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Comunicación, la esencia del desarrollo cerebral de los bebés

Establecer una relación basada en el lenguaje en los primeros dos años de vida es fundamental para los procesos de aprendizaje.

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Redacción Vivir
10 de mayo de 2014 - 09:22 p. m.
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Hace tiempo la doctora Michelle Macías, especialista en pediatría del desarrollo del comportamiento y profesora del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas, llevó a cabo una investigación en varios hogares estadounidenses para analizar cómo evolucionaba el aprendizaje del lenguaje en los recién nacidos según el nivel de educación de su familia.

Lo que encontró no fue una sorpresa: al cumplir los tres años, los niños cuyos papás lograron un título universitario tenían un vocabulario tres veces mayor al de quienes tenían padres que no habían terminado el bachillerato. Y sólo por eso habría una marcada diferencia en el desarrollo cerebral de sus hijos. Su progreso educativo, definitivamente, tomaría rumbos muy distintos.

¿Por qué? “Porque durante los primeros mil días resulta indispensable que los padres les presten suficiente atención al desempeño del lenguaje de sus bebés. Eso implica, aunque no lo crean, darles las bases de una buena arquitectura en términos de comportamiento social. El hecho de que los adultos se preocupen por establecer una comunicación recíproca, en la que interactúen con sus hijos y les hablen de forma frecuente, representa establecer unos buenos pilares para el futuro aprendizaje. El lenguaje lo es todo”, explicó Macías en el IV Simposio Internacional de Actualización en Pediatría, que culminó ayer en Cartagena.

De acuerdo con esta especialista, responder a los avances comunicativos que tienen los niños en esos primeros meses es esencial. Incluso, dijo, hacerlo de manera acertada ayudaría a evitar que quienes nacen en condiciones sociales poco favorables se vean afectados en su desarrollo mental.

“En el caso de quienes deben criarse en medio de la pobreza, por ejemplo, no tendrán un impacto muy fuerte si hay experiencias positivas de lenguaje; serán indispensables para tener cerebros saludables. En su crecimiento hay dos factores, además de la buena nutrición, que cumplen un papel: los genes y el medio que los rodea. En nuestros estudios hemos encontrado varios casos de pequeños que, por falta de exposición a las personas, se les dificulta aprender a hablar y su cerebro tiene, evidentemente, menor plasticidad a la hora de aprender”, afirma.

Según Macías, ese proceso comunicativo debe estar fundado en dar y recibir, en un intercambio de gestos, sonidos y palabras que debe ser más intenso en los dos primeros años: la etapa donde, justamente, se establece el desarrollo del habla.

“Hay tres períodos importantes en ese lapso: del primer al décimo mes, que es cuando se empiezan a asociar frases y sonidos con ciertos objetos y se logra un lenguaje gestual muy importante (como alzar los brazos para que los carguen); del mes 10 al 18, donde comienzan a balbucear palabras como papá o mamá y a señalar cosas porque tienen algún interés, y del 18 al 24, que es cuando se logra un balbuceo más maduro y se pueden hacer asociaciones entre dos palabras para pedir o mostrar algo”.

Lo correcto, como cuenta la doctora, es que en ese período los padres y todas las personas a su alrededor interactúan con ellos y respondan a ese aprendizaje hablándoles de manera constante y así puedan, a su vez, desarrollarse emocionalmente.

“Uno de los mejores ejercicios, claro, es leerles diariamente para que enriquezcan su vocabulario. También es muy útil mostrarles fotos a medida que se les explica en qué consiste cada imagen para que creen asociaciones. Estas prácticas influyen mucho en la facilidad de aprendizaje y no deben, de ninguna forma, ser reemplazadas por videos. La primordial es interactuar. Los resultados serán evidentes, incluso, después de 30 años. Por eso es necesario que en esos primeros mil días todos los papás comprendan: las casas deben convertirse en unas verdaderas casas de lenguaje”.

Por Redacción Vivir

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