La artritis reumatoide (AR) está en aumento a nivel global. Así lo advierte un estudio publicado en Annals of the Rheumatic Diseases, que empleó inteligencia artificial para analizar su evolución desde 1980 y proyectar su impacto hasta 2040.
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La AR es una enfermedad autoinmune crónica que afecta principalmente las articulaciones, provocando inflamación, dolor y daño progresivo. Puede generar inflamación sistémica y se asocia con otras condiciones graves, como enfermedades cardiovasculares y pulmonares, lo que complica su manejo y aumenta el riesgo de mortalidad.
Para reducir las brechas de información existentes, un equipo internacional recopiló el conjunto de datos más amplio hasta ahora sobre esta enfermedad: información de 953 ubicaciones entre 1980 y 2021. Con ese insumo y un modelo de inteligencia artificial basado en aprendizaje profundo —iTransformer—, los investigadores simularon distintos escenarios para estimar cómo evolucionará la carga de la enfermedad en las próximas décadas.
Este modelo, diseñado para proyectar series de tiempo complejas, superó las limitaciones de los enfoques lineales tradicionales y permitió evaluar el impacto potencial de diversas políticas públicas. Gracias a ello, el estudio exploró cómo factores como el envejecimiento poblacional, las desigualdades socioeconómicas y las diferencias entre países influyen en la evolución de la enfermedad.
Uno de los hallazgos más destacados es que los efectos de estas variables varían según la región. El envejecimiento y el crecimiento demográfico no afectan por igual en todos los contextos. Además, el estudio identificó patrones llamativos. Por ejemplo, Japón ha logrado reducir significativamente los años de vida ajustados por discapacidad (AVAD) relacionados con la AR, pese a tener un alto índice sociodemográfico. También se estimó el posible efecto de políticas antitabaco en países de alto riesgo, como China.
En 2021, más de 17,9 millones de personas vivían con esta condición, lo que representa un aumento del 14,4 % en la tasa de prevalencia ajustada por edad desde 1990. La incidencia —nuevos casos por año— también creció un 13,2 % en ese mismo periodo, alcanzando una tasa global de 11,8 por cada 100.000 habitantes.
¿Dónde hay más casos?
Europa Occidental y América del Norte reportan las tasas más altas de nuevos diagnósticos, posiblemente por su mayor acceso a servicios de salud y capacidades de detección. Sin embargo, el estudio también revela tendencias preocupantes en países de ingresos medios como México. En 2021, Zacatecas fue la región con la mayor carga de AVAD ajustada por edad, con una tasa de 112,6 por cada 100.000 habitantes.
A nivel nacional, México encabezó las estadísticas globales en esta categoría, seguido por Honduras. En contraste, países como Japón han logrado reducir esta carga, gracias a estrategias de diagnóstico temprano, tratamientos innovadores y factores culturales como una dieta con propiedades antiinflamatorias.
En Colombia y otras naciones de América Latina, la edad de inicio de la enfermedad muestra un patrón bimodal: afecta tanto a adultos mayores de 70 años como a personas entre los 30 y 60. En México, estados como Chiapas, Hidalgo y Ciudad de México reportan esa misma tendencia, sobre todo en mujeres.
Más jóvenes con artritis
Aunque suele asociarse con el envejecimiento, la AR está apareciendo con más frecuencia en personas jóvenes. Desde 2015, ha aumentado la proporción de casos entre los 20 y los 54 años, especialmente en países con altos niveles de desarrollo. Según los autores, esta tendencia podría estar relacionada con factores ambientales y de estilo de vida, como el tabaquismo, la obesidad y la inactividad física.
A pesar de que las muertes por AR han disminuido un 32,7 % desde 1980, la discapacidad asociada sigue en aumento. Los años vividos con discapacidad (AVD) crecieron un 14,1 % entre 1990 y 2021. Esto se debe a que, aunque el tratamiento ha mejorado, sigue siendo una enfermedad crónica y debilitante. Las mujeres llevan la mayor carga: presentan tasas más altas tanto de incidencia como de AVAD en casi todas las regiones del mundo.
Uno de los hallazgos más preocupantes del estudio es el aumento de las desigualdades relacionadas con la AR. La brecha entre los países con mayor y menor carga de enfermedad se amplió un 62,5 % en los últimos 30 años. Hoy, Finlandia, Irlanda y Nueva Zelanda son los países con más desigualdad en este indicador.
Aunque se esperaría que los países más desarrollados presentaran mejores resultados, los datos muestran una realidad más compleja. Solo un país alcanzó la “frontera ideal” en incidencia —el mínimo teórico esperado según su nivel socioeconómico—, y apenas 19 lo lograron en términos de discapacidad. Esto sugiere que, incluso en contextos de altos ingresos, la atención a la AR puede ser deficiente o desigual.
“Los factores económicos por sí solos no explican la carga de la enfermedad”, concluyen los autores, al comparar el caso del Reino Unido, con altas tasas de AR, frente a Japón, que ha logrado contener la discapacidad con prácticas de atención más eficaces y tratamientos personalizados.
¿Y qué se puede hacer?
De aquí a 2040, la carga de la enfermedad seguirá creciendo, especialmente en países con un Índice Sociodemográfico bajo o medio, donde el envejecimiento y el crecimiento poblacional podrían agravar la situación. En China, por ejemplo, el país con más fumadores en el mundo, una política más agresiva contra el tabaco podría reducir las muertes por AR en un 16,8 % y los AVAD en un 20,6 %.
“Controlar el tabaquismo, mejorar el diagnóstico temprano y garantizar el acceso a terapias innovadoras pueden marcar una diferencia significativa”, afirman los investigadores. También advierten que los países con sistemas de salud frágiles probablemente estén subestimando su carga real por falta de datos confiables.
Sin embargo, los autores reconocen varias limitaciones en su análisis. El estudio depende de la calidad y disponibilidad de los datos en cada región, lo que puede llevar a subestimaciones, sobre todo en contextos con menos recursos. En algunos países, los datos sobre prevalencia, incidencia y AVAD solo están disponibles desde 1990. Además, no se incluyeron personas menores de 20 años debido a la falta de información sobre factores de riesgo en esa población. Tampoco se evaluó la heterogeneidad entre sistemas de salud ni las diferencias en capacidad diagnóstica entre regiones.
Frente a este panorama, los autores subrayan la urgencia de implementar estrategias costo-efectivas que respondan a la complejidad de la enfermedad, reduzcan las brechas entre regiones y prioricen a los grupos más afectados.
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