Impacto mujer
Dejando huella

“Muchas madres han muerto sin justicia”: embajadora de Chile sobre golpe de Estado

María Inés Ruz habla para El Espectador sobre el ambiente de confusión que hay en su país, el rol de las mujeres en la época de la dictadura y la necesidad de una reparación con enfoque de género en la conmemoración de los 50 años del derrocamiento de Salvador Allende.

Hugo Santiago Caro
09 de septiembre de 2023 - 02:00 a. m.
María Inés Ruz asumió en 2023 el cargo de embajadora de Chile en Colombia, luego de haberlo sido en El Salvador.
María Inés Ruz asumió en 2023 el cargo de embajadora de Chile en Colombia, luego de haberlo sido en El Salvador.
Foto: Andrés Caróm

¿Cómo entender al Chile que vive el aniversario?

Tuvimos 17 años de dictadura y luego iniciamos una transición democrática que permitió cierto nivel de desarrollo en el país. Al menos logramos superar la extrema pobreza, aunque todavía existe pobreza en el país, pero se implementaron políticas focalizadas en esos sectores para reducirla. Se intentó mejorar la precariedad de vida y aumentar los derechos laborales, los derechos sociales y el acceso a la educación, pero con muchas limitaciones debido a que el modelo de desarrollo que se impulsó durante la dictadura se mantuvo. Es decir, fue un modelo marcadamente neoliberal en el cual las políticas públicas estaban constreñidas por la constitución de 1980, que establece que el Estado es subsidiario y solo debe intervenir donde no esté presente el sector privado.

En consecuencia, en Chile ocurrió que los principales servicios públicos se privatizaron y el Estado no cumplía su función fundamental de garantizar el acceso a los bienes públicos para la gran mayoría del país. En este contexto, quiero hacer un resumen muy general. Aunque el país experimentó un crecimiento económico y tenía uno de los mayores estándares de América Latina, también aumentó la desigualdad en relación con los sectores que incrementaron sus recursos. Hubo una extrema concentración de riqueza y, al mismo tiempo, la población tomó conciencia de que sus derechos no estaban siendo satisfechos. Se vivía una realidad en la que cumplir los estándares para poder pagar la educación era muy difícil de alcanzar. Un ejemplo que siempre menciono es el de la generación de los 80, que no es la mía, la que estuvo en las calles luchando contra la dictadura y que ahora tiene alrededor de 50 años. Al final, tuvieron que pagar por su educación y endeudarse para estudiar y pagar la educación de sus hijos. Esto generó hitos movilizatorios muy importantes.

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El primero fue en el año 2006, conocido como la movilización de los “pingüinos”, que fueron los estudiantes secundarios que salieron a la calle exigiendo mejoras en la educación. Luego, estos mismos estudiantes estaban en la universidad y fueron capaces de liderar un movimiento estudiantil con demandas más investigadas, estudiadas y sistematizadas. Este movimiento estudiantil, que tuvo lugar en 2011, logró convocar no solo a estudiantes universitarios y secundarios, sino también a profesores, padres, abuelos y organizaciones sociales en general, incluyendo el sector laboral. Fue una gran movilización que, desde mi punto de vista, tuvo un impacto significativo en la sociedad chilena, ya que se hizo evidente la necesidad, la posibilidad e incluso la importancia de movilizarse y luchar por demandas en materia de educación, salud, pensiones y derechos humanos, que incluso no habían sido temas centrales en la agenda. Esto es solo un breve resumen del contexto en el que se produjo la movilización del 2019 y en el que se inició lo que podríamos llamar un nuevo ciclo de la política chilena.

¿Hace falta conciencia sobre esto que pasó aquel 11 de septiembre?

Las heridas causadas por el golpe de Estado en términos de la fuerte represión fueron inimaginables. El gobierno de la Unidad Popular enfrentó grandes dificultades desde el principio, con fuertes intereses políticos y oposición a la implementación de los planes de gobierno. Sin embargo, nunca imaginamos que la represión sería tan intensa y dejaría tantas heridas en la sociedad chilena.

