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Breve historia del arma que podría acabar con el dengue

Cali estudia la liberación de mosquitos “Aedes aegypti” infectados con una bacteria que altera su capacidad de transmitir la enfermedad. Medellín y otros tres municipios colombianos ya lo hicieron. Un estudio en Indonesia demostró que la estrategia puede reducir en un 77 % los contagios.

Pablo Correa
06 de septiembre de 2020 - 10:45 a. m.
Breve historia del arma que podría acabar con el dengue

En 2013, Sebastien Longhurst, director de relaciones internacionales de la Universidad de Antioquia, organizó un viaje a Australia con la intención de abrir puertas y crear nuevas alianzas académicas para la institución. Antes de partir llamó a Iván Darío Vélez, director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (Pecet), y le pidió que en un par de diapositivas resumiera los diferentes frentes de batalla que junto con sus colegas abrieron hace más de tres décadas para combatir el dengue y otras enfermedades infecciosas.

Cuando Sebastien Longhurst regresó de aquel viaje por Australia traía un mensaje para Vélez: “El profesor Scott O’Neill, de la Universidad de Monash, quería conocerlo y visitarlo en Medellín”. En los años 80, O’Neill se había interesado por una bacteria poco conocida, la Wolbachia. El nombre de la bacteria evoca al investigador norteamericano Burt Wolbach, quien a principios de los años 20 trabajó incansablemente para entender y controlar dos enfermedades: la fiebre de las Montañas Rocosas y el tifus, provocadas ambas por un grupo de bacterias conocidas como rickettsias y que son transmitidas por picaduras de insectos. Examinando el intestino y los tejidos de cientos de insectos, Wolbach y su colega Marshall Hertig terminaron descubriendo otros microorganismos que afectaban a su vez la vida de esos insectos.

Lo que pareció en su momento un descubrimiento menor, con el tiempo se convertiría en una de las grandes promesas para controlar el dengue. O’Neill, como otros investigadores, comenzaron a pensar que podría resultar útil para el control biológico de insectos. A principios de los años 90, el biólogo molecular Seymour Benzer hizo un descubrimiento adicional: existía una cepa de la Wolbachia capaz de acortar la vida de las moscas de fruta Drosophila. Al leer ese trabajo, O’Neill entendió mejor que nadie lo que podía significar. Por fin tenía un arma para atacar a los mosquitos que transmiten enfermedades. Nacía el World Mosquito Program.

“O’Neill me propuso trabajar juntos. A mí me fascinó el proyecto. Comencé a estudiar a fondo de qué se trataba toda la estrategia”, cuenta el investigador colombiano. Para la época en que se conocieron, O’Neill y su grupo ya habían desarrollado un método para inyectar en miles de embriones de mosquito la Wolbachia y tenían el respaldo de la Fundación Bill y Melinda Gates, que había decidido invertir alrededor de US$6 millones para impulsar el proyecto.

El coronavirus SARS-CoV-2 es un novato al lado del dengue, un virus que ha perturbado sin descanso, y por siglos, la vida de millones de personas. Solo en Colombia se estima que durante un año de epidemia esta enfermedad representa un costo financiero de US$167,8 millones. En 2010, el brote epidémico alcanzó los 150 mil casos y produjo 289 muertes. En América Latina, ese mismo año, se reportaron más de un millón de casos.

En 2011, en Cairns, Australia, se realizó la primera liberación de estos mosquitos infectados con la bacteria. La idea era que poco a poco se cruzaran con los mosquitos salvajes y transmitieran la bacteria a su descendencia. Sabían que la bacteria dentro del intestino del mosquito evitaba que el virus del dengue se reprodujera. De esa manera los mosquitos al picar a alguien infectado ya no adquirían el virus tan fácilmente y, por lo tanto, no lo podían transmitir a otra persona.

En 2012, Indonesia y Brasil se asociaron al programa. En Colombia los primeros mosquitos se liberaron en Bello en mayo de 2015, luego en Medellín, Sabaneta e Itagüí. Cali actualmente analiza y estudia la posibilidad de un primer piloto.

Esta semana llegó una buena noticia desde el otro lado del mundo. En la ciudad de Yogyakarta, en la isla de Java, donde habitan unas 312 mil personas y se liberaron mosquitos en 2018, se pudo demostrar una caída del 77 % de los casos de dengue entre los habitantes de barrios donde se liberaron mosquitos en comparación con los que no estuvieron expuestos.

Vélez y su equipo celebraron la noticia: “Debería estar jubilado y no me he jubilado porque estoy enamorado del World Mosquito Program. Es el aporte más grande que se ha hecho en toda la historia para el control de dengue, zika y chikungunya”. (Lea: “Es el aporte más grande en la historia para control de dengue”).

Por lo pronto, los promotores del programa esperan que estos datos sean evaluados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y los ministerios de Salud de los países afectados por el dengue. En Medellín, una biofábrica con capacidad de producir hasta 30 mil cápsulas con huevos de estos mosquitos ya funciona y espera luz verde para seguir expandiendo el programa.

¿Cuáles son los riesgos de liberar este tipo de mosquitos? Vélez responde con calma: “La bacteria Wolbachia está en el 60 % de los insectos del mundo. Los humanos estamos en contacto con ella hace siglos. No puede infectar las células humanas por ser exclusiva de insectos. Entonces no hay riesgo ni para la comunidad ni para otros seres vivos. Estudios muy serios ya han demostrado que la seguridad está garantizada”.

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