Una lección y una herida abierta

Treinta años después de la primera participación de la Unión Patriótica en actos electorales y en momentos en que en Colombia se habla del arribo de las Farc a la vida política, El Espectador hace un recuento de lo que fue la experiencia que derivó en un exterminio del que aún no se recupera el país.

Marcela Osorio Granados
28 de febrero de 2016 - 02:00 a. m.
1986: Militantes de la UP en protesta por  el asesinato del representante a la Cámara Leonardo Posada. / Archivo  - El Espectador
1986: Militantes de la UP en protesta por el asesinato del representante a la Cámara Leonardo Posada. / Archivo - El Espectador

Hace 30 años, el 2 de marzo de 1986, el gobierno de Belisario Betancur ratificó el acuerdo de cese al fuego que había suscrito con las Farc dos años antes y, a nombre del Estado, asumió el desafío de brindar a la Unión Patriótica las mismas garantías, libertades y seguridades de las demás agrupaciones políticas que siete días después debían constituir el poder legislativo. El domingo 9 de marzo, en su debut en las urnas, la UP obtuvo catorce curules al Congreso –cinco senadores y nueve representantes– y además eligió a catorce diputados y a 351 concejales.

A pesar de que desde su creación, en mayo de 1985, la UP ya registraba casi 200 víctimas entre sus militantes, los 120.442 votos con listas propias y 198.875 en alianzas con otros movimientos que alcanzó esta organización el 9 de marzo de 1986, representaban un respaldo a la reconciliación entre los colombianos. Al menos así lo admitió el entonces comisionado de Paz, John Agudelo Ríos, quien se declaró regocijado por los resultados de la UP y anotó que eran producto de una construcción colectiva en los acuerdos de paz.

En ese momento, entre los elegidos al Congreso, además de líderes de izquierda democrática como Gilberto Vieira, Hernando Hurtado o Pedro Luis Valencia, ganaron curules dos jefes guerrilleros de las Farc: Carlos Cardona, más conocido como Braulio Herrera, y Luciano Marín o Iván Márquez. Los catorce elegidos de la UP asumieron sus escaños el 20 de julio y, a un mes de dejar la Casa de Nariño, el presidente Betancur los recibió manifestando que debía aceptarse su presencia política y sus posibilidades de acción parlamentaria.

Sin embargo, cuarenta días después, hacia las siete de la noche del sábado 30 de agosto, fue asesinado en Barrancabermeja (Santander) el primero de los elegidos de la UP: el representante a la Cámara Leonardo Posada Pedraza. Dos días después, el lunes 1° de septiembre, cuando se realizaba una reunión de urgencia entre voceros del gobierno de Virgilio Barco y dirigentes de la UP, desde Villavicencio se avisó que habían asesinado al senador Pedro Nel Jiménez Obando, quien se disponía a viajar a Bogotá para el sepelio de su copartidario.

Al día siguiente, mientras los elegidos de la UP denunciaban la existencia de un plan de aniquilamiento denominado “El baile rojo” o llamaban a organizarse para “enfrentar al fascismo”, el ministro de Gobierno, Fernando Cepeda, resumió en una frase lo que ya era claro: “es muy difícil decirles a las Farc que se reincorporen a una sociedad donde no tienen protección”. Pero era apenas el preámbulo de un exterminio anunciado. Antes de terminar 1986, el 14 de diciembre, caía asesinado el tercero de los elegidos: el representante Octavio Vargas.

La historia de lo que siguió pasando con la UP es conocida. Dos candidatos presidenciales asesinados –Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa– y cinco parlamentarios más con el mismo destino. Y decenas de concejales, diputados, alcaldes, militantes o amigos del movimiento político resultaron muertos, heridos o víctimas en atentados selectivos o masacres. Una lista consolidada con nombres y apellidos habla de 1.598 homicidios. Eso sin contar los exiliados y desaparecidos. Hay estudios que registran cerca de 5.000 víctimas.

