Andrés Cardona y el Fimac: Una vida persiguiendo al cáncer

Con medicina de precisión, el equipo de la Fundación para la Investigación Clínica y Molecular Aplicada al Cáncer (Fimac) ayuda a aliviar la situación de quienes padecen la enfermedad. Su director científico, el oncólogo Andrés Cardona, explica cómo lo han hecho.

Felipe Morales Sierra - @elmoral_es
29 de marzo de 2020 - 02:00 a. m.
El oncólogo Andrés Cardona es el director científico de Fimac.  / Óscar Pérez - El Espectador
El oncólogo Andrés Cardona es el director científico de Fimac. / Óscar Pérez - El Espectador

El oncólogo Andrés Cardona es el director científico de la Fundación para la Investigación Clínica y Molecular Aplicada del Cáncer (Ficmac) y se dedica a hacer medicina de precisión. Su trabajo es mapear los genes para encontrar cuáles pueden estar generando cáncer y, así, someter a los pacientes a un medicamento específico que puede ser, por ejemplo, un inhibidor para el desarrollo de tumores. Su equipo, de unos 18 investigadores, ganó en 2019 una beca de la Sociedad Americana de Oncología para estudiar la incidencia del virus del papiloma humano en el eventual desarrollo de un cáncer de pulmón, y está próximo a publicar los resultados. Estima que el trabajo que hace en Ficmac les ha dado 65.000 años de vida de calidad a sus pacientes en Colombia y ha incidido en la vida de alrededor de un millón de pacientes en América Latina. (Vea aquí todo nuestro especial de aniversario: Vamos por más)

¿Qué son las terapias blanco para tratar a pacientes con cáncer? 

Las terapias blanco dirigidas en cáncer aparecieron hace unos 16 años, cuando se desarrollaron los primeros medicamentos, que son inhibidores. En esa época se instauró la evaluación del genoma tumoral, que son pruebas para evaluar gen a gen buscando si en estos había lo que llamamos genes conductores —los que generan y mantienen la enfermedad—. En la terapia hacemos algo que se llama secuenciación paralela masiva (MGS por su sigla en inglés), que consiste en mirar muchos genes al mismo tiempo, incluso haciendo secuenciación exómica completa, que es coger todos los exomas —las regiones que codifican la información de los genes— y revisarlos para buscar alteraciones, e íbamos haciendo mapas genéticos. 

Ahora hay un gran mapa de los genes del cáncer que se llama TCGA (The Cancer Genome Atlas), que se viene trabajando desde hace más de una década para establecer los genes de cada una de las enfermedades. Hay genes compartidos y otros que no, y que son propios de cada tumor. De los tumores más frecuentes, hay algunos en los cuales se conoce cerca del 100 % del mapa genómico. Los que van más adelante son cáncer de pulmón, de seno, de colón y melanoma. Cuando encontramos los genes que se comportan como conductores, buscamos alterarlos a través de un medicamento específico, en lugar de recurrir a la quimioterapia o a la inmunoterapia. 

¿Y cuáles son esos medicamentos?

El genoma de los tumores tiene variabilidad poblacional. Eso significa que los cánceres de pulmón genéticamente no son iguales en los asiáticos, en los caucásicos americanos y europeos, así como en los latinos. Los genes se distribuyen de formas diferentes entre las poblaciones y se comportan de formas variadas. En ese sentido se necesitan medicamentos diferentes. Nosotros hemos investigado tumores sólidos en población latina y encontramos diferencias interesantes. 

¿Cuáles, por ejemplo?

El cáncer de pulmón en los latinos, los adenocarcinomas, se parecen más al cáncer de pulmón de los asiáticos, que al de caucásicos europeos y americanos. Hay una cantidad de relaciones, que nosotros llamamos “ancestría tumoral” de nuestros genes con los de los asiáticos. Esto es muy importante, porque los medicamentos que les sirven a los asiáticos muchas veces no son los mismos que les sirven a los norteamericanos y a los europeos. A nosotros nos sirven más los medicamentos asiáticos, por ejemplo. 

Ustedes se ganaron una beca de la Sociedad Americana de Oncología por vincular el cáncer de pulmón con el virus del papiloma, ¿cómo es esa relación? 

