El riesgo parece inminente: la población colombiana se está acostumbrando a usar antiinflamatorios. Se está acostumbrando, cada vez más, a ingerir esos fármacos para paliar dolores simples, para mitigar molestias en alguna extremidad, en algún músculo, en la espalda. Así, por lo menos, lo evidencia una encuesta realizada por Audifarma, empresa que distribuye medicamentos a cerca de 6,2 millones de personas en el país. Según su análisis, al 70% de los adultos mayores de 65 años se les receta o toman por su propia cuenta este tipo de fármacos. Y ese consumo excesivo, si no se controla con prontitud, podría acarrear serias consecuencias: desde úlceras en el estómago hasta serios problemas en los riñones.
Pero el problema parece mayor: de acuerdo con Audifarma, buena parte de quienes consumen estos medicamentos, entre los que se cuentan el ibuprofeno, el naproxeno, el diclofenaco, la nimesulida o piroxicam, sufren de problemas cardíacos o de diabetes. Lo que en parte aumenta el riesgo de padecer otras enfermedades, como la insuficiencia renal.
“El consumo de esta clase de fármacos, conocidos como AINE (antiinflamatorios no esteroideos) ha aumentado en Colombia porque son de venta libre, es decir, no se requiere una fórmula médica, y porque se pueden conseguir a un precio moderado. Eso ha hecho que muchos pacientes empiecen a usarlos con frecuencia para evitar cualquier dolor, hasta el punto de llegar a consumirlos de forma crónica. Y esto puede generar graves problemáticas. Por ejemplo: los diabéticos, al ingerirlos de forma indiscriminada, son más propensos a tener una insuficiencia renal, aunque todos los pacientes están expuestos a correr ese riesgo”, explica la doctora Dilcia Luján Torres, endocrinóloga de la Asociación Colombiana de Diabetes.
Según esta especialista, de no controlarse el consumo de los AINE es posible que, además, se generen serias molestias en el tracto digestivo. Se puede producir —o empeorar— una gastritis o, en el peor de los casos, pueden aparecer úlceras en el estómago.
“También, el consumo sin control puede ser peligroso para quienes tienen complicaciones cardiovasculares —asegura Claudia Patricia Baca, profesora del Departamento de Farmacia de la Universidad Nacional—. El diclofenaco, por ejemplo, inhibe una enzima que es muy importante en el proceso de coagulación en el organismo. Y con los niños hay que tener especial cuidado: ellos enfrentan un riesgo mayor de tener un daño renal”.
Según Luján, todos los que consumen de manera crónica los antiinflamatorios van acumulando poco a poco los efectos. “Lo ideal es que se consuman máximo durante cinco días. Deben ser ciclos cortos que no se repitan con frecuencia. De lo contrario, seguramente va a haber efectos colaterales”.
Por ello, tanto los investigadores de Audifarma como estas dos especialistas concuerdan en que, para disminuir este riesgo que muy pocos conocen, la opción más eficaz es implementar más programas de educación enfocados en dar más información a los pacientes. “En este tema —dice Baca— hay quienes se inclinan por restringir la venta libre de los antiinflamatorios y los comerciales que los promocionan. Pero la tarea, en verdad, está en que desde el Estado, desde las universidades, el Ministerio de Salud y las secretarías, se permita que la población tenga acceso a lo único que puede reducir este problema: mayor y mejor información”.