Francisca Estévez no tiene que fingir que lo tiene todo claro. A diferencia de muchos discursos en el medio artístico, donde abundan las frases redondas y las declaraciones de seguridad absoluta, ella no teme hablar desde la duda, desde la timidez y desde el proceso. “Sentía que no iba a poder hacerlo, que me iba a morir de los nervios”, dice al recordar su primer proyecto como actriz. Aquel temor escénico no se ha ido del todo, y tampoco pretende disimularlo.
A sus 22 años, Estévez protagoniza La primera vez, la serie colombiana de Netflix que acaba de estrenar su tercera temporada. La historia, ambientada en los años 70, la consolida en la pantalla como uno de los rostros más visibles de su generación. Su personaje, Eva Samper, también está en plena transición: termina el colegio y se enfrenta a las preguntas que trae la adultez. Un territorio en el que la actriz, con otra ropa y desde otra época, también ha estado.
Sigue a la Revista Vea en WhatsAppAsí recuerda Francisca Estévez el final de su etapa escolar
Hablar de finales y comienzos lleva a Francisca a revisar su propia historia. Aunque desde muy pequeña sabía que quería actuar, no tenía claro cómo lograrlo. “Mientras estaba en el colegio me tocaba ir a audiciones, luego volver a clases, entonces siento que nunca cerré completamente la etapa del colegio”, recuerda.
Esa sensación de estar entre dos mundos ha sido constante. Aquel primer papel que consiguió —y que estuvo a punto de rechazar por miedo— fue decisivo. “Estaba muy nerviosa, muy asustada, y hasta le pedí a mi mamá que me acompañara porque sentía que no podía hacerlo”.
Su madre es la también actriz Bibiana Navas, quien ha sido un soporte en la carrera y en la vida. “Finalmente lo terminé haciendo, pero sentía que me iba a morir de los nervios”, afirma con la misma franqueza de quien todavía no se acostumbra del todo a exponerse frente a las cámaras o al público.
Con los años, esa incomodidad no ha desaparecido, aunque ha aprendido a convivir con ella. “Es algo que recuerdo mucho y que sigue pasando constantemente”. El vértigo del comienzo —o de la primera vez— no es exclusivo del debut, y Francisca Estévez lo confirma. No importa cuántas veces lo haya hecho antes: con cada nuevo rodaje, los nervios vuelven.
Francisca Estévez: entre cartas, chats y maneras de amar
La serie, además de seguir las historias personales de sus protagonistas, tiene como gran atractivo el contexto de los años 70: la estética, los diálogos, los códigos sociales y, sobre todo, la forma de relacionarse.
“Yo traería de vuelta la manera de comunicarnos, de relacionarnos y de enamorarnos, sobre todo”, advierte la actriz, quien también reconoce que hay un encanto perdido en esa forma más pausada de construir vínculos. “Hoy en día es muy sencillo, solo es escribir ‘veámonos’ por un chat, nos mandamos las ubicaciones y allá nos encontramos”, compara.
Para Francisca Estévez, la espontaneidad digital ha dejado atrás detalles que antes eran esenciales: escribir una carta, llegar por sorpresa, mirar a los ojos sin la mediación de una pantalla. “Siento que antes todo era más lindo... eso es muy bonito y se ha perdido muchísimo. La tecnología nos ha quitado el romanticismo”.
Aunque la ficción que protagoniza está ambientada en otra década, muchas de las inquietudes de Eva Samper siguen vigentes: el deseo de encontrar un lugar propio, de decidir sin miedo, de atreverse sin culpa. “No diría que soy lo opuesto”, responde Francisca cuando se le pregunta si se parece a su personaje.
Sara Pinzón, Francisca Estévez, Daniel Guerrero y Emmanuel Restrepo.
“Siento que Eva se atreve más a hacer cosas que yo pienso, pero no me atrevo. Estoy de acuerdo con lo que ella piensa y hace, y me encantaría poder ser así, pero me siento un poco más tímida y limitada en ese aspecto”.
Hay una admiración implícita hacia su personaje, pero también una identificación. Francisca no interpreta a Eva desde lejos, sino desde dentro. La entiende, la observa y, poco a poco, se encuentra con ella.
De los nervios al oficio
La conversación con Francisca deja claro que, para ella, actuar no se trata de lucirse. No hay frases grandilocuentes ni respuestas calculadas. Su honestidad es lo que sostiene cada palabra: que le cuesta, que duda, que se pone nerviosa y, al mismo tiempo, que sigue.
En medio de una industria en la que a veces se premia la seguridad sobre la sensibilidad, su forma de hablar y de asumir el oficio resultan refrescantes. No hay prisa por tener todas las respuestas. “Siento que, desde pequeña, sí sabía que quería ser actriz, pero no sabía cómo lo iba a hacer”, asegura. Esa frase resume bien su recorrido: una mezcla de vocación, intuición y valentía para seguir adelante incluso cuando el miedo aprieta.
Y es tal vez por eso que su trabajo conecta. Porque no posa de experta, ni se pone un disfraz fuera de escena. En tiempos donde muchas primeras veces están llenas de presión por demostrar algo, Francisca Estévez apuesta por otra cosa: estar presente, equivocarse si toca, y atreverse, así le tiemble la voz.
