La gorda Fabiola y Polilla atendieron a Vea en el restaurante del canal Caracol, luego de la hora del almuerzo. Ese día grababan Sábados Felices. Muchas veces tuvimos que interrumpir, porque todo el mundo se acercaba a saludarla, a hablarle de proyectos. Ella los atendía a todos. Hablamos como hora y media, fue una charla de risas y de amor. La samaria y su esposo compartieron esas anécdotas profesionales y de pareja que conformaron estos años de vida juntos. En esos días, hace 5 años, llevaban 23 años juntos, y hay que decir, que, durante la sesión fotográfica, que hicimos días después, se divirtieron mucho, Fabiola más relajada ante la cámara, y Polilla más tímido ante el lente de Giorgio Del Vecchio. Su esposa lo animaba, lo dirigía y ‘lo piropeaba’. Volvemos a publicar la charla que tuvimos con ellos hace 5 años.

"Siento que la relación de nosotros estaba bien antes, ahora es mejor, porque hoy lo que tengo claro es que la muerte te puede sorprender en cualquier momento, y queda muy poco para cumplir sueños”. La Gorda Fabiola.
“Decimos que hemos funcionado como pareja, a pesar de ser tan diferentes: soy gorda, él es flaco, soy mayor, él, menor, soy costeña, y el, cachaco”, resume con humor Fabiola Posada, la gordita, al hablar de su relación con Nelson Polanía, Polilla. Las pruebas más duras que tuvo que vivir este matrimonio tienen que ver con la salud. Muchos piensan que esas complicaciones comenzaron hace 5 años, pero la verdad es que estas les dieron el primer susto hace 20. “Desde que conozco a la gordis, ella es diabética. El primer impasse grande que tuvimos fue su embarazo de alto riesgo, debido a la enfermedad. El niño nació prematuro, muy grande. Fue duro, porque nos tocaba vivir prácticamente en la clínica, pues eran 2 o 3 chequeos diarios”, recuerda Polilla, mientras su esposa dice, “debía inyectarme insulina muchas veces al día, que se asimila como hormona de crecimiento. Mi organismo estaba rechazando al bebé. Tenía 6 meses y medio de gestación y me programaron una cesárea”. Era el 9 de febrero del 2000, el día del cumpleaños de Polilla, quien recibió el mejor regalo y se convirtió en papá canguro. Ese día también tuvo que tomar una difícil decisión: debía escoger entre salvar a su esposa o a su bebé.
Sigue a la Revista Vea en WhatsAppRegresa la tempestad
Todo volvió a la normalidad, pero, hace 5 años, la salud de la humorista se agravó, y cuatro infartos la tuvieron al borde de la muerte. “No sabíamos cómo afrontar eso y lo que vino después: los cuidados, la cirugía a corazón abierto, la revascularización”, dice Polilla, quien tuvo que aprender a curar heridas, pues a La Gorda se le abrieron todas, porque, por la diabetes, su cicatrización era pésima. “Por eso, yo le digo que el amor cura. Las heridas le sanaron, pero quedan los rezagos del malestar y ella empezó a subir nuevamente de peso”. Comenzó para la pareja un nuevo viacrucis, pues el cardiólogo le advirtió a Fabiola sobre el peligro de los kilos. “Volví para hacer un ajuste a mi cirugía bariátrica, que me habían hecho para adelgazar de 147 kilos a 90, que donde no lo haga, los infartos me matan”. Luego de la intervención llegó a los 85 kilos. “Me sentía bien, pero comencé a aborrecer la proteína, la carne, el pollo, el pescado, el huevo”. Los complementos vitamínicos, que necesita todo paciente bariátrico, no le gustaban. Entró en un proceso que la llevó al coma inducido en el que estuvo 23 días. “La Gorda estaba en un grado de desnutrición grave. Tenía respirador, estaba conectada a las máquinas, porque todos sus órganos pararon por su debilidad, y sus defensas estaban muy bajas. Ese ha sido el peor estado en que ha estado”. Esos momentos, que se dieron hace año y medio, han tenido impacto en su matrimonio. “Nos han unido tremendamente, porque ahí nos dimos cuenta de que el amor era incondicional y fuerte. Mientras que mi esposo y mi hijo pensaban qué iba a ser de sus vidas sin mí, yo decía, ‘Señor, no quiero irme todavía, necesito acabar mi misión, verlos a todos salir adelante, y cumplir la promesa de envejecer con Poli’. Él y yo, pa’ las que sea. Yo estaba aferrada a vivir, y ellos, esperando un milagro que ocurrió. Creo que son las fuerzas del amor”.
