La intervención del animal, de raza Maine Coon y de nueve años de edad, fue practicada por un equipo interdisciplinario conformado por siete personas, entre ellos profesionales de salud humana y de medicina veterinaria.
“El tamaño del corazón de Romeo, como llamaron al gato, es pediátrico; es como el corazón de un bebé. Eso lo hizo más complejo, además de su ubicación, para poder llegar hasta allá e implantar en una zona que viéramos que era sana y en la que pudiera funcionar eléctricamente el marcapasos”, aseguró Luis Andrés Vélez, cirujano vascular que participó en la implantación del aparato.
Por El Espectador
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