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El 11 de marzo de 2020, hace cinco años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el covid-19 como una pandemia. Desde entonces, se han reportado más de 770 millones de casos y más de 7 millones de fallecimientos. Colombia contó más de 6 millones de casos y poco más de 142.727 personas fallecidas.
“La pregunta que nos hacemos hoy es si el mundo está mejor preparado para la próxima pandemia de lo que lo estaba para enfrentarse al covid-19″, planteaba la OMS en un comunicado de diciembre pasado. Desde entonces, esta cuestión sigue generando debate entre los científicos, en un panorama de salud pública marcado por la preocupación ante enfermedades como la gripe aviar y su evolución. La ONU ha insistido en que los recientes brotes de viruela símica, cólera, poliomielitis y la enfermedad por el virus de Marburgo son “recordatorios alarmantes” de que las enfermedades infecciosas son, aún hoy, un peligro real para todos los países.
Ignacio López-Goñi, miembro de la Sociedad Española de Microbiología (SEM), destacó en The Conversation varios aspectos clave en esta discusión. En primer lugar, el científico señaló que la pandemia “provocó una colaboración público-privada sin precedentes. Jamás se había invertido tanto dinero y esfuerzo de forma conjunta para desarrollar vacunas”. Tan pronto como se obtuvo la información genética del SARS-CoV-2, el virus responsable del covid-19, los gobiernos de todo el mundo destinaron recursos para financiar proyectos de investigación.
Esta inversión permitió el desarrollo de vacunas basadas en tecnologías innovadoras, como el ARN mensajero, y facilitó su producción a gran escala. Katalin Karikó y Drew Weissman, dos científicos cuyas investigaciones fueron cruciales para el desarrollo de esas vacunas, ganaron por eso en el 2023 el Nobel de Medicina. El comité del Nobel señaló que los dos “han cambiado fundamentalmente la comprensión de cómo interactúa el ARNm con nuestro sistema inmunológico (...) Contribuyeron de una forma sin precedentes al desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas a la salud humana en los tiempos modernos”.
Las tecnologías de ARN siguen siendo estudiadas por su potencial para revolucionar el tratamiento de diversas enfermedades, desde infecciones virales hasta cáncer y trastornos genéticos. Esta tecnología salvó millones de vidas. La OMS calcula que, solo en 2021, las vacunas anti-covid-19 salvaron la vida de unos 14,4 millones de personas en el mundo. Esto, además, fue una muestra de cómo las vacunas siguen siendo uno de inventos más poderosos de la historia de la salud global.
En abril de 2024, un estudio publicado en The Lancet reveló que los esfuerzos mundiales de inmunización han salvado aproximadamente 154 millones de vidas, o el equivalente a 6 vidas por minuto cada año, en los últimos 50 años. La gran mayoría de las vidas salvadas (101 millones) fueron de niños menores de 1 año.
El rápido desarrollo de las vacunas, sin embargo, no se tradujo en una distribución equitativa y acelerada a nivel global. Durante los primeros meses de la emergencia, algunas regiones acapararon dosis, dejando a otros países en desventaja. En agosto de 2020, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió sobre esta situación: “Si bien existe un deseo entre los líderes de proteger primero a su propia gente, la respuesta a esta pandemia debe ser colectiva. Esto no es caridad, hemos aprendido por las malas que la forma más rápida de poner fin a esta pandemia y reabrir las economías es comenzar por proteger a las poblaciones de mayor riesgo en todas partes, en lugar de a la población entera de solo algunos países”.
“Necesitamos prevenir el ‘nacionalismo de las vacunas’”, pedía Ghebreyesus. A pesar de eso, y después de la pandemia, los países no han podido acordar un nuevo convenio, acuerdo u otro instrumento internacional sobre preparación y respuesta frente a pandemias que debería tratar ese y otros temas. En los cimientos del acuerdo propuesto, defiende la OMS, “se halla la necesidad de garantizar la equidad en el acceso a las herramientas necesarias para prevenir pandemias (en particular, tecnologías como vacunas, equipos de protección personal, información y conocimientos especializados) y en el acceso a la atención de salud para todos”.
Negacionismo
A pesar de que la vacunación contra el Covid-19 salvó millones de vidas, durante la pandemia surgieron discursos que pusieron en duda su seguridad, eficacia e incluso la existencia del propio virus. La desinformación, amplificada por redes sociales, generó desconfianza en la ciencia y dificultó los esfuerzos de salud pública.
Movimientos negacionistas promovieron teorías conspirativas sobre las vacunas, desde la supuesta alteración del ADN hasta la implantación de microchips, sin ninguna base científica. Estas narrativas pudieron haber influido en la toma de decisiones de muchas personas, retrasando la inmunización y contribuyendo a brotes en comunidades con baja cobertura. De hecho, la pandemia causó durante 2021 y 2022 uno de los retrocesos históricos en la vacunación infantil, según datos publicados por la OMS y el UNICEF, algo que solo comenzó a recuperarse en 2023.
Las autoridades recalcan que el covid-19 no ha desaparecido y que la vacunación sigue siendo una herramienta fundamental para su control. De hecho, en 2025 se han reportado 11 fallecimientos relacionados con la enfermedad en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, San José de Cúcuta y Riohacha. Más allá de esto, insisten en la necesidad de fortalecer las estrategias de vacunación contra diversas infecciones y garantizar sistemas de vigilancia epidemiológica eficientes. Estos sistemas, que en su momento permitieron detectar la transmisión y expansión del SARS-CoV-2, han demostrado ser claves para responder a brotes emergentes. Para eso, recordaba López-Goñi, se necesita invertir en la ciencia y apoyar a la OMS.
“Aunque quizá sea necesario reformar la Organización Mundial de la Salud, la solución no puede ser que algunos países abandonen la única institución mundial sobre temas de salud", escribió el experto de salud pública, refiriendose a las recientes decisiones de Estados Unidos y de Argentina de retirarse del organismo.
Además, la pandemia de Covid -19 no afectó por igual a todos los grupos sociales. Las personas en situación más desfavorecida sufrieron las mayores consecuencias en términos de salud, bienestar social y estabilidad económica. “Sigue siendo necesario un esfuerzo para reducir esas desigualdades que suponen un riesgo para la salud”, añade López-Goñi en The Conversation. Aún se siguen analizando los efectos a mediano y largo plazo de la enfermedad, especialmente en quienes padecen Covid prolongado (long Covid), que los expertos han definido como laa persistencia de síntomas como fatiga extrema y dificultad respiratoria.
Para el experto, “no estamos mejor preparados para una pandemia. La salud ya no es individual, es global. Los virus no conocen fronteras. Solo con más ciencia y más cooperación estaremos mejor preparados para próximas amenazas”.
Es una opinión que comparte la OMS. A finales de 2024, el director de ese organismo recordó que “la pandemia fue un llamado de atención para el mundo: se cobró millones de vidas, destrozó las economías, llevó a los sistemas de salud al borde del abismo y perturbó la vida cotidiana de toda la humanidad”. “El mundo está muy mal preparado para la próxima pandemia”, afirmó Guterres. “Hoy, y todos los días, comprometámonos a trabajar juntos por un mundo más seguro y saludable para todos, en todas partes“.
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