Fueron días de angustia, de decisiones difíciles, de incertidumbre, pero también de mucha fe. “Ella estuvo los 23 días en estado prácticamente vegetativo. Los riñones pararon y tocó hacer diálisis durante 13 días”. Ese día, Polilla fue a ver a su esposa, a las 5 a.m., antes de irse a trabajar. Le dio un beso, y cuando estaba de regreso, a las 11, recibió una llamada de la clínica. Le tenían buenas noticias. “De un momento a otro, empezó a respirar por ella misma. En cuestión de media mañana se despertó y empezó el organismo a funcionar normalmente¨. La Gorda lo recibió sentada en la cama y lo saludó como siempre, con un ‘hola, papi’. Durante este tiempo, Polilla hizo frente a varias decisiones difíciles, como la de firmar la autorización para la diálisis. ¨Ella estaba tan débil que no se sabía si la iba a soportar; pero si no se le practicaba, en dos o tres horas, podía morir. Tocó firmar porque uno está en manos de los médicos, y ellos en manos de Dios”. Fabiola también vivía una experiencia poco agradable. “El único recuerdo que tengo es un inframundo del infierno, donde jamás quiero volver. Es un lugar de oscuridad, de lamentos, de quejas, de penas, de tristeza, de gente muy mala. Le pregunté a Dios, ‘¿por qué aquí?, ¿tan mal me porté yo?’. En esos momentos los médicos me sacaron del coma, vi detrás de ellos a los ángeles y ellos me hablaron. Dicen que estaba delirando, pero esa fue una experiencia real. En esta nueva oportunidad de vida estoy sacando de mí hasta el más mínimo pensamiento dañino, porque no quiero volver al infierno”. Esta experiencia de vida los ha unido más. “Nosotros siempre hemos tenido una relación muy bonita, normal como la de todo el mundo. Tengo un fracaso matrimonial encima, y sé que no existe el hombre 10 ni la mujer 10. Pongo en la balanza y valoro los sentimientos y la forma de ser, como me trata y su responsabilidad, eso pesa más que cualquier pequeño defecto que tiene, desordenadito, acumulador, coleccionista. Me tiene desesperada con tanto cachivache, pero prefiero todo eso a un maltrato. Él es muy dulce, buen papá, esposo, hermano e hijo. Siento que la relación de nosotros estaba bien antes, ahora es mejor, porque hoy lo que tengo claro es que la muerte te puede sorprender en cualquier momento, y queda muy poco para cumplir sueños”. Y Polilla está de acuerdo: “esto nos ha unido, ‘¿cierto, mi amorcito?’”, dice mirándola, “a tener una relación más madura y seria”. Han vuelto a lo simple, por ejemplo, ir a comer raspao a un pueblo, o comerse un tamal de 4.000 pesos. “Siempre quisimos un apartamento en tierra caliente, se logró y en estos días lo terminamos de amoblar”, dice la Gorda, y Polilla remata, “uno deja de preocuparse de tanta pendejada, porque a veces se hace unos líos por unas cosas que no tiene sentido, cuando la vida es de cosas sencillas¨.
