Así rastrean la herencia del cáncer de seno en las latinas
El cáncer de seno es una de las primeras causas de muerte entre mujeres del continente. Por eso, 45 investigadores de cinco países publicaron el primer estudio que ahonda en otros genes antes no relacionados con esta enfermedad entre la población de la región.
Helena Calle / @helenanodepatio
En América Latina, unas 100.000 mujeres mueren por cáncer de mama cada año. Si las pusiéramos a todas juntas, serían casi equivalente al total de asistentes de un día de Rock al Parque en Bogotá. Este es el tipo de cáncer más común entre las latinas y la segunda causa de muerte por cáncer entre mujeres del continente. ¿Hay algo que nos hace más vulnerables que al resto de mujeres? ¿Habrá alguna respuesta en los genes que hemos heredado gracias a cinco siglos de mezclas?
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En América Latina, unas 100.000 mujeres mueren por cáncer de mama cada año. Si las pusiéramos a todas juntas, serían casi equivalente al total de asistentes de un día de Rock al Parque en Bogotá. Este es el tipo de cáncer más común entre las latinas y la segunda causa de muerte por cáncer entre mujeres del continente. ¿Hay algo que nos hace más vulnerables que al resto de mujeres? ¿Habrá alguna respuesta en los genes que hemos heredado gracias a cinco siglos de mezclas?
Tratando de resolver esa pregunta, 45 investigadores de universidades y centros de investigación en México, Colombia, Guatemala, Perú y Argentina reclutaron a 403 mujeres de sus países, la mayoría (57 %) con historial familiar de cáncer de seno u ovario, y evaluaron las alteraciones genéticas que podrían hacer que desarrollen este tipo de cáncer de seno u ovario.
Tras un cuestionario que incluía preguntas sobre estilo de vida, origen étnico, consumo de alcohol, número de hijos y otros factores que influyen en el desarrollo de un cáncer (además de la genética), a las mujeres se les extrajo una muestra de ADN a través de la sangre para examinar los 143 genes que la ciencia ya sabe que, si se alteran o mutan, podrían derivar en un cáncer hereditario (y no solo de ovario o seno, también de colon, estómago, cerebro, etc.).
“Lo comparamos con la secuencia estándar de un genoma humano digamos, inalterado, y si vemos una mutación o alteración podemos interpretar cuál es el efecto de ese cambio, si es patogénica o inocua, si genera alguna enfermedad o no”, explica Felipe Vaca, doctor en ciencias biomédicas, profesor e investigador de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Nacional de Cancerología de México.
Tras analizar las muestras, los datos mostraron por primera vez los catorce genes en la población latinoamericana que podrían mutar y expresarse en un cáncer de seno u ovario. De las 403 mujeres eligieron 222, y el 17 % de esas tenía alguna variante patogénica en sus genes que podría expresarse en cáncer. Más en Argentina, luego en México, Guatemala y Colombia.
La mitad (24) de las mutaciones se encontraron en los genes BRCA1 y BRCA2, dos genes que producen proteínas que suprimen tumores y ayudan a reparar el ADN dañado. Cuando estos genes mutan o se alteran, el daño al ADN no puede repararse y aumenta la probabilidad de desarrollar cáncer de seno y ovario, entre otros.
La mayoría de estudios y guías clínicas para el tratamiento del cáncer hereditario de seno y ovario apuntan a variaciones en esos dos genes, pero en este estudio —que aún se encuentra en su primera fase y aspira a tener 3.000 participantes en el futuro, lo que lo haría el estudio genético sobre cáncer más grande en América Latina— se encontraron variantes en otros genes menos estudiados que también podrían tener una relación con el desarrollo de estos tipos de cáncer entre las latinas.
