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Jeringas para heroína y salvar vidas

Un proyecto pretende evitar que los consumidores de drogas inyectadas terminen aumentando los índices de VIH y hepatitis.

Camilo Segura Álvarez
13 de abril de 2014 - 12:30 p. m.
Esta es la camioneta que recorrerá las calles de Pereira.  /Archivo Particular
Esta es la camioneta que recorrerá las calles de Pereira. /Archivo Particular

Mientras el Gobierno Nacional anuncia demoliciones y acciones contra los centros de consumo y expendio de drogas, se abre paso una iniciativa que nada tiene que ver con el enfoque policial para tratar el asunto de los estupefacientes. En Pereira se repartirán kits de material higiénico y de inyección a población consumidora de drogas, como la heroína, para frenar un problema que debe ser atajado de inmediato: la proliferación del VIH y las hepatitis B y C por cuenta del uso compartido de jeringas.

A comienzos de siglo, el Estado hizo varias encuestas que daban cuenta de que cerca del 1% del total de la población usuaria de drogas reconocía ser consumidora crónica u ocasional de heroína. Sin embargo, en 2006, el Ministerio de Salud y las organizaciones sociales se preocuparon, pues el problema de consumo no era tan minoritario como se creía: a pesar de los resultados de las encuestas, la demanda de tratamientos para la adicción a heroína se incrementó exponencialmente en el Eje Cafetero, Norte de Santander, Cauca y Valle del Cauca.

En 2011, el Centro de Estudios Superiores de la capital de Risaralda desarrolló una serie de encuestas que demostraron que 240 personas en Pereira y Dosquebradas, en situación de alta vulnerabilidad, estaban consumiendo drogas inyectadas, como heroína (85%), alcohol, roche y cocaína. Según datos de la Secretaría de Salud, “9 de cada 10 usuarios en Pereira se inyectan 4 veces al día. De ellos, el 64% estaba compartiendo las jeringas. La cifra es alarmante, pues sabemos que, de esa población encuestada, el 4,5% se reconoció como portadora de hepatitis y el 4% de VIH/Sida”, dice Julián Trejos, secretario de Salud de Pereira.

Las autoridades prendieron las alarmas y asumieron el problema de salud que la situación implicaba. Conforme avanzaron en el desarrollo de políticas de reducción de riesgos y daños, lo que generó un aumento en el pedido de tratamientos con metadona, se dieron cuenta de que la población consumidora en situación de vulnerabilidad podía rondar los 600 risaraldenses. Pero, con las políticas aplicadas, no había forma de atacar el problema de salud conexo al consumo: los usuarios estaban compartiendo jeringas y, de esa forma, los índices de infectados con VIH o hepatitis B y C se podían disparar sin control.

La Alcaldía de Pereira tomó la iniciativa y luego de consultar a las demás autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad, apostó por un programa de acceso a jeringas y parafernalia de higiene para el consumo de drogas inyectadas. Lo hizo por recomendación de organizaciones internacionales, como Open Society Institute, que vienen trabajando a nivel global con programas de reducción de riesgos y daños asociados con el consumo de estupefacientes y con base en experiencias como la de Barcelona (España) y Vancouver (Canadá).

Incluso, personas que trabajaron en esas dos ciudades han venido asesorando al personal que desde este lunes estará poniendo en marcha la iniciativa. La coordinación y la planeación estarán a cargo de Acción Técnica Social, una organización experta en transferencia de conocimientos asociados con la reducción de riesgos y daños. Los equipos trabajarán los siete días de la semana, en turnos de 12 horas, y, en los dos primeros meses pretenden llegar a 250 o 300 personas y, en 12 meses, a cerca de 600.

“Asesoramos al equipo para que pidiera las jeringas que están siendo usadas y que les dé un manejo responsable de desechos con riesgos bioquímicos. Tienen claro cómo deben enseñarles a los consumidores a usar los kits y todos los conocimientos para prestar asesoría en salud”, afirma Julián Quintero, de ATS, quien además dice que proyectos de este tipo deben durar cerca de 5 a 7 años para poder reducir índices de contagio y, sobre todo, de consumo.

“Vamos a capacitar a los consumidores en manejos de sobredosis y los incitaremos a que se hagan las pruebas para detectar si están contagiadas. Suministrar material higiénico es una excusa para poder estar con ellos todos los días y que, finalmente, tomen la decisión de someterse a tratamientos. No se trata sólo de reducir contagios, es la opción de darle a la gente la oportunidad de cambiar. Si queremos que la gente salga de la droga, necesitamos que esté viva”, dice Quintero.

El material higiénico de inyección que se les va a entregar a los consumidores está compuesto por jeringas, para evitar que la gente las comparta; agua destilada, porque se ha visto que la gente coge, en ocasiones, agua de charcos para disolver la droga; cazueletas para que la gente pueda quemar la droga y eliminar impurezas que generan más daños; paños humedos, gaza y curitas para que la gente se limpie heridas y manos, pues se ha visto que, como están en situaciones de exclusión, el consumo puede desencadenar en infecciones en la piel o abscesos, y torniquetes.

Pereira es pionera y allí se ha identificado que es donde la población consumidora de heroína está en mayor situación de exclusión (niveles similares a los de Cúcuta). Pero también lo es porque ha asumido que la droga, más allá de ser un asunto policial o de demoliciones, es un problema de salud pública. Entendió que atender a los consumidores puede reducir no sólo las enfermedades, sino el poder de las mafias que controlan las drogas. En últimas, si reducen el número de víctimas, los pereiranos estarán cerca de acabar con un mercado ilegal que todos los días cobra vidas.

 

 

csegura@elespectador.com

@CamiloSeguraA

Por Camilo Segura Álvarez

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