Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El estudio lo ha realizado un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) dirigido por el doctor Graeme Fairchild y el profesor Ian Goodyer, con la subvención de la organización benéfica británica Wellcome Trust.
En la investigación han participado 165 adolescentes varones de entre 14 y 18 años, con y sin problemas de conducta, a los cuales se les tomó muestras de saliva para medir sus niveles de cortisol en distintas situaciones.
Durante tres días consecutivos hicieron varias medidas de la hormona en la saliva, por la mañana y por la tarde, para saber el ritmo de producción diario en condiciones normales.
A continuación se les sometió a una experiencia estresante que les provocara enfado y frustración, antes e inmediatamente después de la cual hicieron nuevas mediciones.
Con los datos tomados, los investigadores descubrieron que entre uno y otro grupo de adolescentes existían diferencias importantes: los que tenían un trastorno de conducta severo diagnosticado secretaban menos cortisol que los que no lo tenían cuando se enfrentaban a las pruebas.
Los investigadores señalan que la correlación hallada entre hormona y conducta sugiere que, al menos en algunos casos, el desequilibrio de cortisol podría ser la razón del comportamiento antisocial de algunos jóvenes con este tipo de trastorno.
Al igual que ocurre con la depresión o la ansiedad, en algunos individuos los trastornos de la conducta podrían tener más base biológica de lo que hasta ahora se pensaba.
“Si entendemos con precisión qué subyace a la incapacidad de dar una respuesta normal al estrés, quizá seamos capaces de diseñar nuevos tratamientos para los problemas de conducta severos”, explicó Fairchild en un comunicado de prensa.
Unos tratamientos que, añade, ofrecerían “la posibilidad de mejorar la vida de los adolescentes afectados y de las comunidades donde viven”.