Por ejemplo, encontraron variaciones en los genes que otros estudios habían relacionado con el cáncer de seno y ovario (como el MSH2, MSH6 y PALB2), y los genes del melanoma hereditario y el cáncer de páncreas (CDKN2A), entre otros. Las colombianas fueron quienes más alteraciones genéticas presentaron en los “otros doce genes”, como el gen que repara el ADN (DCLRE1C) o el gen promotor del crecimiento (PDGFB). El 39 % de las variaciones genéticas que podrían relacionarse con estos cánceres se encontraron en los doce genes distintos a BRCA1 y BRCA2. “La abrumadora evidencia existente muestra que la contribución de los nuevos genes de susceptibilidad al cáncer de mama hereditario se ha subestimado”, reza el estudio. “La frecuencia de estas alteraciones no tiene tanta evidencia como BRCA1 y BRCA2, que son los primeros que se asociaron al cáncer de seno y ovario. Ahora, lo importante es que en este estudio encontramos que hay diferencias entre nuestras poblaciones, o sea las latinas, y el resto del mundo. Este estudio aporta evidencia para establecer que esos genes pueden presentar un nivel de riesgo para el cáncer de mama hereditario”, explica Vaca. Sin embargo, las pautas clínicas para pruebas e intervenciones aún no están disponibles para esos doce genes que no son BRCA1 o BRCA2.
“La mayoría de los estudios sobre cáncer de seno se hacen en poblaciones europeas o norteamericanas, y si hay latinoamericanas, son latinas que viven en Estados Unidos. Ellas tienen estilos de vida y condiciones socioeconómicas distintas que influyen en el desarrollo o no de una enfermedad. Por otro lado, todas las bases de datos y la información se queda allá, no vuelve a los investigadores latinoamericanos. En este caso, los datos reposan en todas las instituciones latinoamericanas participantes. Aunque hay estudios previos en Colombia, Argentina y México, este es el estudio que concentra mayor cantidad de países, el número más amplio de genes estudiado a la fecha y el primero que tiene población exclusivamente latinoamericana”, dice Sandra Perdomo, científica colombiana del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) de la OMS, doctora en biología molecular del cáncer y epidemióloga molecular.
¿Para qué este esfuerzo?
Aunque solo del 5 al 10 % de los cánceres de seno y ovario se heredan, aprender más sobre los genes que juegan un papel en la enfermedad podría ayudar a evitarla. Según Felipe Vaca, los otros genes (esos que no son ni BRCA1 ni BRCA2) están asociados a otros cánceres y, por lo mismo, las guías médicas son muy cautelosas con la intervención que se hace a las pacientes. Pero según explican los investigadores, si este estudio se amplia y descubren que alteraciones en esos mismos genes se presentan más y más en la población latina, estas guías podrían cambiar y ayudar a reducir el grado de riesgo en las pacientes que los tengan. “Este es el aspecto más fino del asunto. Hay que entender el nivel de riesgo de esos genes, qué tanto un cáncer es culpa de la herencia genética y qué tanto de factores como la alimentación, el número de hijos y demás”, explica Vaca.
“No todos los 143 genes son relevantes para hacer un cambio en las guías clínicas. Mejor dicho, son once o doce genes los que sabemos que cuando están alterados merecen un tratamiento específico. Sobre los demás no hay suficiente evidencia para decirte “sí, este es una alteración de alto riesgo que puede resultar en cáncer; hagamos algo”. Y si se hace algo, los estudios genéticos preventivos se hacen solo en instituciones privadas; es decir, solo unas pocas pacientes pueden pagarlos. Si se democratizan estos análisis, porque descubrimos que aún más genes tienen un papel de riesgo en el desarrollo de un cáncer de estos, pues más mujeres podrán evitar morir a causa de esto”.
En Colombia, por ejemplo, los estudios sobre alteraciones genéticas están cubiertos por el Plan Obligatorio de Salud (POS), pero por lo general solo buscan en BRCA1 y BRCA2. Si se prueba que más genes juegan un papel de riesgo en el desarrollo de un cáncer, en teoría el sistema de salud se vería obligado a hacer más pruebas que tal vez salvarían a las mujeres que no tengan mutaciones en esos dos genes, pero sí en alguno de los otros doce que identificó el estudio.
“Por ejemplo, la alteración del gen WRN no estaba descrita en relación al cáncer de mama. Esta es una fase muy cautelosa del estudio y habría que ver si el cáncer de seno y ovario está relacionado con más alteraciones en otros genes. Pero por ahora esta es la primera evidencia de que hay otros genes en nuestras poblaciones que podrían tener una influencia en el desarrollo del cáncer de seno y ovario hereditario”, concluye Perdomo.