La Gorda Fabiola y Polilla: “mira la luna, te la dedico”
Han pasado los años, pero siguen amándose mejor que antes. “Lo más lindo de Polilla es su temperamento, la dulzura con que habla. Rara vez lo saco de casillas, y cuando sucede, me deja peleando sola, se va y vuelve. Tenemos una promesa: no irnos a la cama disgustados. A veces no hay palabras para hacer las paces, él acerca una patica por debajo de la cobija, y yo entiendo”. A Polilla le ha gustado siempre su temperamento, desparpajo, seguridad y lo bonita que es. “Soy recoqueta. Cuando nos fuimos a vivir juntos, estuvimos un año sin matrimonio, ni nada, y mi familia furiosa porque estaba amancebada, pero se calló la cosa cuando nos casamos. Al día siguiente de la primera noche juntos, me levanté a las 6 a.m., me bañé y me arreglé. Él me preguntó para dónde iba, y yo le contesté ‘para la cocina’. No puedo andar sin pintura ni para hacer oficio”. Polilla declara que no es un hombre celoso. Ella sí. “Una vez, por la exnovia, que porque tenían una deuda de 1.200 pesos que tenían que arreglar, me pegué una emberracada, y le rompí el celular. Yo sí soy celosa, Poli no tiene motivos, porque yo solo tengo ojos para él, lo veo lindo, no tiene colita pero hasta las arrugas del pantalón le quedan bonitas”. ¿Han estado a punto de separarse? “Sí, dos veces. No por asuntos nuestros, sino externos. En mi familia siempre ha habido oposición por la diferencia de edades, o que yo era una mujer divorciada con dos hijos, con un papá extremadamente conservador. Son cosas que no se entienden, que haya amor en una pareja tan dispareja, entonces se puede pensar que hay un interés de por medio, pero nunca que haya amor puro y verdadero. Le hemos callado la boca a tantas personas que no le apostaban a nuestra relación. La tenemos clara, nos amamos, yo no puedo vivir sin él”. Después de los inconvenientes de salud, su vida amorosa ha cambiado, ¡pero para bien!. “Me cuida y me complace mucho”, y Polilla responde, “el médico dijo que nada de emociones fuertes, solamente sexo conmigo”. Después de 23 años, el romance continúa, y todos los meses él le da un regalo de otro mundo. “Me dice: ‘mira la luna, te la dedico’, y me da un besito”. En la intimidad, aún en los peores momentos, fueron recursivos. “La Gordita tuvo una sonda gastroestómica durante mucho tiempo, y tocaba alimentarla por ahí, por ende, en el sexo tocaba ‘buscarle’ la comba al palo”, y Fabiola agrega, con mucha picardía, “mamita, agárrate la sonda, porque voy pa’ llá”. Entre sus locuras por amor está también ir a moteles, claro que la última vez les pareció caro. “Polilla dijo ‘háganos una rebaja, que vengo con mi esposa. El señor metió la cabeza al carro y me dijo, ‘hola gordita Fabiola’”.
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El mejor piropo
“Siempre le digo que está muy linda, bonita, mi lunita consentida. Se lo digo porque me nace. Soy de los que la sorprende con un regalito, un perfume, le digo ‘feliz no cumpleaños’”. Ella también es muy detallista, lo llama y le pregunta qué quiere de comer, se lo prepara y siempre lo espera para cenar.
Solo rumores
“Ahora estoy desmintiendo un rumor que está en redes sociales, que dizque yo adelgacé con un medicamento, y eso es mentira. Yo bajé de peso mediante una cirugía bariátrica, no mediante ningún producto. Me llama la gente para preguntarme si bajé 28 kilos en un mes. Hubo otro rumor, esta vez sobre una crisis matrimonial que habría desembocado en separación. “Fue una broma que hicimos durante los 45 años de ‘Sábados Felices’, lo hicimos a manera de chisme en ‘La Red’. No es verdad la relación de nosotros está muy fuerte”. Fabiola se ríe, no tiene dudas. “Yo tengo mi vida con Polilla y la tengo clara, vamos a envejecer juntos. Me veo de la mano con él, caminando, viejitos”.
La Gorda, Polilla y el matrimonio: “Perdí la cuenta de las veces que nos hemos casado”
“En Semana Santa comencé a sentir algunos episodios de debilidad. Llamé a mi médico y me dijo que debía hacerme un replete nutricional. Pasé esos días, en la clínica, poniéndomelo. El Domingo de Ramos, me llevó a la capilla de la clínica y me dijo: ‘quiero que renovemos otra vez nuestros votos matrimoniales’. Yo no sé si es que a él le encanta el ponqué de novia, o si es un sinvergüenza, que quiere amarrarse a mí por todos los lados. Perdí la cuenta de las veces que nos hemos casado: por lo civil hace 17 años, por la iglesia hace 3, en el Muro de Berlín renovamos votos matrimoniales, en Las Vegas nos casó Elvis Presley; en la Plaza de San Pedro, en Roma, de rodillas, me dijo que me iba a amar para siempre. Todos los días me dice que me ama”
Polilla, el enfermero del amor
Desde que Polilla aprendió a hacerle las curaciones, se tomó muy a pecho ese papel. Aprendió a manejar los medicamentos que consume su esposa diariamente, que son 10 o 12 pastillas, las reclama en la droguería, le organiza el pastillero y lleva un diario para controlar cada síntoma. Procura acompañarla a sus chequeos, porque cuando va sola, no es raro que extravíe las órdenes médicas.