Nelly Velandia recuerda que llegar a Beijing, China, le tomó casi un mes. Era 1995 y salía del país por primera vez como parte de una comitiva de mujeres colombianas que asistiría a la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer. Viajaron por separado y, en su caso, tuvo que hacer varias escalas para llegar al otro lado del mundo. Pero, recuerda, “fue una experiencia muy bonita porque, en el camino, me encontré con otras mujeres que también iban a asistir. Hubo mucho compañerismo. Presentíamos que iba a tratarse de un momento histórico”. En total, participaron más de 6.000 delegadas y alrededor de 4.000 representantes de organizaciones no gubernamentales.
Velandia participaba como vocera de un movimiento campesino de mujeres que llevaba más de una década exigiendo acceso a la tierra. En ese entonces, muchas de ellas no podían heredar y, aunque la Constitución de 1991 trajo avances en este tema, aún se sienten las secuelas de esa exclusión, cuenta Velandia. Por ejemplo, añade, en procesos de restitución, muchos predios siguen a nombre de sus esposos y, los de ellas, quedan atrapados en vacíos jurídicos.
Casi 30 años después, Velandia volvió a compartir su historia. Esta vez en Bogotá, en un diálogo intergeneracional convocado por ONU Mujeres Colombia, el cual contó con el apoyo de la Embajada de Suecia y reunió durante dos días —el 22 y 23 de mayo— a 51 mujeres, entre lideresas de territorios como Chocó, Nariño, Antioquia y Cundinamarca, y otras que, como Velandia, asistieron a la conferencia hace 30 años. El objetivo se centró en revisar qué logros ha dejado ese hito global por los derechos de las mujeres, qué asuntos pendientes siguen vigentes, y cómo se ve en la actualidad la lucha feminista desde el punto de vista de distintas generaciones.
Al comienzo, todas las participantes se identificaron por rangos de edad: aquellas que eran menores de 30 años, las que tenían entre 31 y 45, y las mayores de 45. Esta dinámica, según explica Bibiana Aído, representante país de ONU Mujeres en Colombia, permitió facilitar el intercambio de experiencias entre generaciones y contrastar cómo han evolucionado las luchas y los desafíos en materia de derechos de las mujeres, sobre todo en el cumplimiento de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing (PAB). Este documento fue acogido por 189 países, entre ellos Colombia, que estableció objetivos estratégicos en 12 áreas prioritarias para avanzar hacia la igualdad de género, como la pobreza, la educación, la salud, la violencia basada en género, los conflictos armados, la participación política, la economía y el ambiente.
En medio de su compromiso, Colombia ha presentado informes periódicos sobre la implementación del PAB, destacando avances en el fortalecimiento institucional para la igualdad, el desarrollo de políticas públicas con enfoque de género y la promoción de la participación política de las mujeres. Aído dice que “el país cuenta en la actualidad con un marco normativo robusto para avanzar en los derechos de las mujeres y las niñas”. Para hacerse una idea, solamente en 2024 se aprobaron 20 leyes en esta dirección, como la que prohíbe el matrimonio infantil y la ley contra el acoso sexual. También se creó el Sistema Nacional de Cuidado, la Adopción del Acuerdo de Escazú y, recientemente, la Ley de Prevención de la Violencia contra las Mujeres en la Política.
Otro de los avances del país, en opinión de Aído, es el incremento de la participación política femenina: en 2023, casi la mitad de los cargos directivos del Estado fueron ocupados por mujeres y la representación en el Congreso subió diez puntos porcentuales, alcanzando el 29,8%.
Durante el encuentro en Bogotá, varias participantes recordaron que los temas más controversiales que conversaron en la conferencia fueron los derechos sexuales y reproductivos y el derecho a la herencia. El primero generó amplios debates, incluso con la intervención del Vaticano, lo que llevó a que en el documento final no se hablara explícitamente de “derechos sexuales y reproductivos”, sino de “sexualidad”. En cuanto a la herencia, algunas delegadas señalaron cómo ciertos sectores conservadores, especialmente del fundamentalismo islámico, defendían que los bienes debían estar en manos de los hombres.
