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Este 26 de julio, con la inauguración de los Juegos Olímpicos en París, Francia, numerosos académicos publicaron un editorial en el British Journal of Sports Medicine sobre la “excesiva” compra de hielo utilizado para las terapias de los atletas.
En primer lugar, los investigadores recordaron cifras pasadas para comprender la magnitud del problema: el hecho de que, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, se enviaran alrededor de 22 toneladas con fines médicos y otras 42 para la Villa Olímpica.
Sin embargo, para este año, primeramente se habían pedido 1.624 toneladas, cuyo costo rondaba los 2,5 millones de euros. Luego de que ningún proveedor se viera capaz de cumplir con dicha demanda por problemas logísticos, la solicitud se redujo a 650 toneladas (450 para los Juegos Olímpicos y 200 para los Paralímpicos), lo que, de igual forma, supera el escenario de hace cuatro años.
En el editorial reciente, los académicos cuestionaron varios aspectos, uno de ellos la práctica popularizada a través de redes sociales, conocida como “baño de hielo, sobre la que recomendaron minimizar su uso, pues todavía no cuenta con evidencia científica que pruebe su eficacia y beneficio para la salud.
Además, en el artículo se habló de un riesgo medioambiental que se estaría corriendo al cumplir con la demanda para estas olimpiadas en París: poner a prueba los recursos locales y regionales, pues se requeriría una cantidad de energía bastante grande para mantener el hielo congelado, además de la gran suma de dinero que representa su adquisición.
Richard Budgett, director médico y científico del Comité Olímpico Internacional, dijo que este recurso debería utilizarse de forma eficaz y racional. Por ejemplo, para que su empleo resulte mucho más amigable con el medio ambiente, se habló de la posibilidad de utilizar agua filtrada enfriada a 10 °C, lo que permitiría reducir el consumo de energía. “Seguiremos monitoreando este aspecto para obtener evidencia que nos permita reducir aún más su uso en los Juegos futuros, en línea con las mejores prácticas médicas”, concluyó.
Para tener un panorama sobre cómo se han realizado los tratamientos terapéuticos con hielo, los expertos los han empleado desde hace años para el alivio del dolor agudo y la recuperación tras la fatiga o la lesión muscular.
Los académicos mencionaron cifras de los Juegos Olímpicos anteriores: en Atenas 2004 y Londres 2012, la inmersión en agua fría se recomendó en el 10 % de tratamientos prescritos a los atletas. En Río 2016, esta cifra aumentó a un 44 %. De ellas, el 98 % se utilizaron para la recuperación muscular y el 2 % restante para las lesiones.
Pero, aunque sumergirse en agua fría puede tratar el dolor muscular y el agotamiento tras realizar ejercicio en altas temperaturas, no es muy recomendable para la recuperación entre sesiones consecutivas de entrenamiento de alta intensidad, como tampoco para la recuperación inmediata o a largo plazo luego de ejercicios de mucha resistencia.
Con ello concuerda Paula Kloskowska, doctora en fisioterapia deportiva, quien le dijo al medio estadounidense The Guardian que cada vez hay más pruebas de que “la terapia temprana y frecuente con hielo y frío puede disminuir la resiliencia del tejido, su capacidad para soportar cargas e, incluso, adaptarse a su entorno”.
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