Nació de una duda que viene desde hace tiempo, y es que cada vez el cáncer de pulmón es más frecuente en personas que nunca han fumado. Hoy en día son alrededor del 25 % de los adenocarcinomas, que es el cáncer de pulmón más frecuente. Hay muchos factores de riesgo entre los no fumadores: la polución, el asma, el mercurio, el plomo, entre otros. Pero otro de los factores, que no se había comprobado, era el virus del papiloma humano. Sabemos que este virus produce cáncer de cérvix, cabeza y cuello en personas que tampoco han fumado. Empezamos, entonces, con una presunción, igual a la de otros grupos en el mundo, en lugares como China y Tailandia, que a través de microgotas de saliva el virus viaja al tracto respiratorio y causa inflamación en el pulmón. Pero a nosotros se nos ocurrió que el virus podría afectar las células madres del pulmón y llegar a generar cáncer. 

¿Qué encontraron?

Buscamos el virus del papiloma en los pacientes y lo encontramos en el 30 % de los adenocarcinomas de no fumadores en Colombia. Además, que el virus produce una reacción inflamatoria crónica que aumenta la cantidad de linfocitos dentro del pulmón, lo que hace que haya mayor posibilidad de una respuesta positiva a la inmunoterapia, que es uno de los tratamientos más usuales para este tipo de cáncer. Adicionalmente, genera otros cambios, entre ellos mutaciones en un gen que se llama FGR, que es uno de los genes que se asocia usualmente con el cáncer de pulmón en los no fumadores.

¿Cómo es el puente entre la relación del virus del papiloma humano con el cáncer de pulmón y las terapias blanco?

En primer lugar, que el virus del papiloma humano en el cáncer de pulmón induce a la generación de mutaciones del gen FGR, y ahí hay al menos cuatro líneas o tipos de medicamentos diferentes para controlar el cáncer cuando existe esa mutación. Eso es un impacto enorme. Por otro lado, que el virus en cáncer de pulmón responde bien al uso de la inmunoterapia, y hoy que estamos utilizando tanto ese tratamiento, podría ser un factor muy útil para prever si a los pacientes les va a ir mejor. 

Ahondemos en las cifras, usted decía que, más o menos, el 25 % de las personas con cáncer de pulmón no son fumadores. ¿De esos, el 30 % pueden estar relacionados con el papiloma humano?

Eso creemos. Obviamente se necesitan más estudios para confirmar, pero el nuestro es muy sólido. Es la población más grande que se ha estudiado en el planeta: poco más de 300 pacientes. Además, esto no se ha encontrado en otros sitios: los nórdicos y los estadounidenses han hecho estudios similares y no se ha encontrado el virus, sino en menos del 1 o 2 %. Pero la incidencia y prevalencia de infección por virus del papiloma humano en nosotros son altísimas. Creemos que esto puede tener un impacto. Obviamente, esto se traduce en si la vacunación puede disminuir el riesgo de cáncer de pulmón de personas no fumadores. Probablemente sí. 

¿Una forma de reducir ese riesgo sería que los hombres también nos apliquemos la vacuna del papiloma humano? 

No. El estudio no está diseñado para eso. Los estudios para ver si la vacuna tiene una eficacia sobre el riesgo de cáncer en población masculina son estudios gigantes donde se vacuna y se sigue a la población. Nuestro estudio lo que confirma es que el virus puede tener relación con cáncer de pulmón. Una de las hipótesis que se genera a partir de lo que encontramos es que si el virus es un factor desencadenante del cáncer de pulmón en nunca fumadores, especialmente en las mujeres, la vacunación podría tener un impacto en esa población también. Es algo que suponemos, obviamente. 

¿Qué le aporta su estudio a la comunidad científica en Latinoamérica?

Con lo que hemos hecho en medicina de precisión, no solamente en el cáncer de pulmón, sino en el de colon, de seno y melanoma, ayudamos a cambiar la historia del cáncer en América Latina. Aquí, en Colombia, lo que hemos estimado es que, haciendo medicina de precisión para hacer terapias blanco, hemos impactado entre 4.000 y 4.500 pacientes en nueve años, con más de 14.000 pruebas. Eso se traduce en más de 65.000 años de vida de calidad ganadosm solamente en Colombia. Si llevamos eso a la población latinoamericana y miramos todo lo que repercute en medicina de precisión, estaríamos hablando de un millón de personas. Esto cambia radicalmente el sentido del tratamiento, porque es poder decirle al paciente: usted no va a vivir un año o dos con cáncer, sino que va a vivir cinco o más, pero el eje de su tratamiento no va a ser la quimioterapia ni la inmunoterapia, sino medicamentos especiales que se consumen vía oral y que bloquean los genes alterados, para así apagar la enfermedad.

Por Felipe Morales Sierra - @elmoral_es

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