Mariana Guerrero, periodista de 26 años, asegura que este encuentro permitió reconocer las luchas que dieron origen al movimiento feminista en Colombia y evidenciar cómo han evolucionado los debates. “Antes se hablaba sobre el derecho a la tierra, al voto o a decidir sobre el cuerpo”, cuenta y agrega que hoy esos temas siguen siendo importantes, pero se han sumado otros, como las identidades de género, el derecho al aborto, las vidas trans, el lenguaje inclusivo y, por supuesto, la interseccionalidad. Por eso, a sus ojos, “los debates también han ido cambiando, como la violencia obstétrica, la maternidad subrogada y demás”. Este último punto fue uno de los más relevantes durante los dos días del encuentro.
Para Sabrina Pachón, directora general de la corporación Polimorfas, una organización de y para mujeres con discapacidad que promueve el reconocimiento de sus derechos, todavía persisten muchas barreras para el acceso a esos derechos, y, en muchas ocasiones, no se reconoce que las mujeres con discapacidad también son parte del movimiento feminista. “Hay que entender que también nosotras buscamos enunciarnos desde nuestra experiencia” afirma y explica que “no es lo mismo, por ejemplo, ser una mujer con discapacidad en Bogotá que en Guapi”.
Lo que inspira y lo que preocupa a las mujeres
Durante los dos días del encuentro, parte de la dinámica se centró en mesas de trabajo que reunieron a participantes de todas las edades para reflexionar sobre los avances, desafíos y estrategias en torno a cinco ejes temáticos: participación política y fortalecimiento del movimiento; todas las formas de violencia, incluidas las vinculadas a la tecnología; mujeres, paz y seguridad; mecanismos institucionales; y autonomía económica y cuidados.
Velandia, Guerrero y Pachón coincidieron en que uno de los ejes recurrentes en los diálogos fue la necesidad de descentralizar la conversación, pues los debates sobre derechos de las mujeres no se deben limitar al contexto urbano, sino que deben incluir las realidades de las zonas rurales del país. Otro tema transversal fue el papel de las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, y los riesgos que implican en términos de violencia de género. También se llegó a un consenso sobre la urgencia de ampliar el debate público sobre el uso de estas herramientas, con el fin de prevenir sesgos discriminatorios y evitar la generación de contenidos perjudiciales para niñas, adolescentes y mujeres adultas.
Luego de participar en todas las mesas, Guerrero llegó a una conclusión clave: pese a las diferencias generacionales, persiste un tema común que sigue dividiendo y uniendo al movimiento —el tabú de nombrarse feminista—. “Antes se juzgaba a quienes se identificaban como feministas. Si bien hoy tenemos más espacios de expresión y participación, ese señalamiento todavía existe”, indica.
Durante la última jornada, se llevó a cabo una rueda de prensa que estuvo moderada por la periodista Ana Cristina Restrepo, en la que representantes de cada mesa compartieron las conclusiones del encuentro. Se destacó que, aunque ha aumentado la presencia femenina en la política, eso no garantiza una participación efectiva ni representativa. También se insistió en la necesidad de fortalecer los espacios de organización y revisar las respuestas colectivas frente a la violencia política.
Otro llamado importante que se realizó durante el evento fue el de avanzar hacia una agenda que propicie diálogos interseccionales. Se planteó una pregunta clave: ¿quién es responsable de la seguridad de las mujeres?, y se remarcó que no basta con reconocer las labores no remuneradas —como el cuidado—, sino que es necesario avanzar hacia una redistribución de estas tareas que incluya la corresponsabilidad del Estado.
El espacio lo cerró Aído señalando que, frente al contexto actual de desinformación, polarización y confrontación, el movimiento feminista debe actuar con sentido de urgencia y no dejarse intimidar por los desafíos. “Debemos avanzar con firmeza en una agenda de derechos de las mujeres entendida como una agenda de derechos humanos y desarrollo para toda la sociedad”, asegura y anuncia que, como resultado de este diálogo, se realizará una hoja de ruta conjunta que acelere ese avance en Colombia, abordando los desafíos actuales desde una mirada interseccional y diversa, integrando tanto las prioridades de Beijing —que siguen plenamente vigentes— como los nuevos retos que nos exigen formas innovadoras de articulación.
Para Pachón, la tarea ahora es difundir estos acuerdos entre más mujeres. “El primer paso es llevar los avances, desafíos y estrategias de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing a los territorios donde aún no se conocen, para lograr una mayor divulgación e inclusión de quienes habitan desde diversas realidades. Sobre todo, debe hacerse mayor difusión en las mujeres con capacidad que están en los territorios”, afirma.