Se reflejan especialmente en los detenidos desaparecidos, cuyos familiares han luchado incansablemente por saber qué les sucedió, sin recibir ninguna información de las autoridades de aquella época. A 50 años de los acontecimientos, la memoria de esos eventos emerge con fuerza. Sin embargo, también hay un sector de la sociedad que no fue afectado por esos sucesos y que se mantiene encapsulado, niegan los graves hechos de violaciones a los derechos humanos que ocurrieron y no consideran el fenómeno social y político que tuvo lugar en Chile. Esto es un gran error, ya que el impacto de esos eventos fue trascendental en América Latina y en el mundo, afectando las decisiones políticas de varias generaciones de jóvenes y organizaciones políticas.

Es crucial convertir estos 50 años en un motivo de reencuentro y rescate de la memoria, para evitar repetir los crímenes y violaciones a los derechos humanos, y para poder dialogar y encontrar puntos comunes que nos permitan avanzar hacia una sociedad más democrática y con más derechos.

¿Cómo entender que casi un 40 % de la sociedad justifique lo que hicieron las fuerzas armadas?

Bueno, la realidad que reflejan las encuestas me cuesta mucho asimilarla porque creo que, si bien es cierto en los primeros años no había información, en los primeros años del retorno a la democracia, me junté con muchas personas que me decían “yo no sabía, es que no sabía”, es posible que no supieran por qué hubo un control muy férreo de la información por parte de las instituciones del Estado.

Pero después del inicio del periodo de transición democrática ha habido mucha información sobre lo que constituyeron las violaciones a los derechos humanos en Chile. También se han abierto los archivos secretos de la CIA que informan del apoyo objetivo que brindó Estados Unidos para alentar, organizar y ejecutar acciones contra el gobierno de la Unión Popular. Hay también toda la búsqueda, que fue algo muy importante que hicieron los familiares; la organización, sobre todo en ese sentido, fue muy protagónica: las mujeres, las madres, las hermanas de los familiares detenidos, desaparecidos, ejecutados, que hicieron visible que estaban ocurriendo.

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Algunas personas tratan de equiparar la violencia política con la violencia ejercida por el Estado contra los ciudadanos y eso también es un hecho grave, porque el Estado tiene el monopolio del uso de la fuerza y de los servicios públicos. En este caso, las policías, las fuerzas armadas, nunca pueden usar esa fuerza contra sus propios ciudadanos y eso ocurrió durante la dictadura.

Yo soy de una generación que estudió en la escuela pública, con el liceo público, donde nos encontrábamos unos y otros de distintos sectores sociales y la educación era pública y de calidad. Durante los años de dictadura se perdió. El hecho de que se privatizara la educación significó que hubo un gran desfase entre la educación a la que accedían los sectores populares y la educación a la que accedían los que podían pagar. Esa educación a la que accedían los sectores populares, las escuelas públicas, se deterioró mucho porque también se deterioró la condición de los profesores.

Por otra parte, había una educación privada muy sesgada, muy distante, y se fue haciendo un gran abismo entre esta sociedad que tenía acceso a los colegios privados con una educación, a mi juicio, un poco sesgada, y esta otra sociedad que quedaba en la educación pública, pero una educación pública deteriorada.

¿Qué hacer entonces?

Se requiere mucha investigación para poder comprender los cambios que han ocurrido en la sociedad chilena y poder interpretar y saber cuáles son realmente las demandas, cuáles son las insatisfacciones que tienen las personas y qué es lo que realmente anhelan.

A veces los medios de comunicación y los periodistas contribuimos a una mirada muy superficial, a veces no ponemos los contextos históricos, no profundizamos, y también vivimos en un momento de revolución científico-técnica y estas herramientas tecnológicas que son tan útiles a veces no nos permiten un nivel de abstracción y de análisis y no nos permiten mirar la realidad como proceso, simplemente miramos la fotografía de lo que está ocurriendo en un instante.

