a su mincomercio de buscar en tiempo récord nuevos mercados para exportar los productos nacionales.
“Su bloqueo no me asusta. Colombia ahora deja de mirar el norte, mira al mundo. Si usted no puede acompañarme, yo voy a otros lados”, dijo el mandatario en un trino, el mismo al que se refirió este lunes desde Ocaña (Norte de Santander) para “celebrar” que ha sido leído por más de 40 millones de cuentas.
Persuadir al jefe de Estado de aceptar las condiciones del país norteamericano tomó varias horas y fueron necesarias las intervenciones de distintas personas, incluso las de algunas de su círculo más cercano.
“Fueron unas horas muy intensas por todo lo que sucedió; hubo mucha preocupación, que yo creo que es legítima. La relación entre los dos países es fundamental”, le dijo a El Espectador el embajador Daniel García-Peña.
En paralelo, Murillo sostuvo llamadas con al menos 10 cancilleres, congresistas republicanos y con dos funcionarios de la administración Trump: Richard Grennell, enviado especial para Venezuela y quien pasó ocho años en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y Mauricio Claver-Carone, encargado del Departamento de Estado para América Latina.
Finalmente, lideró el anuncio de un comunicado oficial aceptando los términos del norteamericano. Aunque este estaba previsto para las 7:00 de la noche del domingo, se transmitió casi a las 11:00 de la noche, pues no había claridad frente a si Estados Unidos ya había firmado las sanciones, oficializándolas de esta manera.
Claver-Carone, designado por Trump y el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, para conversar con Colombia, y quien finalmente le dijo a Murillo que no había firma en el paquete de sanciones, es precisamente con quien se reunirán Murillo y García-Peña esta semana para apaciguar las aguas y buscar cierto guiño en asuntos que ya se ven con cierta preocupación.
Entre estos está el mantener la certificación que en septiembre pasado le dio el expresidente Joe Biden a Colombia por su lucha contra el narcotráfico a pesar del crecimiento registrado en 2023 de cultivos de coca, año en el que se alcanzó la cifra de 253.000 hectáreas sembradas (informe anual del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de las Naciones Unidas).
A su vez, los diplomáticos esperan que Washington reanude los programas de ayuda de Usaid, que fueron suspendidos la semana pasada por un término de 90 días. De acuerdo con Rubio, no se autorizarán nuevas inversiones hasta que no se verifique que estas están “alineadas con la agenda de política exterior del presidente Trump”.
El país norteamericano aporta para programas de posconflicto, agricultura, cambio climático y otras esferas un aproximado de 200 millones de dólares anuales.
Y más allá de eso, mantener la relación comercial con Estados Unidos, el principal socio comercial de Colombia y el destino número uno de las exportaciones colombianas.
Tan sólo en los últimos 10 años, este país ha tenido una participación en las ventas internacionales de Colombia que no ha bajado de 25 % año a año, llegando a un pico de 32 % en 2016 y a su punto más bajo en 2018, con 25,47 %, según datos del Ministerio de Comercio.
Si las medidas de Trump no se hubieran reversado, algunos de los primeros sectores en resultar más afectados habrían sido el sector aguacatero, que prepara la exportación de 6.500 toneladas de aguacate hass para el Super Bowl, programado para el 9 de febrero. También la industria de las flores que se prepara para altas exportaciones por la celebración de San Valentín (entre enero y febrero de 2024, Colombia exportó más de 59.000 toneladas de flores frescas).
En todo caso, mientras se recupera cierta simpatía con la administración Trump, Petro no descarta el seguir fortaleciendo sus relaciones con China, actualmente el segundo socio comercial de Colombia.
En los últimos meses el ministro Reyes ha presentado inversiones a dicha potencia y en octubre pasado el canciller Murillo dio el sí para adherirse a la Franja y la Ruta, una iniciativa global que, luego de 10 años de su creación, agrupa a más de 150 países. Esto ha hecho que Colombia casi que entre en la puja política que mantiene esta nación con EE. UU.
Y si de pujas políticas se habla, este capítulo lo supieron usar Petro y Trump, que lograron hablarles a sus electores y marcar una línea discursiva. El estadounidense mostró, con ejemplo incluido, lo que puede aplicarles a otros países si se atreven a desafiar sus políticas, y Petro catapultó su imagen, ganó el apoyo de varios países y obtuvo reconocimiento internacional, uno de sus objetivos desde que se posesionó.
Además, el colombiano logró desviar la atención de una petición que le vienen reclamando varios sectores desde hace un buen tiempo: el sentar postura sobre Venezuela y el régimen chavista que lidera Nicolás Maduro, con quien habló la anterior semana para pedirle ayuda en la vigilancia de la frontera y el cruce de grupos armados como el ELN.
Precisamente, la atención del país pasó rápidamente de estar enfocada en la crisis humanitaria en el Catatumbo, que deja más de 47.000 desplazados por los enfrentamientos entre ELN y disidencias, a la crisis diplomática con Trump.
En todo caso, hay temores al interior del gabinete, pues como algunos funcionarios lo creen, los pronunciamientos del presidente Petro seguro no cesarán.
Además la reunión en la CELAC podrá ser un espacio “ideal” para que el jefe de Estado lance nuevas críticas dirigidas a Trump y ponga a andar otro de sus objetivos: impulsar un bloque latinoamericano. Esto, igualmente, impacta en su intención de reelegir el progresismo en 2026, que según él, cuenta con un buen margen de posibilidades.
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