Hace unos meses el mundo se sorprendió con el desarrollo de las primeras vacunas de ARN mensajero (ARNm): las de Pfizer y Moderna, que ya se están aplicando contra el COVID-19. Ahora India acaba de aprobar la primera vacuna de ADN: la ZyCoV-D que, además, usa jeringas más cortas, ya que solo debe inyectarse en la piel, es más estable y promete abrir nuevas puertas a la ciencia. ¿Cómo entender de qué se trata todo esto? (Le recomendamos: Inmunidad de rebaño: ¿una idea que hay que replantearse?)
Antes del coronavirus, de alguna manera, las vacunas que reinaban en la industria eran las del virus inactivado. El sarampión, la rubéola y las paperas, por dar algunos ejemplos, se han combatido tradicionalmente con vacunas de este tipo. Pero con el COVID-19 una innovación que venía detrás empezó a ganar puestos en el podio: la de usar partes del código genético del virus que se quiere batallar para estimular la respuesta del sistema inmune. Ambas, las vacunas de ARNm y de ADN, usan este principio.
Entre las primeras están las desarrolladas por Pfizer y Moderna. Pero, a pesar de que en varios países se venían desarrollando ensayos clínicos y con diversas enfermedades con vacunas de ADN, India le dio el primer visto bueno. La ZyCoV-D, como fue bautizada, es producida por la farmacéutica Zydus Cadila, es de tres dosis, necesita una jeringa más corta y tiene, según sus creadores, una efectividad del 67 % en COVID-19 sintomático y del 100 % en el coronavirus moderado una vez se completa el esquema. ¿Cómo funciona?
Para esto hay que volver un poco a los libros de texto. Lo primero que hacen los investigadores es tomar el ARN de una parte del virus. El ARN es algo así como el libro de recetas de la genética, ya que allí se encuentran las instrucciones para generar proteínas. Específicamente, el ARN que se toma es donde está la receta para generar la proteína “spike”, que es la llave para que el virus se agarre de las células humanas y pueda entrar a estas. (Puede leer más noticias de vacunas y coronavirus aquí)
Una vez se extrae el ARN que secuencia a la proteína spike, este se inserta en un ADN circular que, en la genética, se conoce como plásmido, que tiene la capacidad de producir muchas copias en bacterias, lo que hace más fácil que una vacuna se pueda producir a gran escala. Según explica la colombiana María del Pilar Lemos, Ph. D. en Inmunología de la Universidad de Pensilvania y parte del equipo mundial encargado de evaluar las vacunas contra el coronavirus, el ADN circular es más estable que el de doble hélice, que nos han enseñado toda la vida. “El ADN de la vacuna es corto y es más fácil de organizar en un plásmido circular para su transporte y estabilidad”, explica.
Ese ADN circular, o plásmido, es el que se aplica al cuerpo, pero, a diferencia de otras vacunas, que se deben inyectar en el músculo, en este caso es suficiente con que se pongan en la piel. “Las vacunas de ADN se inyectan en las primeras capas de la piel. Algunas deben utilizar un aparato especial que provee una corriente eléctrica pequeña, que ayuda a que el ADN llegue al núcleo de las células”, agrega.
Una vez en el núcleo, la información del ADN circular se copia para hacer ARNm que, recordemos, solo tiene la receta para hacer la proteína spike, por lo que será la única parte del virus capaz de producir. El ARNm luego viaja al citoplasma de la célula y crea algunas proteínas spike. El sistema inmune, entonces, reconoce que hay partes del virus en el cuerpo y produce anticuerpos. (Le puede interesar: Colombia recibirá 4 millones de vacunas de Moderna este mes, informó el Minsalud)
“El ADN de la vacuna eventualmente se degrada y deja de producir proteínas, pero con esos días de producción, el sistema inmune queda entrenado para reconocerlas”, cuenta Lemos.
¿Pero por qué pensar en una vacuna de ADN cuando existen las de ARNm que parecen empezar el proceso unos pasos más adelante? ¿Es posible y acertado compararlas? Un punto importante que las diferencia, según Lemos, es que el ADN es mucho más estable que el ARN, por lo que no necesita requisitos de almacenamiento tan estrictos, como una temperatura extremadamente baja. “Esto es clave para la distribución de vacunas en lugares donde es difícil mantener la cadena de frío, no hay electricidad constante o donde es imposible mantener congeladores subárticos para el almacenamiento”, explica. En cuanto a la eficacia, es más difícil pensar en compararlas. “La vacuna ZyCoV-D, por ejemplo, se ensayó durante el pico de delta, la variante más contagiosa que conocemos hasta ahora. Las de ARN se ensayaron previas a la aparición de esta variante”.
Pero lo cierto es que la pandemia nos ha enseñado las ventajas de tener diversos tipos de vacunas. “Este es un paso adelante realmente importante en la lucha para derrotar el COVID-19 a nivel mundial, porque demuestra que tenemos otra clase de vacunas que podremos usar”, dijo Peter Richmond, inmunólogo pediátrico de la Universidad de Australia Occidental en Perth, a la revista Nature.
De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente, además de la ZyCoV-D, hay diez vacunas más de ADN en ensayos clínicos para combatir el coronavirus. Las dos más adelantadas son la INO-2800 de Inovio (Estados Unidos) y la AG0302-COVID19 de Anges y la Universidad de Osaka (Japón) que están, ambas, en fase 2/3.
Aunque los ensayos de vacunas de ADN ya venían en camino desde hace algunos años, e incluso estaban aprobadas para uso veterinario, se trata de una nueva puerta que el COVID-19 le abrió a la ciencia. No solo se ha buscado combatir los virus con vacunas de ADN, en la lista también están enfermedades como la diabetes autoinmune, la malaria, la hepatitis B y C, y algunos tipos de cáncer, como el de próstata. La nueva vacuna de ADN contra el coronavirus empezó a marcar un nuevo camino.