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Antes de que usted pueda estirar la mano y tomar el café que está en su mesa, hay una sucesión de conexiones neuronales en su cerebro. Hay proceso, planeación y ejecución en el movimiento de un dedo, en el parpadeo más inadvertido. Millones de neuronas se comunican entre sí para que pueda tomar el café, caminar o correr. Imagine un circuito interconectado en el que cada neurona produce energía para enviar a la siguiente una alerta de movimiento. Esa alerta, si el circuito funciona, llegará al músculo, que la ejecutará. (Lea: Comienzan pruebas con fototerapia contra el Parkinson)
Es similar a una conversación. A millones de neuronas hablando, intercambiando señales que inician o terminan procesos. En ese diálogo, el “lenguaje” que usan son los neurotransmisores, una especie de mensajeros químicos. Hay muchos y con diferentes funciones, pero tal vez uno de los más conocidos es la dopamina. Habrá escuchado de ella como esa sustancia que al liberarse en el cerebro produce placer. Y sí, es una de sus responsabilidades, pero no la única. La dopamina es clave para que las neuronas comuniquen las señales de movimientos. Sin la dopamina, esa conversación puede fallar.