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¿Juega fútbol? Este estudio sobre el cerebro sugiere tener prudencia con los cabezazos

Un nuevo estudio, publicado en la revista JAMA Network Open, analizó el posible efecto que podrían tener los cabezazos en el fútbol en la salud del cerebro. Para los investigadores, es mejor tener prudencia.

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20 de septiembre de 2025 - 01:33 p. m.
En el estudio se incluyó a 352 participantes que practicaban fútbol de manera habitual.
En el estudio se incluyó a 352 participantes que practicaban fútbol de manera habitual.
Foto: Pxhere
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Quienes juegan fútbol saben que es imposible que, en un partido, los participantes no den cabezazos al balón. Tanto los defensas centrales, como los delanteros, y quienes están en el medio campo, deben, con frecuencia, usar su cabeza para rechazar, hacer pases o, incluso, anotar goles.

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Saber si ese uso constante puede tener alguna incidencia en la salud del cerebro es una pregunta que los científicos llevan haciéndose un buen tiempo. Como apunta un grupo de investigadores en un estudio que acaba de ser publicado en la revista especializada JAMA Network Open, ya se han hallado algunas asociaciones con ciertos desenlaces en salud cuando se lleva a cabo esta práctica repetitiva.

Por ejemplo, escriben, se ha asociado con ciertos “síntomas del sistema nervioso central, cambios adversos en la microestructura cerebral medidos con imágenes por resonancia magnética de difusión (dMRI) y peor función cognitiva”. En exjugadores también se ha identificado encefalopatía traumática crónica, una enfermedad neurodegenerativa.

Sin embargo, señalan, la ciencia aún no ha hallado un vínculo muy claro entre los cabezazos a un balón de fútbol y los resultados adversos. De hecho, se han realizado meta-análisis (análisis de la evidencia disponible) que subrayan la necesidad de más investigación y de mejor calidad.

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Por ese motivo, ese equipo de investigadores, liderado por el médico Joan Y. Song, del Departamento de Neurociencia de la Facultad de Medicina Albert Einstein (Estados Unidos), se puso en la tarea de indagar un poco más qué era lo que le sucedía a quienes hacían de esta práctica algo habitual.

Para hacerlo, examinaron durante 12 meses a 352 futbolistas aficionados, entre los 18 y los 53 años, que practicaban el deporte de forma regular: tenían que haber jugado desde, al menos, hace 5 años, y hacerlo seis meses por año. No podían participar personas con esquizofrenia, trastorno bipolar, trastorno por consumo de sustancias, consumo de drogas en los últimos 30 días o cualquier contraindicación para la resonancia magnética.

Sin detenernos mucho en los detalles metodológicos y en los análisis estadísticos, les pidieron reportar cuántos impactos de cabeza —incluidos los cabezazos— habían recibido en el último año. Luego los sometieron a resonancias magnéticas de difusión, para ver si tenían algún tipo de alteración en el tejido cerebral. También les hicieron pruebas para medir su memoria verbal.

En su investigación, que es un estudio transversal (algo así como una fotografía en un periodo corto de tiempo a una población muy específica), hallaron varias señales (más no causalidad) que indican que hay que tener prudencia con esa práctica a la hora de jugar futbol.

En síntesis, encontraron que quienes reportaron un mayor número de impactos al balón con la cabeza, parecen presentar una disminución en la nitidez de la transición entre la materia gris y materia blanca en la región orbitofrontal del cerebro, que es un área, explican, que suele estar involucrada en la toma de decisiones y el control de la conducta. Ese efecto también estuvo asociado a un menor rendimiento en la tarea de aprendizaje de palabras, aunque son claros que aún es muy pronto para establecer una relación causal.

Por otra parte, no hallaron que hubiese una asociación significativa con otros parámetros que evaluaron en las resonancias (como la difusividad axial o la fracción de volumen intracelular), ni con otras regiones distintas del cerebro.

Aunque los investigadores son claros en que se requieren muchos más estudios para establecer una causalidad entre la repetición de cabezazos y la salud cerebral, creen que sus hallazgos aportan un buen indicio para entender un poco mejor los posibles efectos en ese órgano, al golpear el balón de manera frecuente con la cabeza.

También son enfáticos en que la muestra de sus participantes es pequeña y se requiere evaluar a muchos más jugadores para entender los riesgos que enfrentan quienes juegan con frecuencia el deporte más popular del planeta.

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