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El karma del mosquito

Colombia no ha sido capaz de controlar el “Aedes aegypti” que transmite el chikunguña, el dengue y el zika. Las malas estrategias implementadas en Cúcuta, una de las ciudades con mayores índices de las tres enfermedades, son un botón de muestra.

Marcela Díaz Sandoval
31 de enero de 2016 - 02:00 a. m.

El Aedes aegypti parece haberse ensañado con Cúcuta. En 2014, cerca de 27.000 personas se contagiaron de chikunguña, una de las tasas más altas del país, y ya van por lo menos 2.000 con zika. Según el Ministerio de Salud, es la ciudad más afectada, junto con Girardot y Barranquilla. Familias como la mía han sufrido las dolencias de las dos enfermedades. ¿Por qué la capital nortesantandereana es tan atractiva para el mosquito?

La respuesta aún no está clara. De hecho, las autoridades de salud ni siquiera manejan las mismas cifras. Mientras el ministerio reporta 1.917 casos, la Secretaría de Salud habla de 2.300 y Aristides Hernández, presidente de la Asociación Nacional Sindical de Trabajadores y Servidores Públicos de la Salud, Seguridad Social, Integral y Servicios Complementarios de Colombia (Anthoc), en Norte de Santander, dice que el número de cucuteños con zika ya supera los 200.000, un poco más de la tercera parte de la población.

“Las cifras las saco del trabajo de campo que hago todos los días, vigilando y mirando la gente que llega a los centros de atención. Es un error dejarse guiar sólo por los pacientes registrados, pues son muchos los que se regresan a sus casas y otros tantos los que ni siquiera van a consulta porque ya saben lo que les van a decir. Todo el mundo lo está tratando como una virosis y ya nos hemos dado cuenta de que va mucho más allá de eso”, relata.

Claudia Cuéllar, directora encargada de Epidemiología y Demografía del Ministerio de Salud, intenta dar algunas pistas sobre lo que podría estar sucediendo. “La circulación ambiental o la manera como se mueve el viento en la zona de frontera, el sol y las condiciones climáticas en general aumentan las probabilidades de criaderos. Sabemos que si el mosquito pasa los 2.200 metros sobre el nivel del mar, su adaptación no se va a dar porque sólo vive en zonas calientes”.

Judith Ortega, secretaria de Salud de Cúcuta, responde con sinceridad que no saben por qué la ciudad ha tenido el mayor número de casos de chikunguña y ahora de zika, pues tiene una temperatura similar a la de muchas otras urbes del país que no presentan las mismas cifras. “Al 22 de enero, el número de afectados alcanzó los 2.300 casos. Principalmente personas provenientes de barrios como El Contento, Atalaya, Comuneros, Motilones, Chapinero y, en general, de las comunas 7, 8, 9 y 10. Las cifras corresponden al reporte que nos han dado las diferentes IPS”. Y agrega que el efecto de la fumigación sólo dura una semana, por lo que contrarrestar el avance del virus depende de acciones ciudadanas como limpiar los patios y no dejar aguas reposadas.

De hecho, buscando revertir la situación, en 2014 la administración local compró unas máquinas importadas para adelantar los procesos de fumigación contra el chikunguña, pero permanecieron guardadas durante varios meses debido a los altos costos que implicaba moverlas. “Eso habría funcionado, pero como aquí se contrató con personas que no hicieron nada, el problema siguió. Así quedó manifestado en el Concejo de Cúcuta cuando el señor que fue a defender el contrato mostró unas evidencias de 2009. En conclusión, no se ha hecho ningún trabajo de contención. Podemos demostrar que ninguna de las tres máquinas funciona; eso sirvió para justificar más de $400 millones”, asevera el vocero de la Anthoc. Hoy la nueva administración local afirma que adelantan las acciones con el Ministerio de Salud para lograr el suministro del insecticida que permita reanudar las labores de fumigación.

Y con la alarma del zika, Ortega cuenta que han tomado nuevas medidas: “Activamos un comité multisectorial creado en la Alcaldía, en el cual se congregaron todas las partes de la ciudad. En este momento se está estructurando con empresas de aseo y recicladoras una jornada de recolección de inservibles, que llevaría a que la gente saque todo lo que pueda estar formando criaderos en sus patios. También estamos haciendo fumigaciones en puntos focales, pero esta iniciativa va a ser más agresiva cuando se implementen las jornadas, esperamos, a finales de la otra semana”.

A pesar de este preocupante escenario, “en los centros comerciales, en las calles y en el barrio, la gente sale como si nada. Mujeres embarazadas, niños y adultos mayores. Para qué se va uno a la clínica toda una tarde si le van a decir lo mismo que a todos. Ya uno sabe lo que tiene que hacer y, pues, lo pone en práctica. Al menos el zika es mucho menos fuerte que el chikunguña”, cuenta Claudia Sandoval. Una opinión que no dista mucho de lo que murmura la ciudadanía.

Por Marcela Díaz Sandoval

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