Creo que es un momento difícil en Chile, esa es la impresión que tengo, pero el discurso del Gobierno en este momento, en términos de buscar esos mínimos comunes, es muy importante. ¿Y cuáles son esos mínimos comunes? La defensa de los derechos humanos. Antes los concebíamos simplemente como el derecho a la salud, el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda. En Chile, antes, difícilmente diferenciábamos cuando hablábamos de los derechos sociales, que hay derechos diferenciados para las mujeres y los hombres, que hay derechos diferenciados para las distintas agrupaciones de pueblos originarios.

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Hay un llamado también del Gobierno y de las distintas organizaciones políticas y sociales a profundizar en el multilateralismo, a no dejar que se debiliten los foros multilaterales que hemos logrado construir. Y, por otro lado, lo que tanto se habla pero que no hacemos es también, y muy relacionado con el punto anterior, fortalecer las dinámicas de integración regional.

Hay que tener presente en la memoria, fortalecer la democracia mirando al futuro, tiene que ver con todo eso, con la necesidad de construir una sociedad de derechos basada en el bien común.

Usted fue periodista, ¿cuál es la clave de cómo se cuenta este relato de la verdad?

Yo creo que la verdad absoluta no existe. Incluso los periodistas, cuando escribimos una crónica, lo hacemos desde un punto de vista. Eso puede que no le guste o que sea un mensaje políticamente incorrecto, pero la verdad es que hasta que sacamos una foto, ¿verdad?, buscamos un ladito, un enfoque, un ángulo, y siempre hay algo que nosotros ponemos de nuestra propia conciencia y de nuestra propia experiencia y punto de vista cuando hacemos una nota periodística.

Particularmente, yo nunca perdí el susto de la responsabilidad que uno tiene cuando escribe algo, porque nuestros relatos construyen realidades. Si los periodistas construimos relatos y los relatos construyen realidades, y esos relatos quedan ahí, sobre todo los relatos impresos, porque la radio de repente se da un poquito, la inmediatez de la radio tiene eso de bueno, ¿no? La inmediatez, pero también es más volátil. Pero el relato impreso sirve para construir otro relato, sirve para construir historia. Por lo tanto, creo que la responsabilidad del periodismo es muy grande y tiene que estar muy situada en términos de tratar de aportar a la comprensión de los momentos que se viven.

Para eso no nos basta con transmitir algo, hay que investigarlo, hay que ponerle contexto. Y sobre todo, hay que tener en cuenta que siempre nuestros relatos construyen realidades y esas realidades dan origen a historias. Por lo tanto, la verdad absoluta no existe. Desde mi punto de vista, la verdad siempre está vinculada a determinadas formas de enfrentar la realidad. Pero sí podemos buscar la mayor objetividad y la mayor objetividad, repito, tiene que ver con los contextos y con la necesidad de que el relato contemple los distintos relatos y las diversidades y que de una u otra forma trate de interpretar las coyunturas de acuerdo con la realidad de cada país.

Siempre todo es muy complejo. Hablar del rol del periodismo es muy complejo. Yo sí te puedo afirmar que durante la dictadura hubo medios de comunicación que contribuyeron al silencio respecto a las violaciones de derechos humanos y eso está muy comprobado. No tengo dudas al respecto, porque desgraciadamente fue así.

¿Podría darme su opinión sobre unas declaraciones controvertidas de una diputada en Chile que calificó como “leyenda urbana” las agresiones de violencia sexual que ocurrieron durante la dictadura?

Solo puedo decir que en Chile hay un informe que fue presentado en el año 1991 por el primer presidente electo, Patricio Aylwin. En ese informe están registradas las violaciones de los derechos humanos y la violencia sexual contra las mujeres, de modo que cualquier persona que quiera informarse puede recurrir.

Después se creó la comisión Vallech y esta comisión investigó y recogió los testimonios de las torturas. En ese informe de la comisión también están registradas las agresiones sexuales, las violaciones y los crímenes de lesa humanidad, que también constituyen las torturas.

Lo más significativo en materia de derechos humanos en este periodo es el reciente lanzamiento del plan nacional de búsqueda que hizo el presidente Gabriel Boric. Esta es la primera vez que el Estado chileno se compromete a poner sus recursos, sus instrumentos y a coordinar las distintas instituciones en la búsqueda de las personas desaparecidas en Chile. Hay un clima de cierta confusión. Yo creo que hay que ir a las investigaciones que se han hecho, hay que ir a los testimonios y hay que ir a las familias que están todavía dañadas por esas violaciones de los derechos humanos.

