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De lo que nunca conversamos: la primera línea invisible en salud en la pandemia

Durante la pandemia del covid-19 era usual que todos mostráramos especial solidaridad con quienes trataban a los pacientes en los centros médicos, pero muy poco pensamos en otro grupo que quedó invisibilizado: los que analizaban datos, tomaban difíciles decisiones con poca evidencia o gestionaban vacunas. Una nueva investigación recopiló sus testimonios y muestra los difíciles días que pasaron.

Redacción Salud

20 de julio de 2025 - 08:00 p. m.
Aunque no tuvieron tanta visibilidad, los trabajadores de salud pública fueron esenciales en la pandemia.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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—¿Qué significó para usted haber sido parte de esa línea del frente?— le preguntó el entrevistador.

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—Nada, solo problemas. [De la] Contraloría, la Procuraduría, la Fiscalía […] No quiero volver a ocupar un puesto así en mi vida.

Cuando le trasladaron la pregunta a otro entrevistado, una técnica de un municipio, su respuesta fue la siguiente:

—Fue un reto tan grande que llegó un momento en que me sentí agotada y no pude más. Entré en una crisis de ansiedad y depresión horrible por la presión que tenía al ver que todos me llamaban. El teléfono sonaba a la 1:00 a. m., a las 2:00 a. m., y me levantaba de nuevo a las 6:00 a. m. y el teléfono sonaba todo el día, pidiéndome una ambulancia, un certificado.

Los testimonios fueron recopilados por un grupo de investigadores colombianos que hace unos días publicó un estudio en la revista Frontiers in Public Health. En él revelan una faceta de la pandemia de covid-19 de la que muy poco se ha hablado: cómo la vivieron las personas que estuvieron tras bambalinas, tomando decisiones difíciles, sorteando la burocracia del estado para que hubiese pruebas de diagnóstico, para que tener datos precisos sobre contagios y muertes o para que las vacunas estuvieran disponibles tanto en Bogotá como en algún municipio de Santander o de Magdalena.

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Fue, escriben los autores de la investigación, una buena cantidad de personas “invisibles”, centrales para hacerle frente a la pandemia en Colombia y que continuarán siendo claves cuando inicie otra emergencia sanitaria. Aunque no tuvieron el mismo reconocimiento de los trabajadores de la salud que atendían pacientes en consultorios y en unidades de cuidado intensivo, este grupo permitió que funcionara el complejo engranaje que es el sistema. Constituyeron, dicen, la “primera línea de salud pública”.

Se trató de un grupo que cubre un amplio espectro: hay en él tomadores de decisiones a nivel nacional y local, funcionarios públicos, personal de laboratorio, científicos sociales, analistas de datos, especialistas en epidemiología y una larga lista que compartían el propósito de cuidar la salud colectiva.

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Para saber cómo habían vivido esa etapa y cuáles fueron los principales desafíos que enfrentaron, los autores de la investigación entrevistaron a 83 personas (el 70% eran mujeres) que ocuparon alguno de esos cargos entre 2020 y 2022. Su análisis hace parte del Proyecto ÁGORA (Alianza para la Generación de evidencia sobre Covid-19, su Respuesta y lecciones Aprendidas para la pospandemia y futuras epidemias) que, precisamente, será socializado el próximo viernes, 25 de julio, en la Universidad Javeriana, en Bogotá. Es un trabajo que reúne esfuerzos de varios científicos de diversas universidades por analizar múltiples facetas de la pandemia.

¿Cómo vivieron el covid-19 quienes nos protegieron?

El estudio de Frontiers in Public Health muestra que quienes hicieron parte de esa “primera línea de salud pública” no la pasaron nada bien. Reportaron, apuntan los autores en el artículo, “sentirse infravalorados, deshumanizados e invisibilizados, a pesar de su papel fundamental en el manejo de la pandemia desde una perspectiva poblacional”. Algunos apelaron a su “sentido de vocación” para lidiar con el día a día, pero también se sintieron sobrecargados.

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Los testimonios que reunieron en las entrevistas reflejan con detalle a qué se refieren:

“Nos preparamos para las emergencias, pero no para las personas. […] Institucionalmente, somos pequeñas máquinas. Pensamos constantemente en emergencias, pero a mí personalmente nunca se me ocurrió pensar en mí mismo en una emergencia”, dijo un técnico de orden nacional. “Algunos estamos muy enfermos, la mayoría, incluyéndome a mí, hemos terminado de responder a la pandemia, y la mayoría estamos en este momento […] en programas para enfermedades crónicas”, respondió otro. “(...) Me pregunté por qué el decreto que financió esa primera línea de atención médica no nos incluyó. Éramos tan invisibles, incluso para nosotros mismos”, añadió uno más.

Las respuestas que recopiló el equipo de investigadores también muestran que no es nada fácil tomar decisiones bajo presión, incertidumbre y el escrutinio público. Esos funcionarios debieron sortear a los entes de control, estar al tanto de la evidencia y responder a las consultas y a las críticas de manera frecuente. Eran una situación que “interfería con su capacidad para realidad su trabajo” y “aumentaba sus niveles de estrés”, señalan los autores, entre los que se encuentran Sandra Martínez Cabezas, Ph.D. en Demografía y Catalina González-Uribe, Ph.D, en Epidemiología y Salud Pública (ambas investigadoras del Centro de Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe de la Universidad de los Andes), y Álvaro Javier Idrovo, Ph.D. en Salud Pública y profesor de la Universidad Industrial de Santander.

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El deterioro de la salud mental y física no fueron, únicamente, las consecuencias que enfrentaron los integrantes de aquella “primera línea”. Varios de ellos decidieron cambiar el rumbo de sus carreras. “El impacto de haber formado parte de la primera línea invisible llevó a muchos a rechazar la idea de regresar a puestos similares en el futuro”, resumen los autores. Son pérdidas, añaden, que tendrán implicaciones a mediano y largo plazo para futuras emergencias, debido a “la pérdida de memoria institucional”.

Lo que hallaron, además, plantea, como ellos mismos escribieron, interrogantes sobre la falta de capacidad de los sistemas de respuesta a emergencias para atender a su propio personal y pone sobre la mesa la necesidad de mejorar la salud pública. Como dicen en sus recomendaciones, protegerla es esencial para mantener sistemas de salud robustos.

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