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De la maestra Teresita Gómez, en 70 años de carrera artística, los medios de comunicación hemos contado una y otra vez su historia. De ella se ha dicho que era la hija adoptiva del celador del Palacio de Bellas Artes de Medellín; que vivía en el palacio, observaba las clases y ensayaba en los pianos en la noche, cuando nadie estaba; que la descubrió la maestra Marta Agudelo de Maya, y que así comenzó una sobresaliente carrera que la llevaría a escenarios internacionales a difundir con orgullo por el mundo música de Colombia. Hemos contado también cómo la maestra enfrentó los males del racismo y el machismo, y los venció. “A mí me encanta tocarles Bach a los alemanes, porque soy una negrita tocando Bach, y soy muy exigente”, le confesó al periódico El Tiempo.
En fin, se ha dicho que ella y su amiga, la también octogenaria pianista paisa Blanca Uribe, dos de las mujeres que más han contribuido al patrimonio musical del país.
Por eso en El Espectador quisimos festejar sus 80 años celebrando otra de sus posesiones más preciadas: su amistad. A continuación estas dos “hermanas del alma”, como se llaman una a la otra, cuentan quién es su amiga y cómo celebran el aniversario de la maestra.
Teresita Gómez sobre Blanca Uribe
Celebro mi cumpleaños con lo que más amo, haciendo música. Lo más grande a lo que puedo aspirar a los 80: seguir haciendo conciertos y comunicándome con el público.
Quiero que la gente sepa que estoy muy agradecida con lo que el público ha sido para mí. Ese público me ha dado la fuerza para salir. Siempre ha sido un público cariñoso, que ha estado en los momentos buenos y los regulares. Es una gracia, un regalo que me ha dado la vida. Ese público ha evolucionado como he evolucionado también. Al principio tocaba para que la gente me quisiera, ahora toco porque quiero mucho a la gente.
Cuando uno es mayor los conciertos son agradecidos, muy de corazón. Es muy emotivo pensar que han pasado tantos años y poder seguir haciéndolos. Eso a mí me parece milagroso, porque a esta edad ya la música se siente diferente. No es que a una se le quiten los nervios, pero sí es otra forma de comunicarse, una tranquilidad interior.
La relación con Blanquita partió desde niña, porque mi papá siempre me llevaba a los conciertos de ella y para mí era muy lindo poder estar en sus conciertos e ir después a felicitarla. Ella estuvo mucho tiempo fuera de Colombia, pero siempre que ella regresaba mi papá me llevaba a escucharla. Siempre la he admirado mucho porque me parece una gran maestra, una maestra muy querida por sus discípulos, muy buena colega. Una persona que ha dado muchísimo a nuestro país con excelentes alumnos. Desde que regresó al país hemos tenido oportunidad de acercarnos, además de tocar juntas, y ha sido una experiencia muy linda... Compartirle algunas cosas de la carrera y de la vida... es muy sencilla, muy tranquila. Ha sido un acercamiento un poco más humano, no de escenarios, fuera de las tablas, del piano, de la profesión. Ahora somos dos personas que comparten cosas de la vida... que se enfermó el perrito, que se me murió, que me duele el tobillo... los diálogos, esas confidencias de las dos que no se pueden contar.
Nos entendemos bien en el piano. Cuando una se junta con la otra y cada una sabe su parte y empieza ese diálogo musical, qué se quiere hacer con la obra cuando se toca a dos pianos y cuatro manos. Esto siempre es complejo, pero es muy bonito. Los conciertos que he hecho con Blanquita siempre han sido muy bellos y a la gente le han gustado mucho. No es una amistad de llamar todos los días, pero ella sabe que puede contar conmigo y yo con ella.
La amistad debe llevar sinceridad y lealtad, y ser transparente con la otra persona. Para mí la amistad es tal vez lo más grande que puede haber. De pronto, lo que llamamos amor es una gran, gran amistad.
De pronto, lo que llamamos amor es una gran, gran amistad.
Teresita Gómez
Blanca Uribe sobre Teresita Gómez
Mi papá, un gran músico, se vino para Medellín cuando la orquesta de Lucho Bermúdez lo contrató en el Hotel Nutibara en 1948. Estuvieron tan felices en Medellín, que decidieron quedarse, y en 1949 llegamos nosotros. Entonces tenía nueve años y entré a clases en el Instituto de Bellas Artes, donde vivía Teresita, que tenía seis. Nos conocemos desde hace apenas 74 años. Siempre era muy lindo verla y saludarla.
Desde que era muy pequeña admiraba esa sensibilidad y naturalidad con la que ella hace música. Además, descubrí que le gusta mucho la poesía y la literatura. Fui muy amiga de su maestro, Hárold Martina, y toqué mucho con él. Entonces cada vez que venía a Colombia ellos eran una familia musical que tenía aquí.
Para mí ella siempre ha sido una maestra de ideas musicales, y creo que he podido aportarle desde lo físico y sugerencias para respirar y usar el cuerpo de ciertas formas.
Estuve fuera de Colombia durante 52 años, estuve estudiando y trabajando, pero nunca dejé de venir. Nos veíamos poco, pero siempre nos veíamos y compartíamos algún momento. Iba a escucharla, y ella iba a mis conciertos. Pero ya en 2017 me retiré y, dizque jubilada, me vine a Colombia y he estado trabajando todos estos años. Ahora la amistad ha sido mucho más estrecha, porque nos hemos visto mucho, hemos tocado a cuatro manos, en dos pianos. Si alguna de nosotras tiene una idea que no es igual a la de la compañera, la ensayamos y cuadramos sin ningún problema. No hay competencia, es más bien sobre hacer música y lograr que sea lo más bonito para compartirla con el público.
Pero sí tengo que decir algo: no solo disfrutamos de la amistad que tenemos y del respeto que nos tenemos con la música, sino también de las risas que compartimos cuando estamos juntas.
Siento en ella, y creo que ella también en mí, una hermana del alma y de la música. Podemos confiar en que nos contamos cualquier cosa. Ella tiene una espiritualidad del yoga o zen, y a veces maneja sus problemas de una manera muy linda y me regala libros para leer. Nos reímos mucho. Es muy bonito compartir con ella y también con su hija, Adriana, y tomarnos un vinito, que siempre es importante.
A ella le ha tocado vivir mucho racismo, pero le admiro que no guarda esa rabiecita, admiro su fortaleza para superar dificultades. Cuando cuenta las historias de lo que le ha pasado, ella no se pone a llorar, sino que le pone humor y uno se totea de la risa.
Cuando [Teresita] cuenta historias del racismo que vivió, no se pone a llorar, sino que le pone humor y uno se totea de la risa.
Blanca Uribe
No he podido viajar a Bogotá u otras partes donde ha estado de gira celebrando, pero desde lejos la he seguido, incluso en sus entrevistas en España, que han sido tan lindas. Estuve en el concierto que hizo a cuatro manos con el maestro Luis Fernando Pérez, y podemos quedarnos conversando hasta las dos o tres de la mañana, felices.
Aquí en Medellín hemos celebrado varios momentos muy especiales, y seguirán porque el año aún no ha terminado. Vamos a seguir celebrando sus 80 años hasta que cumpla 81, y yo ya voy para los 84. También vamos a celebrar los míos.