
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
No resultan novedosas las múltiples advertencias que los expertos del área de la salud hacen respecto al consumo de alcohol y el tabaco. Ambos incrementan el riesgo de contraer una serie de enfermedades relacionadas con el deterioro del corazón, los pulmones y el hígado, entre otros órganos. Sin embargo, un nuevo estudio, publicado en la revista Nature Genetics, añadió una nueva prueba a sumar en las contraindicaciones de ambas sustancias, específicamente sobre el humo del cigarrillo, que podría ocasionar daños irreparables en el ADN. De hecho, el consumo de alcohol podría aumentar este riesgo.
Para que se haga una idea de la magnitud del problema, los autores del artículo, quienes trabajan en el Wellcome Sanger Institute (Inglaterra), analizaron muestras de tumores de 265 personas en África y Sudamérica. Su foco estaba en encontrar las “huellas dactilares” del daño del ADN relacionado con el tabaco dentro de las muestras. Lo que encontraron fueron seis patrones de daños distintos, con una mayor repetición y gravedad en países que tenían un consumo de cigarrillo alto.
Cada año, alrededor de 750 mil personas son diagnosticadas con cáncer de cabeza y cuello en todo el mundo. De estos casos, el 70 % están relacionados con el tabaquismo. Pero si se le agrega alcohol a la mezcla, los resultados parecen ser mucho peores: según los investigadores, esto hace que el daño al ADN se multiplique por 2.5 en comparación con el consumo de alcohol solo.
En palabras de una de las autoras principales, la doctora Laura Torrens Fontanal, el estudio es fundamental ya que “mapea las cicatrices moleculares que deja el humo del tabaco en los cánceres de cabeza y cuello. Al descubrir esos patrones únicos del daño al ADN, no solo identificamos los factores clave que conducen a la formación del cáncer, sino que también abrimos posibilidades de prevención que podrían ayudar a reducir la incidencia del cáncer de cabeza y cuello a nivel mundial”.
Por su parte, el profesor Sir Mike Stratton, explica que cada cáncer contiene un rastro arqueológico, o sea un registro en el ADN que explicaría su causa original. Esto, en términos sencillos, permiten comprender mutaciones, causas conocidas y desconocidas de cáncer. Los investigadores también descubrieron que la magnitud del año del ADN se puede medir por el lugar en el que se encuentra el tumor en los pacientes.
Al identificar con precisión los patrones de este daño, los científicos pueden diseñar intervenciones más específicas, ya sea bloqueando o reparando el daño antes de que el cáncer se desarrolle por completo, o perfeccionando los tratamientos para quienes ya han sido diagnosticados. Además, esta investigación resalta la importancia de promover diagnósticos tempranos de estos dos tipos de cáncer y de implementar terapias personalizadas en los centros de salud para abordar cada caso de manera adecuada.
👩⚕️📄¿Quieres conocer las últimas noticias sobre salud? Te invitamos a verlas en El Espectador.⚕️🩺