Aunque parece historia ya contada, el tema es tan grave para los desafíos del presente, que incluso el caso lleva 23 años en la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos –incluido un acuerdo para intentar una solución amistosa–, sin que se logre determinar la responsabilidad del Estado frente a lo sucedido con la UP. En la actualidad, el estigma se mantiene, la UP sigue denunciando amenazas y acoso contra sus militantes en las regiones y desde La Habana se sabe que constituye un nefasto antecedente que pesa a la hora de los actuales acuerdos de paz entre Gobierno y Farc.

La actual presidenta de la Unión Patriótica es Aída Avella Esquivel, quien vivió diecisiete años exiliada en Suiza después de sufrir un atentado en mayo de 1996. Frente a la inminencia de la paz, pero recordando lo sucedido con la UP, su reflexión es crítica: “Yo sí tengo preocupaciones sobre lo que pueda pasar después de que se firme la paz y la insurgencia quiera hacer política. Aunque el Gobierno tiene que haber aprendido, todavía persisten las amenazas y hay grupos paramilitares que sigue activos o se están reactivando en las regiones”.

La exconcejal de Bogotá recuerda que, como hoy, la UP nació como un proyecto para la paz. Sin embargo, hace 30 años, después de acabar con los elegidos a través del voto, el paramilitarismo pasó derecho y arrasó con los movimientos sindicales, barriales y populares. Con un detalle aún más grave: “muchos de esos crímenes fueron orquestados desde las esferas del Estado o las Fuerzas Armadas”. Por eso, el tema hoy empieza por que se prepare a la sociedad para que acepte que viene un momento de política con gente que piensa distinto.

No muy diferente a lo que cree Imelda Daza Cotes, exconcejal de la UP en Valledupar, quien duró veintiocho años exiliada en Suecia. “No se puede negar que el reintegro y desmovilización de una organización armada es arriesgado, y que pesa lo que sucedió con la UP. Si no hay un Estado comprometido con el cumplimiento de los acuerdos y la seguridad, si no se desmonta el paramilitarismo, va a ser imposible”. La excandidata a la Gobernación del Cesar tiene un ejemplo reciente para sopesar qué tanto está preparada la sociedad frente a las Farc.

“Yo estuve en Conejo (La Guajira) en la pedagogía de las Farc que armó tanto escándalo. Había gente armada en plan de cuidar a sus líderes, pero lo que predominó fue la convivencia. Los asistentes hablaban de los reclamos de siempre, puestos de salud, carreteras, escuelas para los niños, programas de vivienda o restitución de tierras. Por un momento viví la misma sensación que sentí en Pueblo Bello (Cesar) en junio de 1985 cuando lanzamos la UP. Hubo música, comida, discursos. También era la guerrilla en tránsito a la política”.

Cuando Imelda Daza constató el ruido que se armó por lo de Conejo, le comentó a su esposo: “¿Será que mañana, después de la paz, revienta en Colombia otro genocidio?”. En su criterio, hay similitudes entre lo que se vivió hace 30 años cuando su movimiento sacó seis concejales en el Cesar y después vinieron los asesinatos, los exilios o el camino de la insurgencia como lo hizo Ricardo Palmera o Simón Trinidad, con las sensaciones de hoy. “El temor es el mismo y por eso es necesario unirse para ganarle la batalla definitiva a la confrontación bélica”.

El senador Iván Cepeda admite que hoy las cosas han cambiado y que hay esfuerzos reales por la paz, pero también reconoce que “la UP es una herida abierta, una lección histórica que debe ser tenida en cuenta”. Por eso señala que son preocupantes las afirmaciones en debates en algunos sectores de la derecha con lenguaje amenazante, tanto como el paramilitarismo, que sigue siendo un gran obstáculo para la paz. Cepeda cree que la base de la concordia es que se respete a una fuerza política distinta que quiere sumarse al debate público.

“Ya es una exageración hablar de proselitismo político armado de las Farc. Con ese mismo pretexto, hace 30 años se acabó con los acuerdos de la Uribe”, recalca Iván Cepeda, hijo del asesinado senador de la UP Manuel Cepeda. “Hay denuncias que ya son preocupantes y amenazas de limpieza social que son el primer estadio de la actuación paramilitar”, agrega el dirigente político, quien sostiene que la paz también empieza con la confianza en el Estado de quienes dejan las armas, con garantías de no repetición para todos.