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¿Cuál sería la relevancia de incorporar un enfoque de género en este plan de búsqueda?

Cada una de las acciones en materia de política pública tiene un impacto diferenciado en las mujeres y en los hombres, en las niñas y en los niños. Implica medidas específicas porque la represión también tiene un daño diferenciado en los distintos actores de acuerdo con el género, tanto para las víctimas como incluso para los victimarios.

Está la necesidad de incororar la transversalidad y eso se hace preguntando. Es decir, el impacto de un desaparecido o una desaparecida, ¿cómo impacta en una mujer, en una hermana, una pareja? Antes nos acostumbrábamos a hablar de las personas indiferenciadamente.

Parecía que todos éramos iguales y resulta que no, cada fenómeno nos impacta de manera diferenciada porque somos diferentes físicamente, culturalmente. Nos hemos formado culturalmente en roles distintos que determinan comportamientos.

Es pertinente que este plan tenga específicamente una derivación en términos de género. Esto puede ser en las formas en que se va a producir la búsqueda, en las preguntas que se hacen a las personas que están destinadas a ser objeto de investigación.

Se puede vincular con el esfuerzo que se está haciendo hoy día en materia de la política exterior feminista. Implica decir que estamos haciendo política exterior y cuál es nuestra experiencia como mujeres en política exterior. Cómo impactan cada una de las políticas, por ejemplo, qué tiene que ver el género con un tratado de libre comercio. Si tratamos y negociamos un tratado de libre comercio tenemos que ver quiénes son las actoras de la producción por ejemplo y nosotros a través de ese prisma de género, la necesidad de tener políticas diferenciadas para las mujeres que son las recolectoras de fruta. Necesitan condiciones laborales particulares, condiciones de vida, que se contemplen que son madres, que se contemplen que cada cierto tiempo tienen la menstruación, que se contemplen que ellas necesitan ir más al baño que los hombres.

También tenemos que preguntarnos qué fenómeno específico se produce con las mujeres migrantes, con las niñas migrantes, entre otras.

Hablemos un poco más de ese papel del papel de las mujeres y de las madres durante todo este proceso post dictadura o durante, si se quiere...

Yo estuve en el exilio durante 15 años y cuando regresé a Chile me acerqué a las organizaciones de derechos humanos donde fundamentalmente estaban las madres y familiares directos, muchas veces hermanas. Pude constatar la fuerza que tenían las madres, la fuerza tanto en las demandas, la perseverancia y la resiliencia en la búsqueda de sus familiares y de justicia.

Muchas de esas madres han ido muriendo sin ver ninguna posibilidad de justicia. Creo que han sido menos las que han podido tener por lo menos la posibilidad de reconfortarse al saber que un hecho del crimen contra un hijo, contra un esposo, con un familiar ha sido reconocido como tal y que también ha sido sancionado por la justicia.

En Chile como en Argentina, y bueno, que sin duda cabe también en Colombia, las madres han sido un elemento de vanguardia en la visibilización de las violaciones a DD. HH. En el caso de Chile, hay algunas consignas que se socializaron en el movimiento de mujeres a nivel mundial, como la consigna de “democracia en el país y democracia en la casa”.

Yo todavía soy de esa generación en la que se decía que la violencia se naturalizaba en la familia y se decía, “ese es un tema de la familia, no te metas en eso”. Hoy día, afortunadamente, hemos avanzado muchísimo en el rechazo a la violencia intrafamiliar, a la violencia política y en general a la violencia cultural y estructural en la que muchas veces viven las mujeres y procesos que muchas veces se naturalizan.

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Hugo Santiago Caro

Por Hugo Santiago Caro

Periodista y productor radial javeriano. Ganador del Premio Nacional de Periodismo del CPB 2021 a mejor tesis de grado. Ha escrito para El Tiempo y Bacánika. @HugoCaroJhcaro@elespectador.com

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