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Mujeres buscadoras de todo el país se tomaron las manos para rodear el cuerpo de Yanette Bautista en un último abrazo. Era el momento de la despedida, por lo menos de este plano terrenal, porque todas, en medio del llanto profundo, gritaron: “Yanette, presente, presente, presente”.
Al unísono se escuchó un coro de voces con las consignas de lucha con las que Yanette hacía ruido en las calles: “Por nuestros desaparecidos, ni un minuto de silencio”.
La iglesia de Nuestra Señora de la Soledad, en Bogotá, congregó a una familia entera para honrar, una vez más, a la incansable lideresa, defensora de derechos humanos y mujer buscadora, Yanette. Las fotos de los desaparecidos que ella buscó por más de 40 años recrearon una camino hasta el púlpito, desde donde el padre Javier Giraldo la esperaba para el rito de la despedida católica.
Minutos antes, su nieto Andrés Durán, pidió que todos se dieran abrazos y besos, pues a su abuela, Yanette, le hubiera gustado verlos felices y bailando. Luego la describió a la perfección, como una mujer amante de los dulces, de las novelas y de las princesas.
“Era una gran dulcera. Amante de todo tipo de postres como el brazo de reina. Todos los bajaba con un tecito. Veía todo tipo de novelas: novelas turcas, novelas mexicanas, novelas españolas, novelas colombianas. Era una mujer profundamente democrática, pero le gustaban las historias de princesas. Quiero pedirles que para recordarla lo hagamos con la frente en alto, como yo lo voy a hacer”, relató mientras todos sonreían con lágrimas.
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Yanette también se fue con la frente en alto, un poco cansada, pero nunca rendida ante la lucha por los desaparecidos. Se fue con la entereza de una mujer que dedicó toda una vida a la búsqueda de su hermana Nydia Érika —militante del M-19, detenida y desaparecida en 1987 por la Brigada XX de Inteligencia Militar— y del resto de víctimas de ese flagelo.
El padre Javier, jesuita que ha acompañado de cerca a personas víctimas de varios crímenes de Estado, la recuerda justamente desde el momento en que desaparecieron a Nydia Érika y cuenta que Yanette no sabía cómo buscar o cómo protestar, entonces comenzaron a caminar.
“Vi nacer en su espíritu esa rebeldía que nunca cesó sino que fue creciendo, no solamente en su propia vida y en su familia, sino también muchas vidas de víctimas de la violencia. Poco a poco esa rebeldía fue fraguando en el deseo y la decisión de estudiar Derecho. Buscar instrumentos para seguir buscando a Nydia Érika”, contó el padre.
Esa búsqueda logró el encuentro del cuerpo de su hermana tres años después, pero ese suceso era apenas el inicio de toda una vida dedicada a la lucha que nunca se apagó. Aun estando en el exilio, Yanette se siguió moviendo para encontrar al resto de desaparecidos del país. “El asedio y la persecución fue lo que le dio a ella más fuerza para tomar posiciones coherentes, intransigentes, que fueron alimentando la vida de muchas víctimas no solo en Bogotá sino muchas regiones del país”, agregó.
Después de diez años fuera del país, Yanette creó la Fundación Nydia Érika Bautista y por más de 30 años se dedicó con alma y corazón a la búsqueda de más de 500 desaparecidos. Ese trabajo, según cuentan sus allegados, fue uno de los motivos del desgaste progresivo de su salud. Pero ni el tanque de oxígeno ni la artritis en sus dedos la detuvo para acompañar a las mujeres buscadoras de los territorios más apartados.
“Empezó a buscar víctimas en los sitios más difíciles como cuando empezamos a conocer los descuartizados de Buenaventura y a pesar de su precaria salud, allá estuvo siempre, buscando esos restos tan difíciles de encontrar. Ella nunca descansó. Toda su vida se fue metiendo en un túnel sin salida, que no tenía reversa, y siempre se arriesgaba mucho más con una fuerza siempre mayor en esa búsqueda de justicia. Ella asumió todos los riesgos y todas las condiciones que le impuso esa sociedad violenta e injusta. Supo enseñarle a mucha gente los caminos sin reversa, de compromiso”, dijo el padre Javier.
