Si hay un alimento popular es el mundo es la papa. Hay papas fritas, papas a la francesa, papas en casco, papas cocidas, puré de papa, papas al horno... La lista es larga. No hay dudas de que hace parte de la dieta de muchas personas y una de sus principales fuentes de energía. De hecho, reseña un grupo de científicos en un artículo que fue publicado hace menos de una semana, es el tercer cultivo (de alimentos) más consumido en el planeta.
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Pero, como escribe ese equipo de investigadores, la papa también ha sido objeto de debate. Algunas asociaciones con eventos en salud, como la diabetes tipo 2, la han puesto en el centro de la discusión, aunque los estudios que se han hecho no han sido tan sólidos y consistentes. ¿Qué es verdad y qué es mentira?
El grupo, liderado por Seyed Mohammad Mousavi, del Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública Harvard TH Chan (Estados Unidos), quiso resolver esa inquietud y sus resultados acaban de publicarse en la revista especializada BMJ. En síntesis, encontraron que hay un muy buen motivo para tener prudencia con el consumo de papas fritas.
En otras palabras, hallaron que comer tres porciones de papas fritas a la semana aumenta en un 20 % el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, mientras que no hay ninguna asociación significativa al comer papas hervidas, en horno o en puré.
Para llegar a esa conclusión, los científicos analizaron datos de 205.107 personas que durante 30 años han estado respondiendo cuestionarios sobre su dieta y sobre los alimentos que han comido con más frecuencia. Entre ellos, claro, papas fritas, papas al horno y puré. También han detallado sus diagnósticos de salud, incluida la aparición de diabetes tipo 2, entre otras variables. La información fue extraída de tres robustas bases de datos: Nurses’ Health Study (NHS), Nurses’ Health Study II (NHSII) y el Health Professionals Follow-up Study (HPFS),
“Los riesgos asociados con la ingesta de papas variaron según el método de cocción”, escribieron en el artículo. “Consumir cinco o más porciones semanales de papas fritas en comparación con no comer casi nunca se asoció con una tasa 27% más alta de diabetes tipo 2; y hubo una incidencia estimada 20% más alta de diabetes tipo 2 por cada tres porciones semanales”.
Aunque la ingesta de papas horneadas, cocidas o en puré no representa mayor problema, cambiarlas por cereales integrales, podría reducir el riesgo de diabetes en un 4%. Si, por el contrario, se sustituye el consumo de papas fritas por cereales integrales se puede reducir el riesgo de diabetes en un 19 %.
“El mensaje de salud pública es simple y contundente: pequeños cambios en nuestra dieta diaria pueden tener un impacto importante en el riesgo de diabetes tipo 2. Limitar el consumo de papas, especialmente las papas fritas, y elegir fuentes saludables de carbohidratos integrales podría ayudar a reducir el riesgo de diabetes tipo 2 en la población”, dijo al portal de noticias de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la U. de Harvard, Walter Willett, profesor de esa institución y autor del estudio.
Para robustecer su análisis, los investigadores también llevaron a cabo un meta análisis (es decir, un análisis de la mejor evidencia disponible), en el que, en pocas palabras, hallaron que “la asociación entre un mayor consumo de papas y un mayor riesgo de diabetes tipo 2 se debe principalmente al consumo de papas fritas”.
Otro de sus hallazgos importantes tiene que ver con la importancia de consumir cereales integrales como “parte esencial de una dieta saludable”. Reemplazar las papas fritas (e, incluso, cualquier tipo de papas) por estos alimentos, reduce el riesgo de diabetes tipo 2.
El profesor Willet tiene otro buen consejo, que seguro caerá muy mal entre los charlatanes que inducen a la población a no comer carbohidratos: “Para los responsables políticos, nuestros hallazgos resaltan la necesidad de ir más allá de las categorías generales de alimentos y prestar más atención a cómo se preparan los alimentos y a que reemplazan. No todos los carbohidratos, ni siquiera todas las papas, son iguales, y esa distinción es crucial para elaborar pautas dietéticas efectivas”.
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