Es claro que tanto en La Habana como en Colombia, para el Gobierno y las Farc, el tema de la seguridad es crucial. Tanto que algunos jefes guerrilleros creen que solo harán política en sus zonas de influencia. Además, ya hay regiones donde la población ha manifestado su desacuerdo. En las ciudades el tema puede ser aún más preocupante. Lo cierto es que 30 años después de que la UP cambiara el panorama político del país y también el curso de la guerra, comienza a discutirse sobre cómo será Colombia con las Farc haciendo política.

De alguna manera, el modelo está trazado en el acuerdo de participación política suscrito en La Habana el 6 de noviembre de 2013. Ejercicio auténtico de la oposición, fomento de una cultura de reconciliación, veedurías ciudadanas, sistemas de planeación participativa, circunscripciones electorales especiales o fortalecimiento de nuevos partidos políticos, entre otros aspectos. Un reto que necesariamente pasa por la apertura de los medios de comunicación, no solo admitiendo otras voces, sino fortaleciendo la tolerancia.

Hace 30 años, cuando la UP ganó sus primeras curules en el Congreso, las asambleas y los concejos, el comisionado de Paz John Agudelo Ríos manifestó: “Somos cómplices necesarios de su existencia y celebrar sus triunfos nos parece elemental”. Hoy, la paz con las Farc parece inminente y el aspecto crucial es que cambien las armas por los votos. Sin embargo, como observa la presidenta de la UP, Aída Avella, “de nada va a servir si el país entero, incluida la guerrilla, no se transforma”. Y ese cambio empieza no repitiendo la historia.

Algunas fechas claves del genocidio

1986 Agosto

A las 7:00 p.m. fue asesinado en Barrancabermeja (Santander) el recién electo representante a la Cámara Leonardo Posada, cuando caminaba por una calle en compañía de su novia.

1986 Septiembre

Un sicario que se movilizaba en una motocicleta asesinó al senador Pedro Nel Jiménez en momentos en que se disponía a recoger a su hija en la puerta del Colegio Normal Nacional, ubicado en Villavicencio.

1987 Agosto

Asesinado en su residencia el senador de la UP, médico, defensor de derechos humanos y profesor de la Universidad de Antioquia, Pedro Luis Valencia Giraldo.

1987 Octubre

Fue asesinado el candidato presidencial de la UP, Jaime Pardo Leal, cuando regresaba a Bogotá desde su finca ubicada en La Mesa, para asistir al matrimonio de un dirigente del movimiento.

1989 Febrero

Asesinados el dirigente de la UP Teófilo Forero, su esposa y dos líderes más del movimiento cuando se disponían a entrar a un restaurante ubicado en la carrera 30 con calle 1ª, en Bogotá.

1989 Marzo

En pleno aeropuerto El Dorado de Bogotá un sicario acabó con la vida del destacado dirigente de la Unión Patriótica, José Antequera. En el atentado resultó herido el entonces precandidato Ernesto Samper.

1990 Marzo

En el Puente Aéreo de Bogotá fue asesinado el presidente de la Unión Patriótica y candidato presidencial Bernardo Jaramillo Ossa, minutos antes de abordar un avión con rumbo a Santa Marta.

1994 Agosto

Sicarios que se movilizaban en un Renault 9 blanco dispararon contra el último senador de la UP, Manuel Cepeda Vargas, cuando se desplazaba por la avenida Américas con carrera 74, al occidente de Bogotá.

Expedientes contra el olvido

En el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación se realizará mañana el lanzamiento de la tercera edición del libro “Unión Patriótica. Expedientes contra el olvido”, escrito por el periodista Roberto Romero Ospina.

El evento se llevará a cabo a las 5:30 p.m., en el marco de un conversatorio en el que participarán Camilo González Posso, director de Indepaz, y Aída Avella, presidenta de la Unión Patriótica.

La primera edición del texto fue lanzada en noviembre de 2011, y un año después salió la segunda. En esta ocasión el libro cuenta con el apoyo de la ONG holandesa Multparty Democracy.

Por Marcela Osorio Granados

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