Ese camino de lucha, que inició desde la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), le valió grandes satisfacciones, así como dolores, y le fue homenajeado su trabajo a través de muchos reconocimientos como el Premio Nacional de Derechos Humanos 2023 “A toda una vida”.
Yanette contribuyó con su trabajo a que la desaparición forzada en el país fuera reconocida como un delito desde el 2000. Participó en la creación de la Ley 1408 de 2010, que rinde homenaje a las víctimas de desaparición forzada, también contribuyó a la creación de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas en el Acuerdo de Paz de 2016. Trabajó también en la creación del Sistema Nacional de Búsqueda y fue una de las impulsoras de la Ley de Mujeres Buscadoras.
En gran parte de su camino, Yanette estuvo acompañada de Federico Kircher, su esposo, quien recuerda que han sido muchos años de lucha y amor.
“Cuando Yanette y yo nos casamos en el 89 hicimos un voto con un poema de Mario Benedetti que lo escribió en 1974, un año después de que hubo un golpe militar en Uruguay y tuvo que ir al exilio. Es muy significativo en nuestra vida. Trasciende la vida y el amor que nos teníamos”, contó.
“Te quiero porque tus manos trabajan por la justicia. Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y mi todo. Y en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos”, dice el poema.
“Mujeres buscadoras, cómplices eternas”
Mujeres vestidas de blanco con las fotografías de sus desaparecidos en el pecho se levantaron para cantar juntas en medio de sollozos la canción “No hay mayor amor”.
“Quedo siempre entre ustedes. Aunque parta, no me voy. No teman amigas mías, si algún tiempo no me ven, si entre ustedes se quieren, me verán a mí también”, dice la letra.
Más allá de buscar a los desaparecidos, Yanette fue una madre y una compañera para las mujeres que han sufrido los efectos de la guerra y que desde sus búsquedas han pasado por la violencia, la discriminación y la victimización incluso desde las entidades del Estado.
Hasta la fría Bogotá llegaron mujeres buscadoras desde Bolívar, Montes de María, Casanare, Cartago, Buenaventura, Guaviare. Todas, tomadas de la mano, se despidieron.
“Te digo madre porque me acabaste de criar. Me enseñaste a ser grande. Me dejaste, mamá. Recuerdos lindos me llevo de ti, a pesar de las discriminaciones de tantas instituciones cuando buscábamos ayuda, pidiendo encontrar a mis hermanos. Quiero recordar momentos hermosos que viví”, dijo una buscadora.
Algunas, en medio del llanto, miraban al cielo buscando la fortaleza para decir adiós. “Nos hiciste sentir que estábamos vivas y que no estábamos solas. Llegaste a levantarnos. Eres luz porque nos diste la luz para seguir buscando a los desaparecidos en estos caminos oscuros. Nos enseñaste a amarnos. Me enseñaste que mi cuerpo era amor, era vida. Me sacaste de la oscuridad. Creíste en todas nosotras. En todo lo que nos ha pasado. Tú no te fuiste, tú sigues con nosotras. Te fuiste a luchar por nuestros procesos. Sé que nos vas a dar fuerza”.
Otras trataron de enviar mensajes a sus seres queridos a través de Yanette, ese acto de fe era suficiente. “Las madres buscadoras seguiremos tu legado con la cabeza en alto y en nuestros corazones recordándote. Espero que estés llevando el mensaje a mi niño, dale el beso y el abrazo que yo no le pude dar cuando desapareció. Sé que nos volveremos a ver”.
Todas le agradecieron a Yanette por enseñarles a gritar, a luchar y a defenderse. “Hoy hay gloria y baile en el cielo. Cada vez que miremos la noche la vamos a encontrar en una estrella. Fuiste una guerrera. Creíste en estas mujeres. Gracias por ese legado. Solo mueres el día que nosotras te olvidamos. Ashé, ashé, ashé”.
Al salir de la iglesia, una procesión acompañó a Yanette hasta el cementerio central. Una batucada marcaba el paso y las mujeres buscadoras de Buenaventura la despidieron con sus alabaos. “Adiós quiere decir vaya usted con Dios”.
