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La importancia del primer abrazo entre madre e hijo: ¿por qué, según la ciencia, es esencial?

Diversos estudios confirman que el contacto inmediato entre madre y recién nacido tras el parto mejora la adaptación fisiológica del bebé, favorece la lactancia materna exclusiva y contribuye a estabilizar su temperatura, respiración y niveles de glucosa.

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22 de octubre de 2025 - 02:32 a. m.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) recomiendan que, justo después del nacimiento, se coloque al recién nacido directamente sobre la piel desnuda de la madre. /Getty
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) recomiendan que, justo después del nacimiento, se coloque al recién nacido directamente sobre la piel desnuda de la madre. /Getty
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Después de un parto, cada segundo cuenta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF recomiendan que, justo después del nacimiento, el bebé sea colocado directamente sobre la piel desnuda de su madre, sin ropa y sin interrupciones, durante al menos una hora. Esta práctica, conocida como contacto piel con piel, va mucho más allá de un gesto de ternura: puede tener efectos profundos en la salud y el vínculo entre madre e hijo.

En ese breve lapso, el cuerpo del recién nacido realiza una serie de ajustes fundamentales para adaptarse a la vida fuera del útero: empieza a respirar por sí mismo, a regular su temperatura y a mantener sus niveles de azúcar.

Un grupo de investigadores quiso entender con mayor profundidad cómo el contacto piel con piel entre la madre y el recién nacido influye en los primeros momentos de vida y en la lactancia materna. Buscaban saber si colocar al bebé directamente sobre el pecho desnudo de su madre (en lugar de seguir los protocolos hospitalarios tradicionales) podía mejorar factores como la duración y exclusividad de la lactancia, la temperatura corporal y los niveles de azúcar del bebé, su respiración y ritmo cardíaco, así como el tiempo que tarda la madre en expulsar la placenta y el riesgo de sangrado después del parto.

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Para responder a estas preguntas, los científicos realizaron una revisión de estudios clínicos aleatorizados, es decir, investigaciones en las que las madres y sus bebés fueron asignados al azar a distintos tipos de atención para comparar los resultados. Analizaron datos de 69 estudios que incluyeron a 7.290 pares madre-hijo. En la mayoría de los casos, se comparó el contacto piel con piel inmediato —que empieza en los primeros 10 minutos tras el nacimiento— con la atención estándar que suele darse en hospitales.

Algunos estudios también analizaron partos por cesárea y casos de bebés prematuros, nacidos entre las 34 y 37 semanas de gestación. En total, 15 investigaciones se realizaron con madres que dieron a luz por cesárea y 10 con bebés prematuros sanos. Los estudios provenían de todo el mundo: 32 en países de ingresos altos, 25 en países de ingresos medianos altos y 12 en países de ingresos medianos bajos, como India, Nepal, Pakistán, Vietnam y Zambia. Sin embargo, no se encontraron estudios realizados en países de ingresos bajos, lo que muestra una brecha de conocimiento en estos contextos.

Los resultados del análisis fueron contundentes en las siguientes líneas: las mujeres que tuvieron contacto piel con piel inmediato con sus recién nacidos tuvieron más probabilidades de amamantar exclusivamente, tanto al momento del alta hospitalaria como hasta un mes después del parto. Ese efecto positivo, además, se mantuvo en el tiempo: entre las seis semanas y los seis meses después del nacimiento, las madres que practicaron esta técnica siguieron mostrando tasas más altas de lactancia exclusiva, según los datos reunidos de más de 1.500 pares madre-hijo en distintos estudios.

El contacto directo también mostró beneficios para los bebés. Aquellos que fueron colocados sobre el pecho de sus madres poco después de nacer registraron temperaturas corporales ligeramente más altas durante las primeras horas de vida —un signo de buena adaptación térmica—, así como niveles más elevados de glucosa en la sangre, un indicador importante para mantener su energía y estabilidad metabólica. En algunos casos, los investigadores también observaron mejoras en la respiración y el ritmo cardíaco.

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Sin embargo, los investigadores no hallaron pruebas sólidas de que esta práctica tenga un impacto claro en el tiempo que tarda en expulsarse la placenta o en la cantidad de sangrado materno tras un parto vaginal.

En cuanto a las limitaciones, los científicos explican que la confianza en los resultados varía según el indicador analizado. Mientras los efectos sobre la lactancia y la temperatura son consistentes, los resultados sobre la respiración, la frecuencia cardíaca y el sangrado materno son menos concluyentes. También influyeron otros factores: las definiciones de “contacto piel con piel” no fueron uniformes entre los estudios, el personal sabía qué madres lo practicaban (lo que podría sesgar los resultados) y muchos de los ensayos incluyeron muestras pequeñas, de menos de 100 participantes.

Sin embargo, los científicos concluyen que la evidencia respalda las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, que promueven esta práctica incluso en partos por cesárea. Aunque en los quirófanos puede ser más difícil implementarla, reconocen, los expertos aseguran que es segura, viable y beneficiosa, siempre que se sigan los protocolos adecuados. De hecho, los resultados fueron igual de positivos en partos naturales y cesáreas, lo que refuerza su valor como parte del cuidado estándar.

Uno de los hallazgos más importantes es que el contacto piel con piel aumenta la probabilidad de lactancia materna exclusiva, un factor clave para la salud infantil. Lo sorprendente, dicen, es que basta un breve periodo de contacto en la primera hora de vida para observar efectos que pueden extenderse hasta seis meses después del nacimiento.

Los autores subrayan entonces que esta práctica es segura y de bajo costo, y puede aplicarse en hospitales y centros de salud de todo el mundo. No requiere equipos especiales, medicamentos ni energía eléctrica, lo que la convierte en una intervención accesible incluso en países con menos recursos. De hecho, los beneficios fueron consistentes tanto en naciones de ingresos medios-bajos como en las de ingresos altos.

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En el caso de las madres, aunque los estudios no mostraron efectos significativos sobre el tiempo de expulsión de la placenta o la pérdida de sangre tras el parto, se observaron posibles ventajas, como una menor sensación de dolor en el área de la episiotomía. Ninguno de los ensayos reportó efectos adversos. Los investigadores coinciden en que, dados los beneficios demostrados, nuevos estudios difícilmente cambiarán las conclusiones principales. Sin embargo, piden más investigaciones sobre el contacto piel con piel tras cesáreas (incluyendo los efectos de la anestesia) y en bebés prematuros. También insisten en la necesidad de estandarizar las definiciones y métodos de medición, ya que los términos “inmediato”, “temprano” o “tardío” se utilizan de forma inconsistente.

Finalmente, recuerdan que el contacto piel con piel no debe confundirse con el método madre canguro. El primero se aplica a todos los bebés, incluso los nacidos a término, en las primeras horas después del parto. El método madre canguro, en cambio, está pensado para los prematuros o de bajo peso, e implica mantener el contacto durante muchas horas al día, durante semanas o incluso meses. En síntesis, esta práctica puede salvar vidas, fortalecer vínculos y reducir desigualdades. No requiere tecnología, solo cercanía humana.

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