El turismo es, sin duda, una de las mayores riquezas del siglo XXI. Y Colombia, con su biodiversidad, sus culturas vivas y sus paisajes sorprendentes, tiene en la Región Central un verdadero tesoro por descubrir. Este territorio, integrado por Bogotá, Boyacá, Cundinamarca, Huila, Meta y Tolima, no solo concentra el 41 % del PIB nacional y recibe casi la mitad de los turistas extranjeros que visitan el país: concentra también la esencia de lo que significa viajar a un destino auténtico, diverso y transformador.
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Aquí, un mismo viaje puede llevar al turista de páramos sagrados a desiertos silenciosos, de montañas nevadas a llanuras interminables, de cafetales en flor a pueblos cargados de historia. Es posible conocer el cerro San Luis, el pico más alto el Parque Nacional Natural Chingaza, y al día siguiente cabalgar por el Meta o navegar por los ríos del Tolima. Esta diversidad geográfica y cultural no se encuentra en ninguna otra región del país.
En el centro de Colombia conviven con armonía los climas, los paisajes y las tradiciones. Aquí se entrenan ciclistas que compiten en el Tour de Francia, y aquí se bailan los ritmos más auténticos en fiestas tradicionales que fortalecen el arraigo y la identidad de nuestros pueblos. El turismo de naturaleza y aventura crece a pasos agigantados en el mundo, y la Región Central tiene todo para consolidarse como su principal epicentro en el país.
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Pero más allá del potencial, está el propósito. El turismo que promovemos desde la Región Administrativa y de Planeación Especial (RAP-E) no es solo económico, es social, cultural y ambiental. Es probar un café cultivado por manos campesinas, escuchar un bambuco en una plaza colonial o conversar con una mujer que ha hecho del ecoturismo su forma de vida. Es reconocer que en la Región Central el turismo no es solo una industria: es una experiencia que transforma.
Un ejemplo claro es el proyecto BiciRegión, que conecta 27 municipios a través de una red de rutas que enlazan más de 50 atractivos turísticos en 827 kilómetros señalizados con estándares internacionales. No es solo una propuesta para pedalear: es una forma de vivir la región al ritmo del viento, de sentir la geografía con el cuerpo y de encontrarse con comunidades que, a través del turismo, han encontrado nuevas oportunidades.
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La sostenibilidad en este contexto no es un eslogan, es una apuesta real. Estamos construyendo una narrativa que pone en el centro a los territorios, a sus habitantes y al entorno natural. Porque no se trata solo de atraer visitantes, sino de garantizar que cada experiencia deje huella y genere bienestar duradero.
Hoy podemos decir, sin temor a exagerar, que Colombia ya encontró su corazón turístico. No es una metáfora: es una certeza que late en los Andes, en la Orinoquía y en las montañas del centro del país. Es aquí donde la biodiversidad se encuentra con la cultura, donde el pasado y el futuro se dan la mano, y donde el turismo deja de ser promesa para convertirse en realidad.
La invitación es clara: descubrir, sentir y dejarse transformar por la Región Central. Aquí comienza el viaje que le da sentido al turismo del futuro.