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* Vicepresidenta de la Comisión de Bioética de la UNESCO
El Día Mundial del Internet representa una oportunidad de oro para reflexionar sobre brain rot, la expresión que Oxford University Press declaró como la palabra de 2024, tras recibir más de 37.000 votos, suscitar un debate público a nivel mundial y someterse a un exigente análisis de datos lingüísticos.
La expresión, que se traduce como “podredumbre cerebral”, ha ganado fuerza desde 2023 y 2024. Se refiere al “deterioro del estado mental o intelectual de una persona como resultado del consumo excesivo de material (particularmente contenido en línea) considerado trivial o poco desafiante”.
Lo que quizá comenzó como una expresión cotidiana terminó convirtiéndose en una alerta sobre la asociación entre este tipo de contenido en línea y la reducción de la materia gris en el cerebro, la disminución de la capacidad de atención, el debilitamiento de la memoria y la distorsión de los procesos cognitivos fundamentales.
La “podredumbre cerebral” es mucho más que un término de moda entre generaciones. En los últimos años, la ciencia ha demostrado que el consumo excesivo de contenido en Internet, especialmente aquel sin fundamentos, vacío, sensacionalista, conspirativo, puede provocar cambios estructurales en el cerebro, afectando el comportamiento.
El investigador Michoel Moshel, de la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Macquarie (Australia), explica que la tendencia a buscar o consumir noticias negativas —conocida como doomscrolling—, puede atrapar a las personas en un ciclo que se prolonga durante horas.
“Esto puede afectar gravemente la atención y las funciones ejecutivas al saturar nuestro enfoque y alterar la forma en que percibimos y reaccionamos ante el mundo”, afirma el investigador.
El problema es que los usuarios de redes sociales están expuestos a estímulos constantes y variables, que provienen de múltiples plataformas como Instagram, WhatsApp, páginas de noticias y otras con alto potencial adictivo, lo cual afecta la capacidad cognitiva.
Desde principio del siglo XX, expertos vienen alertando sobre estas afectaciones. Incluso cuando surgió el correo electrónico, estudios científicos advertían que podía representar una amenaza para el coeficiente intelectual.
Tras numerosos ensayos clínicos, se estableció que el coeficiente intelectual de los participantes que usaban a diario el correo y el teléfono móvil disminuían en promedio 10 puntos.
El panorama cambió con la irrupción de redes como Twitter, Instagram, Facebook, TikTok. Ahora, las alertas está centradas en la disminución de la materia gris en las regiones prefrontales del cerebro, que regulan emociones, memoria, impulsos y resolución de conflictos.
La investigación de Moshel también encontró que los cambios en personas jóvenes “coinciden con la interrupción de procesos como la formación de identidad y la cognición social, aspectos críticos durante esta etapa del desarrollo”.
Según un estudio publicado en la revista Nature, las personas con problemas de salud mental son más propensas a consumir contenidos de baja calidad, lo que agrava sus síntomas. Cuanto más tiempo pasa el usuario frente a la pantalla, más difícil le resulta identificar y limitar el problema.
Para evitar ser absorbido de forma adictiva por las redes sociales, los expertos recomiendan mantener hábitos saludables como limitar el tiempo en redes sociales. Si bien las plataformas digitales están diseñadas para captar la atención, es posible establecer límites en el tiempo con ayuda de aplicaciones que bloquean o controlan su uso. Esto puede reducir la ansiedad, la depresión y mejorar el rendimiento escolar y laboral.
El otro hábito es practicar la atención plena. Se basa en estar completamente presente y consciente de los pensamientos y emociones, sin juzgarlos, ayuda a reentrenar el cerebro, mejorar la concentración, reducir el estrés y fortalecer funciones cognitivas como la memoria y la atención.
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Por Gabriela Jiménez
