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En medio de los recortes de cooperación, exportemos la integración (Análisis)

Como uno de los líderes del mundo en integración de migrantes, en medio de los recortes presupuestales de la cooperación, Colombia robustecer los esfuerzos de regularización y acceso a empleo para esa población.

Alejandro Daly*
10 de abril de 2025 - 11:00 p. m.
La integración es un producto que hay que seguir produciendo y, mejor aún, exportar seriamente, primero en América Latina y luego por todo el mundo, señala el analista.
La integración es un producto que hay que seguir produciendo y, mejor aún, exportar seriamente, primero en América Latina y luego por todo el mundo, señala el analista.
Foto: EFE - BIENVENIDO VELASCO
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La gran mayoría de los programas y proyectos de integración de personas migrantes y refugiadas provenientes de Venezuela, así como migrantes de tránsito de otros países, estaban financiados directa o indirectamente por los Estados Unidos a través de USAID, el Departamento de Estado, ONG internacionales y locales y organismos del sistema de Naciones Unidas. Esta infraestructura, que tomó casi siete años en consolidarse, hoy pende de un hilo. Una de las mejores inversiones que pueden hacer el Gobierno nacional, la filantropía y el sector privado es rescatarla.

Colombia ha construido algo único: la capacidad comprobada de hacer que un país deje de hablar de migración como un problema así tenga casi tres millones de migrantes. Colombia comprobó que, pese a recibir uno de los mayores flujos migratorios en la historia de las Américas e incluso del mundo, es posible convertir la migración en una fuente de empleo y crecimiento. Esto no pasó por arte de magia. Colombia tiene un ecosistema que pocos países del mundo han logrado: una articulación (no siempre eficiente) de instituciones, organismos multilaterales, ONG, medios de comunicación, funcionarios públicos locales, regionales y nacionales. Una red de cientos de personas que hicieron de su carrera operacionalizar y profesionalizar la integración de las personas migrantes.

Colombia es hoy fácilmente uno de los países líderes del mundo en integración de migrantes. De acuerdo con Paula Rossiasco, especialista sénior del Banco Mundial, “Colombia se ha convertido en un referente mundial por su respuesta a la migración sin precedentes desde Venezuela, estableciendo nuevos estándares de integración, incluyendo la introducción de algunas de las soluciones más progresistas, innovadoras e integrales del mundo”. Los conocimientos y las prácticas innovadoras que Colombia ha generado a través de la regularización masiva de personas migrantes, la escolarización de niños, la lucha contra la apatridia y la xenofobia son aprendizajes únicos que pueden hacer la diferencia entre la integración y una crisis migratoria. Gracias a todos estos esfuerzos, según datos del Banco Mundial, se estima que la migración podría incrementar la tasa promedio anual de crecimiento de Colombia entre 0,7 y 0,9 puntos porcentuales en el mediano y largo plazo.

En caso de que se pierda por completo la inversión en este ecosistema, el país podría retroceder años en avances. Decenas de ONG cerrarían operaciones y miles de migrantes, incluidos niños, quedarían en un limbo migratorio, sin acceso a empleo formal y vulnerables ante grupos armados y bandas criminales. Colombia corre el riesgo de que se prenda una bomba de tiempo. Más allá del impacto económico, la migración mal manejada, tanto política como discursivamente, puede convertirse en el caldo de cultivo perfecto para figuras políticas nacionalistas o extremistas. Las victorias de Trump en Estados Unidos y de la AfD (partido de extrema derecha) en Alemania, ambas cimentadas en un discurso antimigrante, son ejemplos de ello.

¿Qué opciones tenemos?

El Gobierno nacional, la filantropía y el sector privado deben asumir la integración como una prioridad, con o sin el apoyo de Estados Unidos. Enfocarse en la regularización y el acceso a empleo de la población migrante es lo que Colombia necesita no solo para generar crecimiento económico, sino también para enfrentar su déficit poblacional. Hoy Colombia tiene la tasa de nacimientos más baja en la última decada, mientras que los migrantes venezolanos representan un boom juvenil que puede dinamizar la economía y fortalecer el recaudo tributario. Si consideramos además las externalidades negativas de una crisis migratoria mal manejada, el retorno a la inversión es indiscutible.

En Colombia se han creado organizaciones, mecanismos, políticas y normativas innovadoras con resultados comprobados. Algunos ejemplos incluyen el Estatuto Temporal de Protección (EPTV), que permitió la regularización masiva de millones de personas; la política de primero la niñez, que evitó que miles de niñas quedaran en riesgo de apatridia; la Circular 038 del 2023, que eliminó las barreras para que la población migrante accediera al sistema educativo y pueda hacer validaciones de grado; la aplicación LibertApp, que facilitó la prevención de la lucha contra la trata de personas; el Observatorio de Migraciones del Departamento Nacional de Planeación (DNP) y el Barómetro, que habilitaron datos en tiempo real sobre la población migrante y el grado de xenofobia. Estas y muchas otras iniciativas han generado un ecosistema de innovación por la integración que, con la inversión adecuada, podría consolidarse como uno de los mejores del mundo.

La integración es un producto que hay que seguir produciendo y, mejor aún, exportar seriamente, primero en América Latina y luego por todo el mundo. Colombia tiene el potencial de convertirse en un referente global, técnico y moral, de cómo gestionar efectivamente la migración. Para ello es fundamental posicionar la narrativa del país como un caso de éxito mundial en integración. Lo bueno es que no partimos de ceros; ya hay un camino exitoso construido. Una apuesta clara del Gobierno nacional, el sector privado y la filantropía por la integración nos permitirá abrir las puertas a nuevos mercados, negocios y transferencia de conocimiento con países que enfrentan retos similares, como Chile, Ecuador, Kenia, Bangladés, Tailandia o Turquía.

El reto está en comprender que la integración no puede depender solo de las prioridades del gobierno de turno de los Estados Unidos. Sí, es cierto; quizás Estados Unidos financió la integración por casi una década porque era la mejor forma de mantener a los migrantes en Colombia y evitar así que intentaran ir al norte. Más allá de sus intenciones, lo cierto es que las prioridades del Gobierno de Estados Unidos cambiaron, pero no porque invertir en la integración sea una mala inversión; al contrario, sino porque el proyecto político de la nueva administración necesita la división para sobrevivir.

Los flujos migratorios seguirán creciendo. Nuestro trabajo será demostrarle al mundo que la mejor forma de gestionarlos no es con el modelo estadounidense ni el europeo, sino a la colombiana. Aprovechemos esta ventana de oportunidad y posicionemos a Colombia como una potencia mundial de la integración.

* MPA, consultor y experto en migración.

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Por Alejandro Daly*

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